Ahora los sindicatos llaman a la movilización. No lo
hicieron antes. Es ahora y no antes cuando los que se dicen
llamar representantes de los trabajadores sienten que las
medidas adoptadas por el Gobierno son ahora impopulares.
Antes no lo parecían tanto. Quizá la ‘compra’ desde el
anterior Ejecutivo, vía subvenciones, mantenía en un
interesado silencio a la supuesta voz de esos trabajadores.
Es ahora y no antes en que la tasa de paro se elevaba por
encima del 20% y los sindicatos no sentían la necesidad de
protestar, cuando quieren salir a las calles.
Es ahora y no antes que en 2010 se superaba la cifra de 4,6
millones de parado, cuando llaman a la revuelta ciudadana.
Y es que es ahora y no antes que las euromillonarias
subvenciones a estas organizaciones han sufrido un
‘recortazo’ histórico.
Es ahora y no antes cuando el Gobierno obliga a volver a sus
puestos de trabajo a 6.000 liberados sindicales. Eso
escuece.
Resulta destacable que los sindicatos mantuvieran su perfil
reivindicativo bajo cuando en 2010 el anterior gobierno
socialista recortara por primera vez en la historia el
sueldo a los funcionarios, un 5%. Y que se congelaran las
pensiones en un golpe por el que se resintió el Pacto de
Toledo. Es ahora y no antes.
Los sindicatos, que en las corporaciones locales en las
administraciones autonómicas han participado activamente en
el engrosamiento del personal tanto de la función pública
como de los entes orbitantes a la Administración, y que
provocan de hecho un costo de exageradas dimensiones,
protestan ahora y no antes porque, en definitiva, realmente
les están viendo las orejas al lobo. No seré yo quien diga
que buena parte de los nuevos trabajadores públicos
adscritos a las administraciones autonómicas y locales
tienen algún tipo de ascendencia con representantes
sindicales, no seré yo quien lo diga.
Pero es curioso que es ahora y no antes cuando a los
sindicatos se les dispara la vena reivindicativa. Ellos que
han sido con su interesado silencio verdaderos cómplices de
la errática política económica socialista durante los
anteriores ocho años. Cómplices sí. Cómplices por acción u
omisión, y permitir la dilapidación sostenida pero
vertiginosa de los recursos públicos que engrosaban la
famosa caja del bienestar social. Esa que está agotada
debido a que jamás en esos ocho años, de silencio sindical,
se adoptaran políticas tendentes a suavizar la crisis que no
se quería ver en el Gobierno de Zapatero y Rubalcaba.
Jamás antes, tan pocos y en tan poco tiempo, hicieron tanto
daño a España. Pero es ahora y no antes cuando los
sindicatos quieren tomar la calle después de ocho años de
callada. No les vale arrimar el hombro para sacar al país
hacia delante ante el acoso exterior.
Anclados en el marxismo del siglo XIX –lo sacan a relucir a
conveniencia-, no terminan de percatarse que en este siglo
XXI las reglas del juego han cambiado, la economía ha
avanzado. La sociedad evoluciona –aunque con sus
contradicciones-, pero los sindicatos, al contrario,
involucionan.
Los sindicatos son capaces de manifestarse, simultáneamente,
para pedir que el Gobierno no suba impuestos y para pedir
que sigan las subvenciones a la minería. Resulta paradójico.
Tanto como el comportamiento de estas organizaciones. Ver a
líderes sindicales vociferar llamando a la revuelta recuerda
otros tiempos, y no precisamente en los que había que
defender la libertad.
¿Qué van a decir los sindicatos cuando los derechos de los
trabajadores continúen bien defendidos, pero con 6.000
liberados menos?. En el fondo no había tanto interés por la
defensa de esos trabajadores, y sí la dilapidación de los
recursos.
El español debería reflexionar y preguntarse, ¿por qué es
ahora y no antes que los sindicatos tocan a rebato?.
Dicen los sindicatos que “sólo saliendo a la calle se
evitará que el PP arruine al país”. ¡No señores, cuando el
PP ha llegado, ustedes –entre otros- ya lo habían arruinado!
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