La picaresca sobre la situación de quienes, sin residir en
Ceuta tratan de mantener vínculos con la ciudad por
intereses personales, lleva a conocer que sólo se desplazan
a nuestra ciudad para ejercer su derecho al voto en epoca
electoral, para dejar testimonio de su presencia o para
entregar la declaracion del Impuesto de la Renta de las
personas físicas (IRPF) o, en algún caso, dejan las llaves
de su domicilio a algún vecino para que les encienda de
manera períodica la luz (para hacer gasto e intentar
justificar, si vive de alquiler, sobre todo, su presencia) o
le hagan gasto de agua para justificar una presencia que no
es tal.
En realidad, el volúmen de no residentes en Ceuta se
aprecia, de manera muy especial con motivo de la celebración
de los comicios, cuando se registran datos alarmantes de
abstención que no responden a la realidad, ya que las cifras
que superan en algunos casos el 65% del censo electoral, no
es más que el resultado de tantísima gente que, aun
figurando como residentes en Ceuta, no lo son en realidad,
ya que el presunto “pasotismo” electoral ceutí no se
corresponde con la realidad, ni tampoco aquí somos una “rara
avis” en este sentido, sino el resultado de un padrón
ficticio, con más sombras que luces y que esconde una
realidad que es consustancial a Ceuta y a su propia
idiosincrasia.
Estas “trampas” tienen un problema negativo: en aquéllos
lugares en donde alguien resida realmente, a la hora de
escolarizar a sus hijos, quien no figura en el padrón, queda
como el último de la fila.
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