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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE JULIO DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

El cutre robo del Codex Calixtinus

Por Nuria de Madariaga


Destroza la leyenda del Códex Calixtinus el que haya sido un ex-trabajador despedido de la Catedral del Apóstol, polo de la cristiandad, el que le echó el guante para desazón de todos los grupos policiales de patrimonio de Europa? En verdad no resulta tan espirtual la historia del electricista, su señora esposa, el hijo y la novia compinchados en el golpe y el Códice guardado en una bolsa de plástico, esperando sin duda el mejor postor y que el ladrón fuera detenido, porque ese tipo de robos “así no se hacen”. La historia continuará porque falta saber y aclarar las razones por las que sustrajo la obra del siglo XII y no otra distinta, menos cantosa e infinitamente más vendible, aunque por lógica a menor precio ya que bibliófilos y coleccionistas de libros antiguos no abundan en la actualidad.

Los hay desperdigados por Occidente y los inevitables chinos y japoneses que quieren llevarse el máximo de arte sacro occidental para sus museos y colecciones privadas, pero coleccionistas particulares europeos capaces de gozar de la capacidad adquisitiva para adquirir una obra de tamaña envergadura hay muy pocos. De nivel mediano hay cientos, comenzando por las bibliotecas de cualquier universidad americana, canadiense o australiana, pero compradores millonarios hay muy pocos. Y que compren robados y pasen a pertenecer a la categoría de receptadores, con los consiguientes riesgos, menos aún. Los grandes ladrones de leyenda, expertos en arte y capaces incluso de meterse a restaurar las obras robadas, se acabaron hace mucho tiempo.

Si lo investigan verán que los robos de ahora son tipo atraco cómo ha pasado en algún museo del norte de Europa, o tipo “descuido” donde se roba sin saber el valor exacto aunque se presume que la pieza “vale”, o el robo garrulo de entrar a robar la talla sin saber que es una réplica y el caco se va arramplando con el cepillo de la limosna de los pobres y encima hace destrozos porque actua en plan bestia. En el caso del robo de esta guía mágica del Camino de Santiago, superviviente y testigo de cuantos avatares ha padecido nuestra piel de toro, el Códex “merecía” haber sufrido un robo legendario de bello significado y haber sido descubierto en manos de algún caballero de una orden mistérica, celosamente envuelto en terciopelo carmesí, descansando sobre un atril de palo de rosa e iluminado por cirios ensartados en hacheros góticos de hierro forjado.

Y con alguna talla románica, a ser posible, de por medio, con sus rígidos pliegues, los pies bien juntitos mirando al frente, el Niño en majestad y la Madre con expresión absolutamente hierática ¡No me hablen del románico y el gótico que lo he estado estudiando 28 años y me pierdo! Por eso el robo tiene todas las circunstancias agravantes y hay que castigar con dureza al electricista y a su banda de catetos, porque agravante es robar el Calixtino, sueño de los museos del mundo entero, y guardarlo en una bolsa de plástico y hacerlo de una forma tan vulgar, tan desprovista de misticismo y por tanto de una manera que roza aún más en el sacrilegio.

El ladrón se ha puesto en contra a toda la Cristiandad, a las antiguas Ordenes de Caballería, a los de la Rosacruz que tienen muy mala baba, a los temibles y alocados Esenios con sus abracadabrantes hechicerías y sus famosos “males de ojo” e incluso a los Illuminatis que con toda la mala leche que tienen hubieran querido agarrar el Códex para reciclarlo en grimorio. No lo merecía, nuestro maravilloso Calixtinus merecía otra cosa. Mucho más mágica...
 

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