Mariano Rajoy le ha pedido
a la UE la misma “energía y rapidez” en cumplir los acuerdos
que España en adoptar medidas difíciles. Y lo ha hecho, cómo
no, en la novena edición del Campus de Verano de la
Fundación FAES junto al hombre que lo eligió a dedo para que
le sustituyera: José María Aznar.
De tales palabras, deducimos que la UE está tratando al
presidente de nuestro Gobierno como si fuera el último de la
fila. Y a mí me da mucha pena que MR tenga que ir a contarle
sus desgracias a quien le nombró sucesor por orden expresa
de sus dídimos. De los dídimos del hombre que parece estar
detrás de todas las decisiones que viene tomando el
Gobierno. Y así le va al Gobierno y a nosotros…
Nosotros vamos deslizándonos a paso de legionario hacia la
más absoluta pobreza. Y, en momentos así, se me viene a la
memoria lo que decía sobre los pobres un amigo que siempre
vivió empeñado en hacerse rico sin trabajar. Tarea que le
resultó imposible. Máxime cuando siendo joven cayó en la
cuenta de que como carecía de estudios universitarios robar,
lo que se dice robar de verdad, resultaba tarea muy difícil.
Y es que antes que él, nada menos que Theodore Roosevelt,
lo anticipó: “Un hombre que no haya ido nunca a la escuela
es posible que robe un vagón de mercancías; pero si tiene
una educación universitaria puede que robe el tren entero”.
Ardo en deseos de poder preguntarle a Mario Conde,
algún día, si está de acuerdo con lo dicho por TR.
A lo que iba, que si no me lío y llego al final de la página
sin decir ni pío de los pensamientos que tenía mi amigo
acerca de lo que es ser pobre. Ciertamente, ser pobre es muy
triste. Las cosas de la vida son agradables. Todo es
incitante y sabroso, las señoras son –a veces- espléndidas.
Cuando se es pobre, decía ya mi amigo sin tomarse el menor
respiro, estas cosas se tienen que mirar de lejos porque los
pobres no tenemos, como tú comprenderás, capacidad
adquisitiva. Vamos, que somos más desgraciados que el
postiguillo de San Rafael. Mi amigo era de Córdoba.
En la vejez, esta falta de capacidad adquisitiva tiene que
ser, supongo, indiferente. En la juventud, en cambio, la
pobreza es trágica porque la falta de dinero aumenta la
ilusión de la vida. Cuanto menos dinero se tiene, más deseo
suscita la vida. Y es que el deseo insatisfecho llega a
hacer creer que en la vida humana hay algún misterio, algún
tesoro oculto de una mágica fascinación hedonística. El
dinero, pues, se debe tener en la época de la juventud,
principalmente para hacer comprender, por saturación que en
la vida humana no tiene ningún misterio, que las
fascinaciones hedonísticas son monsergas. Así que me
gustaría tener dinero, para pasar por delante de un
restaurante, de una señora estupenda o de todo lo habido y
por haber, con absoluta indiferencia.
Mi amigo nunca me dijo que había leído la obra de José
Pla, uno de los más grandes prosistas españoles nacido
en Cataluña. Pero yo lo sabía desde el primer día. De la
misma manera que sé que lo dicho por Pla en los comienzos
del siglo pasado, afectará a la juventud que le está tocando
vivir esta época. Debido a que los más estudiados, junto a
políticos, sindicalistas y banqueros han tenido accesos a
los dineros públicos y se los han llevado por la cara.
Mientras Rajoy se lamenta como un... hombre desolado en el
hombro de su mentor: “La UE no me hace ningún caso, Josemari”.
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