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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE JULIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los bajitos relucen más que el sol
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El español –dijo alguien una vez- es un hombre bajito que siempre está irritado”. La estatura se ve condicionada, según nos han dicho los que saben del asunto, por factores ambientales durante la infancia, especialmente la alimentación y las condiciones sanitarias, sumadas a la influencia de los genes. Los españoles debemos aceptar que nunca fuimos un pueblo bien comido ni siquiera cuando nos hicimos con los tesoros hallados en nuestras conquistas americanas. De modo que nuestra estatura nunca pasó de ser más o menos unos centímetros más arriba del 1,60.

Para los que vinimos al mundo cuando principiaba el siglo XX medir 1,66 era más o menos contar con una estatura de aquí te espero. Eso sí, cuando se trataba de contratar a un futbolista lo primero que se informaban los clubes era si el jugador recomendado era alto. Ser alto en los años cincuenta y sesenta era una ventaja indiscutible para hacer carrera en el deporte rey.

Los jugadores altos escaseaban. Y los bajitos tenían que ser maravillosos para ser titulares en los equipos grandes. Incluso llegó a ponerse de moda el refrán de “Caballo grande, ande o no ande”. Hubo jugadores bajitos, que por serlo, no pudieron consagrarse entre las estrellas: caso de Félix Barderas “Felines” y otros muchos.

Los españoles nacidos en la década de los ochenta lo hicieron con más o menos diez centímetros más; o sea, que el 1,77 de altura se convirtió en media de estatura. Pero siguieron naciendo muchos otros con los mismos centímetros que cuando la canina reinaba en casi toda España. A esa generación de los años ochenta pertenecen ocho o nueve jugadores –bajitos- que forman parte de la selección española de fútbol. Y son tan buenos como capaces de pelear contra todo lo que se les ponga por delante. Entre ellos hay un tal Jordi Alba que se ha consagrado en la reciente acabada competición europea, cuya falta de estatura física fue el motivo por el cual fue despreciado por su equipo: el Fútbol Club Barcelona. El mismo que ahora ha rectificado su error, pagándole por él quince millones de euros al Valencia.

Cuando Brasil era tan rica y tan grande como ahora, pero mal administrada contaba con más pobres que ricos, de las tan denostadas favelas, o sea de los barrios más pobres, surgían niños desnutridos y poco dados a crecer que terminaban siendo estrellas futbolísticas que encandilaban y que eran capaces de obtener títulos mundiales. Ahora, cuando los brasileños disfrutan de mejores rentas y, por tanto, el nivel de vida es superior, parece ser que ya no se juega en las calles, o en los descampados, de la misma manera que otrora, así que los éxitos han menguado.

España tiene muchos jugadores bajitos, nacidos cuando los socialistas gobernaban una España que se sumaba a la modernidad y en la que adquirió vital importancia la imagen pública y el cultivo del cuerpo. Donde resultaba primordial darle cabida al ocio y donde muchos jóvenes, conviene decirlo, vieron en las tan ansiadas libertades motivo equivocado para deslizarse por la pendiente de la perdición. Los Iniesta, Xavi, Cesc, Silva, Mata, Navas, Cazorla, Alba, entre otros, optaron por ser estrellas de un deporte donde ser bajito seguía siendo un obstáculo considerable. Y han acabado con el tópico de que “el español es un hombre bajito que siempre está irritado”. ¡Albricias! ¡Aleluya! ¡Viva la madre que los parió!
 

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