Hoy pienso que nunca es tan bella la Santísima Virgen del
Carmen que vista de perfil cuando inicia su sagrado
deambular desde el interior del Santuario de la Virgen
Templaria, esa Reina de Africa hierática en el misticismo de
sus rígidos pliegues góticos. Una Virgen del norte que llegó
por los mares custodiada por sus hijos del Temple, mientras
que la Señora del Carmen es del sur, meridional, con el Niño
en los brazos y en la mano de Jesús, como ofrenda de amor,
una rosa roja.
Es lo bueno de que pasen los años, crezcas y cada vez “te
des más cuenta” y se sea capaz de atrapar y guardar nuevos
matices y lanzar nuevas preguntas cómo ¿Soplaron ayer los
vientos de levante en el Estrecho para hacer más variables
los colores de las olas y que así fueran más hermosos al
paso de la Estrella de los Mares? Pura sincronicidad, al
atardecer refrescaba, nada de calorinas ni los temibles
vientos del sofocante Terral del litoral malagueño y en la
plaza de Africa los inmensos magnolios, serenos y altivos a
punto de florecer y las acacias cuajadas de copos blancos y
rosa, festín para los sentidos, sombra de araucarias,
palmeras añosas libres del picudo rojo por intercesión de la
Virgen y bancos recoletos de piedra para sentarse a mirar y
sentir lo que se está mirando.
¿Qué mejor escenario para recibir a María y al Niño? Los
hijos de la Virgen del Carmen con calzón y camiseta azul,
ellos y ellas, al igual que los marineros de blanco níveo y
las damas de la Compañía del Mar con elegantes gorras y
uniforme con tacones, ideales... La Estrella aparece sobre
una barca que es un bouquet de flores o el fragmento de un
jardín florido hurtado a cualquier cuadro impresionista de
Monet. Barca de flores que se balancea suavemente al paso de
los porteadores, delante unos seres que no se sabe si son
ángeles o son niñas con canastillos llenos de pétalos para
rociar con ellos a la Madre. Ya se sabe cómo son los ángeles
y cómo son los niños que cuando dicen pétalo o piensan en
pétalo están diciendo “beso” y pensando en los besos de sus
madres.
Miré y vi el lindo perfil clásico de María sobre el fondo
del arbolado de la Plaza de Africa ¡Qué preciosa imagen y
que bella túnica orlada de un festón dorado al oro viejo que
resplandecía como el fuego a la luz del atardecer! Más
adelante el perfil y de fondo el cielo de un celeste que se
iba tiñendo de malva y que anunciaba la hora violeta, por
más que tras las montañas jugaran reflejos asalmonados
capaces de hacer palidecer de envidia a la paleta de
cualquier pintor del más puro impresionismo. Levante sí,
pero nubes pocas y niebla ninguna, unos jironcillos de bruma
salobre y húmeda, simple anécdota climatológica, excusa para
refrescar las plumas de las gaviotas y vigorizarlas en la
festividad solemne de cada año a la que siempre son
invitadas de honor (ya se sabe que las gaviotas sienten una
gran devoción por la Estrella de los Mares) de hecho
apuesten cualquier cosa a que el hecho de que el Niño Jesús
llevara en la mano una rosa roja, reventona y aterciopelada
fue cosa de algún ave que se coló en el Santuario para
dejársela y que el pequeño jugara con ella. Al igual que
fuentes de toda solvencia han confirmado a esta escribidora
que los dos rosarios que penden de la mano de la Virgen son
un obsequio adquirido por pública cuestación por una bandada
de gorriones que revolotean por el Santuario.
¿Y el tercer perfil de la Virgen del Carmen? Tal vez el más
bello ya que como fondo tenía el ondear de la bandera
rojigualda que preside el elegante edificio de la
Comandancia de Ceuta. Algo natural porque España ha sido y
es la tierra de María Santísima y gracias a Su divina
intercesión, loado sea Dios, vencimos en las Navas de Tolosa
y en mil batallas que los acobardados gobernantes parecen
omitir del calendario. ¿A que son auténticos babosos? Les
cuelgan más babas que a los caracoles.
Pero en esta ocasión solemne nada malo se puede decir de
quienes nos gobiernan porque en la Ceuta mariana y Española,
devota y marinera, no existe ocasión que se tercie en la que
no se apañe una protocolaria procesión o un desfile con
todas las de la ley al que no acudan absolutamente todos los
representantes del pueblo soberano, en este caso exceptuando
a Aróstegui que se confiesa ateo (derecho tiene a postularse
cómo quiera) y los islámicos de la oposición, no así
numerosos turistas de Marruecos que seguían el acto con
interés y filmando con cámaras de vídeo y con teléfonos
móviles demostrando que son un tipo de visitantes cultos y
distinguidos, respetuosos con las tradiciones y la cultura
que son siempre muy bienvenidos, porque nos encanta
compartir con ellos las expresiones más hermosas de nuestras
raíces y arquetipos ibéricos.
¿Y a quien hay que dar las gracias y encomendarse en su
memoria ante la Virgen marinera? Pues a nuestro glorioso
antepasado Enrique el Navegante que con un puñado de
Caballeros del Temple fueron capaces de instaurar en el
norte del continente africano toda una Corte Imperial en la
que sentó sus reales la Emperatriz Coronada de Africa para
reinar sobre toda esta tierra. Y como es de ser bien nacidos
el ser agradecidos, en cada acto solemnísimo lleno de
oraciones, cuando las plegarias vuelan como golondrinas a la
luz de la hora violeta antes de buscar acomodo en las ramas
de los magnolios o en los nidos de las esquinas resinosas de
la araucaria, hay que rezar una jaculatoria por Enrique el
Navegante y sus valientes templarios (lo de Caballeros
Negros es anécdota y guiño malicioso a la Historia) y darle
fervientes gracias al Dios del Universo por ser quienes
somos y porque se sorteaba un premio gordo en la lotería de
la Historia y por mediación de los Arcángeles, por los
pangelinguas del Apostol Santiago, por algún que otro
gorigori druídico, interviniendo Prisciliano el gnóstico,
descendiente de Jesús el Esenio, con Isis camuflada en el
culto en piedra al exótero de las Vírgenes Negras, bueno,
por tanta y tan pesada intercesión, el premio vino a caer a
la Iberia Vieja y aquí nos lo quedamos y no lo vamos a
soltar ni que nos tiren lejía con agua caliente y salfumán.
Una muchedumbre tras de la Virgen, familias enteras,
bastantes enfermos esperando el milagro que se hará y será,
Ceuta entera por las calles, centenares de personas en
piadosa procesión tras la venerada imagen en su peregrinar
hasta la orillita del mar y allí ser embarcada para que
nuestras aguas queden bendecidas. Salve, Estrella de los
Mares... Deo gratias.
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