Se me pide en la calle, por parte
de lectores de esta columna que mantengo en usufructo, que
escriba algo sobre la declaración de bienes hecha por los
políticos de esta ciudad. Y lo primero que se me ocurre
decirles es que me cuesta lo indecible opinar acerca de lo
que no deja de ser el mayor camelo concebido para hacernos
creer que los políticos son personas transparentes. Personas
cabales, de las que entran pocas en kilo.
La declaración de bienes de los políticos me parece a mí que
no deja de ser la mejor versión del cuento del alfajor. O lo
que es lo mismo: una fábula inverosímil y absurda. Y uno,
con la edad que tiene, y sabiendo lo que sabe, no está ya en
condiciones de decir amén como si aún fuera un monacillo
ejemplar.
Uno ha oído, entre otras muchas cosas, que ha habido
políticos, en esta ciudad, como en muchas otras, que han
guardado grandes sumas de dinero en una maleta, y la han
situado debajo de la cama de su dormitorio. Sí; usted puede
responderme que lo dicho por mí no deja de ser una leyenda
urbana. Quizá. Pero yo le concedo la misma credibilidad que
a las declaraciones de bienes aireadas por la clase política
de esta tierra.
La clase política de esta tierra, tuvo en el último pleno la
posibilidad de comportarse como Dios manda y de paso
recuperar parte del prestigio perdido hace ya bastantes
años. Porque a ver quién es el guapo, o la guapa, que se
atreve a decirme que no se tapa la nariz cuando le toca
referirse a ciertos políticos.
Verbigracia: ¿cómo es posible que en el pleno celebrado el
pasado martes los consejeros populares votaran en contra de
prescindir de los mil trescientos euros que ganan por
asistir a una sesión plenaria, cada mes?
Semejante postura, como comprenderán ustedes, demuestra que
son unos perrilleros. Perrillero, por si usted no lo sabe,
se dice en Andalucía de la persona que es muy económica, y
que no pierde oportunidad de ganar aunque sea una pequeña
cantidad.
De modo que conociendo de qué manera actúa el jefe de los
perrilleros, no me extraña que la orden dada a los suyos,
que son mayoría, fuera la de negarse a dejar de percibir lo
que ellos llaman indemnización por hacerse notar en las
sesiones plenarias.
Comportamiento muy apropiado (!) para los tiempos que
corren. Tiempos donde el paro aterra cada vez más. Donde los
centros de asistencia social se ven ya desbordados por una
marea humana que no tiene para poner la olla diaria. Y,
sobre todo, porque cada vez hay más miseria en una España en
la que su bienestar social no cesa de deslizarse por la
ladera de la perdición.
En esta ocasión, es decir, cuando los políticos tenían que
aprobar la propuesta llevada al pleno por José Antonio
Carracao y secundada por Caballas, que no era sino la de
prescindir de los mil trescientos euros por asistir al pleno
mensual, los populares en vez de aprovechar el momento para
salir reforzados del envite, se pusieron de los nervios ante
la idea de ver mermados sus dineros. Triste actuación la de
todos ellos. Mucho más cuando el portavoz habló de que él no
ha sido elegido como político por los ciudadanos para perder
dinero. Tampoco los ciudadanos le han pedido a él que se
convierta en profesional de la política. Que lo es porque se
vota a unas siglas y no a las personas.
En fin, que viendo actuar a semejantes perrilleros, como
quieren ustedes que yo crea en la declaración de bienes que
han hecho.
|