El conjunto de estados miembros de
la Unión Europea, por cierto cada día más desunidos y
desorientados, con políticas de empleo desgastadas y
acciones poco democráticas, que han adoptado el euro como
moneda salvavidas, se encuentran en un callejón sin salida.
El futuro es tan negro que la ciudadanía, víctima de la
mayor crisis de empleo que se conoce, anda tan desesperada
como desesperanzada. La realidad es la que es, y en la
eurozona, más de la tercera parte de las personas en edad de
trabajar están desempleadas o excluidas del mercado laboral.
Lo malo es que la situación va a seguir empeorándose, con
despidos masivos y ofertas de trabajo similares a la
esclavitud. Las diferencias entre países imposibilitan una
estrategia concertada. Está visto que los gobiernos por si
solos no pueden abordar la recuperación. Se precisan ideas
globales para una moneda única en decadencia. Recordemos
que, únicamente el veinte por ciento de la población
mundial, tiene una protección social adecuada y más de la
mitad no tiene ninguna cobertura. Sin duda, hoy son más
necesarios que nunca los programas de protección social para
atenuar el impacto negativo de la actual crisis económica.
Ciertamente, no hay escapatoria fácil, pero la solución
tiene que ser cooperativa y corresponsable, todos con todos,
porque a todos nos afecta. Los costes deben ser compartidos
y la coordinación es esencial. Sin duda, los países de la
eurozona deberían estar más unidos y ser mucho más
solidarios para poder avanzar y superar la crisis, que está
dejando una estela de pobreza como jamás. No sólo hay
remedios meramente financieros a la crisis financiera, hay
otros medios, como pueden ser las políticas bien elaboradas
en materia de desarrollo, industriales y tecnológicas. En
Europa no se intensificó la protección social y este
descontento político está alimentando una reacción ciudadana
que va a ser difícil pararla. En países como España, los que
más están pagando los costos de la actual crisis es la
ciudadanía trabajadora, que ve como cada día tiene menos
recursos y menos derechos laborales. Fruto de una
desconexión entre el ciudadano y sus dirigentes, las
personas y la política, el gobierno y el pueblo, lo que hace
es agravar la situación e impedir desarrollar nada
conjuntamente.
Las instituciones tienen que prestar auxilio a las
preocupaciones de las personas y actuar rápidamente para
calmar los ánimos. Evidentemente, la eurozona atraviesa una
situación crítica, pero no con medidas de ajuste social,
como puede ser la reducción de la prestación de desempleo,
se va a mejorar la situación. Cuando una ciudadanía no puede
soportar más recortes, porque realmente está empobrecida
-caso español-, hay que buscar otras alternativas, por
ejemplo a través de la creación de impuestos, donde pague
más el que más tiene, es el caso de las grandes fortunas a
las que aún no les ha afectado la crisis. A los desempleados
no se les puede quitar las migajas, porque tampoco se
ofrecen puestos de trabajo decentes; trabajo que como
sabemos es un derecho y un deber constitucional.
Desde luego, la eurozona debe actuar en conjunto, y no sólo
sobre dominio alemán, con formulas menos injustas,
anunciando menos recortes y más justicia, verdadera
transparencia de las instituciones, con políticas firmes que
ayuden a calmar los desalientos de una ciudadanía que no
puede más. Sin embargo, el sueldo medio de las cúpulas de
grandes empresas españolas sube a 7,5 millones. Ni el
necesario tijeretazo de Zapatero sirvió para nada, ni los
imprescindibles recortes de Rajoy a las clase más humildes
hace justicia a la situación que vivimos. Unos siguen
cosechando fortunas mientras otros cosechan exclusión.
¿Dónde está el Estado social? ¿Y la Europa social que lucha
contra la discriminación?. Mal vamos cuando las autoridades
responsables pierden la sensibilidad social y se hace un
ataque frontal, con indignos recortes, al mundo de los
débiles.
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