Fue esta tierra de turdetanos o
pillaba más al norte? Presenciando la restauración de una
catedral, que es pura exaltación del lujo supremo para
cualquier judeocristiano, me siento partícipe de un
vericueto iniciático y envidio el arte de los canteros.
Aunque me respondan que las obras de la catedral las están
haciendo los trabajadores de una empresa de construcción y
que no me vaya por las lindes del arte de la cantería del
Camino de Santiago, no lo puedo evitar y me emociono.
Es más creo que todos nos emocionamos cuando nuestras raíces
quedan al descubierto y abandonamos la esclavitud del ipad
para bregar con ellas. Así para mi caletre esta catedral de
la Asunción se me antoja la primera formulación
arquitectónica cristiana que se asomó a los mares desde las
costas de África. ¿Pura avanzadilla en previsión del
desembarco de su Emperatriz? Diré que sí porque el lugar
antes que catedral fue mezquita y antes que mezquita fue
templo cristiano, es decir que nació por y para la
cristiandad con un periodo de ocupación eventual de por
medio, pero ancestralmente nos pertenece y no hay más que
hablar ni que dilucidar. Tan sólo mostrar el disgusto y la
decepción de muchos ante el hecho de que no haya sido el
mágico arquitecto Francisco Pérez Buades, hacedor de
camarines, exquisito pintor, innegable hombre de arte,
compinche de los ángeles del cielo, el que haya tenido el
más que merecido honor de enamorarnos con una restauración
“a su manera” que voy que vengo del estudio que da al
Santuario de “su” Señora de África a la catedral que le
pilla justo en la esquina. Ya puede venir el mismísimo San
Antonio Gaudí (yo pertenezco a su línea esenia y extraña) a
tratar de embaucarnos atrapando el aire para tallar
floripondios en las cúpulas y gárgolas por los extremos, que
muchos seguiríamos diciendo que para “la catedral” para
restaurar la sagrada basílica hay que haber nacido con el
canto de las gaviotas marineras del Estrecho y estar
obnubilado por la Virgen Templaria, por las querencias de la
Iberia Vieja que es fado y es música gallega de la rondalla
“Airitos da miña terra” (fueron los gaiteros que agasajaron
al Caudillo cuando viajó desde el Rif al Ferrol) que es
sardana y es jota aragonesa, que es chotis castizo y es
bulería, que es Iberia entera (aunque los portugueses
parecen no haberse enterado aún de que la unión hace la
fuerza).
Reivindicación airada ¿Donde han tenido la cabeza los pijos
de Cultura para desechar al genial ceutí? Pues en Madrid,
que se dice Madrizzz y no al sur, aquí donde enloquece la
rosa de los vientos y las gaviotas tan solo callan si se les
da un pescado fresco con medio tranquimazín y ni así. ¡Qué
cruz,Santos Serafines! ¿No podría Javier Carrillo de
Albórnoz, en lugar de emitir frases apocalípticas sobre la
rabia felina endémica, parir un invento en su laboratorio de
ideas del pueblo de Milagro, allá donde desemboca el río
Aragón, para vacunar a las gaviotas y reciclarlas en
ruiseñores? ¡Valiente cursilada! Mejor dejarlas cómo están
piropeando a la Virgen Santa María cuando pasan a la vera
del Santuario haciendo acrobacias y volatines aéreos y de
paso podrían picar al arquitecto restaurador que, con todo
respeto a sus indubitados méritos y maestría, no es Pérez
Buades y esa es su sola culpa, por lo demás todo muy bien,
con mucho tino e infinita técnica, pero el arquitecto ceutí
se hubiera quedado a dormir en el templo en una colchoneta,
enamoradito de la restauración. Por un lado la excelencia
técnica y Madrizzz, por otra sentimientos y gaviotas.
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