Parece que ahora va en serio y ese
bloqueo de casi media docena de años se va a resolver con la
renovación del Tribunal Constitucional.
Los dos partidos mayoritarios, algo así como los únicos con
derechos a casi todo, apuestan por una serie de perfiles
técnicos para que todo quede resuelto, ya veremos por cuanto
tiempo.
Es la democracia que tenemos, en la que el Ejecutivo domina
a todos los demás, llegando, incluso, a “nombrar jueces” a
su antojo y capricho.
Y como es natural, cada uno de los dos partidos baraja unos
nombres que, al final, y eso es lo lamentable, bailarán al
son que marque la propia política.
El pasado 25 de mayo, en la sede de la política, de hecho,
en La Moncloa, hubo un compromiso entre el actual presidente
del Gobierno, líder del PP, y el líder de la oposición
Rubalcaba.
Desconozco, ahora mismo, por qué caminos querían llegar el
uno y el otro, pero estoy seguro de que el mejor conocedor
del Faisán habrá camelado, si es que no engañado, a un Rajoy
que, cada día más, está atrincherado en la economía y no
sale a otros terrenos.
De todas formas, ahí cada uno baila al son que más le gusta
y ya había la amenaza de magistrados del Tribunal
Constitucional de tomar medidas, muy en serio y drásticas,
si no se llevaba a cabo, a toda prisa, la renovación de sus
miembros.
El primer paso, estaba claro, hacía que se llevara el gato
al agua la idea de PP y de PSOE, mientras que el miembro que
pedía CiU no iba a pintar nada.
¿Democracia o partitocracia? Aquí ha quedado parte de la
respuesta. Lo que sí se ve, por estos primeros pasos es que
los perfiles técnicos serán los que ocupen los puestos que
hay que renovar, sin que “aparentemente” sean vinculados con
PP ni con PSOE.
Es lo que hay, de momento, para una institución que va a la
baja y que no estaría mal que, pronto mejor que tarde, pueda
pasar a mejor vida, por la poca seriedad y eficacia que
viene demostrando, en asuntos serios, cuando le toca decidir
algo.
Esto es lo que se respira en un organismo que podría haber
sido serio, pero que su seriedad, en asuntos complicados, ha
quedado en entredicho.
Y para ver, una vez más, que la Justicia ha perdido el
poder, o la mayor parte del poder que debiera tener, Artur
Mas no se recata en asegurar que no se va a cumplir la
sentencia del TS sobre el catalán.
Esto es, los nacionalistas, separatistas o no, se pasan por
la entrepierna aquellas sentencias que no van a favorecer
sus intereses.
Irene Rigau consejera de Enseñanza catalana, ha declarado
que la Generalidad no va a modificar su política de
inmersión lingüística en la escuela.
Y nadie se ha sonrojado, pese a la última sentencia del
Tribunal Supremo que había anulado varios artículos del
decreto que imponía el catalán en la educación infantil.
Y como no tienen pensado hacer nada que no les convenga, la
Generalidad, todavía, no ha decidido si recurrirá la
sentencia del Constitucional.
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