Normas, castigos, educación
sexual, recompensas, horarios, reparto de tareas domésticas,
autoridad, valores, padres, hijos,…. Si se cogen todos estos
conceptos, se introduce en el espacio reducido de las cuatro
paredes del hogar y se agitan bien, se obtiene un cóctel
explosivo: la familia.
¿Educaban mejor nuestros abuelos o, simplemente, no se
hacían tantas preguntas y se limitaban a actuar con más
sentido común? Se puede encontrar algunas sorpresas, en
particular cuando hay respuestas como ésta: “Las jóvenes
generaciones piensan que es necesario que los padres
impongan más normas y disciplina”.
En un momento u otro, la mayoría bebemos de este cóctel.
Somos hijos, nietos, tal vez padres…. Y la mayoría nos
preguntamos si desempeñamos bien nuestro papel y si las
generaciones anteriores gestionaban más eficazmente la
educación de los hijos.
Falta de normas, padres desconcertados, pérdida de valores
como el respeto. A menudo se pinta un panorama educativo
sombrío. Si nos guiamos por alguna encuesta, nos señalan que
“los abuelos no recibieron castigos físicos, mas allá de
algún cachete aislado”. Los nietos afirman que se les priva
de la televisión y del ordenador. Aunque en algunos aspectos
de la misma, en situaciones críticas, el 63% de las familias
son partidarias de “pegar, a veces, una bofetada para que
aprendan”. Bajo mi punto de vista conociendo el ambiente que
me rodea, los padres que llegan a utilizar el castigo
físico, el porcentaje está muy por debajo del indicado.
En la misma entrevista, todos los participantes se declaran
contentos con la educación recibida. No encuentran apenas en
ella aspectos negativos y destacan el respeto como el valor
fundamental que le transmitieron, un respeto que casi todos
coinciden en que hoy escasea. Y todos, en fin, parecen
bastante felices con la familia en que les ha tocado vivir.
La sienten como un ámbito de seguridad y afecto. No todas
las familias son así, aunque quizás el panorama no es tan
negro como nos lo pintan.
Pero hay algo que preocupa: señalan el respeto y la
autoridad paterna como uno de los valores que está en
decadencia, que se está perdiendo. Hay que tener en cuenta
que “cuando nuestros padres y abuelos, eran niños, en
general, la imposición de normas y límites se conseguía
mediante castigos que hoy son considerados extremos, como
pegar con la regla en el colegio o con el cinturón en casa.
Se basaba en el miedo, no en el autocontrol y la
responsabilidad.
Cuando hemos llegado a una generación, que podemos llamar la
de transición, los padres y madres y el sistema educativo,
trataban de ofrecer mayor libertad a su hijos e hijas, mayor
reconocimiento del derecho individual, libertad de
expresión, más opciones y alternativas de vida.
En muchos casos se llega a perder la jerarquía de poder
padres-hijos, maestros-alumnos. Se consideraba al mismo
nivel a adulto y niños, un gran error, porque en estos casos
los niños y niñas crecen sintiéndose todopoderosos. Llegados
a ese punto, es difícil que el adulto pueda ejercer su
autoridad para establecer y hacer respetar límites. Y así
hemos llegado a una doble tendencia: familias en las que se
extrema la falta de límites y autoridad de los adultos y
familias en las que se trata de recuperar el control, el
poder, porque como sociedad sentimos que se nos ha ido de
las manos la situación.
Sobre esta situación, se ha llegado a comparar esa
transición generacional, con la transición política y
señalar que fue una época de excesiva libertad. Y se llega a
decir: “llegado un momento hicimos lo que nos dio la gana.
Pero hasta aquí se ha llegado. No hay más remedio que
frenarse por el bien de la educación de nuestros hijos”.
Claro, que en algunos hogares, los padres imponen las normas
con el ejemplo. Por otra parte, quien no tiene tiempo para
dedicarle a sus hijos cuando son pequeños, ha de saber que
esos años no van a volver; no se podrán recuperar. Convivir
es educar. La conducta educa tanto o más que la palabra, y
eso se aprende en el día a día. Como afirma un clásico
aforismo latino: “la palabra enseña, pero el ejemplo
arrastra”.
Otro reproche que se hace a los padres actuales es que dan a
los hijos cuanto piden. No es exclusivo de nuestros días.
Pero era también una situación donde tenía mucho que ver
cuando el hogar era compartido también por una persona
mayor, por ejemplo, que cuando los padres no podían
satisfacer las “necesidades” del hijo, enseguida intervenía
el abuelo o la abuela para satisfacer las mismas. Los padres
han de aprender que no se debe atender siempre a las
demandas de los hijos, que éstos deben aprender que no se
puede conseguir todo de manera inmediata, por lo que
fomentar la autonomía y que aprendan cuáles son las
consecuencias de sus actos es primordial para gestar
personas maduras.
Vivimos, en la actualidad, unos momentos donde los padres se
preguntan cómo imponer las normas y los hijos –como ha
sucedido siempre y aunque ellos digan lo contrario- cómo
saltárselas. En todo caso tengamos en cuenta la frase de
Jean-Jacques Rousseau: “un buen padre vale por cien
maestros”. Y este consejo de la psicopedagoga Terol:
“Márcate el objetivo de que tus hijos sean cada días más
autónomos y responsables. Que se sienta, día a día,
completos y felices, aquí y ahora.
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