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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¿Se educaba mejor antes?


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Normas, castigos, educación sexual, recompensas, horarios, reparto de tareas domésticas, autoridad, valores, padres, hijos,…. Si se cogen todos estos conceptos, se introduce en el espacio reducido de las cuatro paredes del hogar y se agitan bien, se obtiene un cóctel explosivo: la familia.

¿Educaban mejor nuestros abuelos o, simplemente, no se hacían tantas preguntas y se limitaban a actuar con más sentido común? Se puede encontrar algunas sorpresas, en particular cuando hay respuestas como ésta: “Las jóvenes generaciones piensan que es necesario que los padres impongan más normas y disciplina”.

En un momento u otro, la mayoría bebemos de este cóctel. Somos hijos, nietos, tal vez padres…. Y la mayoría nos preguntamos si desempeñamos bien nuestro papel y si las generaciones anteriores gestionaban más eficazmente la educación de los hijos.

Falta de normas, padres desconcertados, pérdida de valores como el respeto. A menudo se pinta un panorama educativo sombrío. Si nos guiamos por alguna encuesta, nos señalan que “los abuelos no recibieron castigos físicos, mas allá de algún cachete aislado”. Los nietos afirman que se les priva de la televisión y del ordenador. Aunque en algunos aspectos de la misma, en situaciones críticas, el 63% de las familias son partidarias de “pegar, a veces, una bofetada para que aprendan”. Bajo mi punto de vista conociendo el ambiente que me rodea, los padres que llegan a utilizar el castigo físico, el porcentaje está muy por debajo del indicado.

En la misma entrevista, todos los participantes se declaran contentos con la educación recibida. No encuentran apenas en ella aspectos negativos y destacan el respeto como el valor fundamental que le transmitieron, un respeto que casi todos coinciden en que hoy escasea. Y todos, en fin, parecen bastante felices con la familia en que les ha tocado vivir. La sienten como un ámbito de seguridad y afecto. No todas las familias son así, aunque quizás el panorama no es tan negro como nos lo pintan.

Pero hay algo que preocupa: señalan el respeto y la autoridad paterna como uno de los valores que está en decadencia, que se está perdiendo. Hay que tener en cuenta que “cuando nuestros padres y abuelos, eran niños, en general, la imposición de normas y límites se conseguía mediante castigos que hoy son considerados extremos, como pegar con la regla en el colegio o con el cinturón en casa. Se basaba en el miedo, no en el autocontrol y la responsabilidad.

Cuando hemos llegado a una generación, que podemos llamar la de transición, los padres y madres y el sistema educativo, trataban de ofrecer mayor libertad a su hijos e hijas, mayor reconocimiento del derecho individual, libertad de expresión, más opciones y alternativas de vida.

En muchos casos se llega a perder la jerarquía de poder padres-hijos, maestros-alumnos. Se consideraba al mismo nivel a adulto y niños, un gran error, porque en estos casos los niños y niñas crecen sintiéndose todopoderosos. Llegados a ese punto, es difícil que el adulto pueda ejercer su autoridad para establecer y hacer respetar límites. Y así hemos llegado a una doble tendencia: familias en las que se extrema la falta de límites y autoridad de los adultos y familias en las que se trata de recuperar el control, el poder, porque como sociedad sentimos que se nos ha ido de las manos la situación.

Sobre esta situación, se ha llegado a comparar esa transición generacional, con la transición política y señalar que fue una época de excesiva libertad. Y se llega a decir: “llegado un momento hicimos lo que nos dio la gana. Pero hasta aquí se ha llegado. No hay más remedio que frenarse por el bien de la educación de nuestros hijos”.

Claro, que en algunos hogares, los padres imponen las normas con el ejemplo. Por otra parte, quien no tiene tiempo para dedicarle a sus hijos cuando son pequeños, ha de saber que esos años no van a volver; no se podrán recuperar. Convivir es educar. La conducta educa tanto o más que la palabra, y eso se aprende en el día a día. Como afirma un clásico aforismo latino: “la palabra enseña, pero el ejemplo arrastra”.

Otro reproche que se hace a los padres actuales es que dan a los hijos cuanto piden. No es exclusivo de nuestros días. Pero era también una situación donde tenía mucho que ver cuando el hogar era compartido también por una persona mayor, por ejemplo, que cuando los padres no podían satisfacer las “necesidades” del hijo, enseguida intervenía el abuelo o la abuela para satisfacer las mismas. Los padres han de aprender que no se debe atender siempre a las demandas de los hijos, que éstos deben aprender que no se puede conseguir todo de manera inmediata, por lo que fomentar la autonomía y que aprendan cuáles son las consecuencias de sus actos es primordial para gestar personas maduras.

Vivimos, en la actualidad, unos momentos donde los padres se preguntan cómo imponer las normas y los hijos –como ha sucedido siempre y aunque ellos digan lo contrario- cómo saltárselas. En todo caso tengamos en cuenta la frase de Jean-Jacques Rousseau: “un buen padre vale por cien maestros”. Y este consejo de la psicopedagoga Terol: “Márcate el objetivo de que tus hijos sean cada días más autónomos y responsables. Que se sienta, día a día, completos y felices, aquí y ahora.
 

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