Tres de la tarde. La copla
española suena en la radio. Espigas y amapolas es el título
de la canción que canta Manolo Escobar. Me sabe a
gloria cuando escucho atentamente el “Cariño, cariño mío, no
hagas caso de la gente, que es más chiquitito el río, que es
más chiquitito el río, que el rumor de la corriente”. Un
estribillo que me pone en condiciones de recordar.
Y los primeros recuerdos son para una entrevista que le hice
a Yolanda Bel. A la cual, entre otras muchas
preguntas le hice la siguiente: “¿Usted canta bien?”. “Eso
dicen”. “¿Qué género se le da mejor?”. “Me pirro por la
copla”. “¿Cuáles son sus artistas preferidas de la copla?”.
“Me gustan las clásicas: Concha Piquer, Juanita Reina,
Marifé de Triana, Rocío Jurado… Aunque mi predilecta es
Isabel Pantoja. Isabel me gusta mucho… como artista. Y fuera
de la copla era Rocío Durcal, sin duda, mi
preferida”.
A Yolanda Bel, mujer que tiene garabato, me atrevo a pedirle
que cante en público. Lo cual sería un éxito rotundo en
todos los sentidos. Y que el dinero conseguido con el
espectáculo se distribuya entre las personas más
necesitadas. Ahí es nada poder asistir a una gala en la que
la consejera de Presidencia, Gobernación y Empleo, nos
deleitara con su arte.
Con ese arte que tuvo cuando fue portavoz del Gobierno. A
pesar de que yo le dije varias veces que haría muy bien en
dejar ese cargo que la estaba quemando más que la pipa de un
indio. Y lo dejó. Lo que no quiere decir que me hiciera
caso. Líbreme Dios de adjudicarme logros para los que no
estoy capacitado.
No obstante, debo reconocer que, nada más dejar YB la
portavocía, la eché de menos. Puesto que su presencia en el
estrado, al margen de que luego contara el cuento del
alfajor, me hacía devorarla con la vista. Mirarla
detenidamente. Recrearme en la suerte de su figura y acabar
convencido de que la consejera valía un Potosí. Expresión
que recibía, según me contó ella, cuantas veces abría la
boca para mostrar su arte. El arte de cantar la copla en la
intimidad.
Yolanda Bel, que nos ha caído siempre la mar de bien, parece
ser que lleva un tiempo sin querer ponerse al teléfono
cuando la llaman los periodistas de este medio con el fin de
que cuente cuestiones relacionadas con su consejería. Cuando
antes, es decir, hasta hace nada, daba muestras de ser la
alegría de la huerta en cuanto se la reclamaba. Y, claro,
semejante cambio nos ha llenado de zozobra. Hasta el punto
de que no dejamos de preguntarnos en qué habremos fallado
para que tan destacada consejera no sea la de antes. Aquella
mujer dispuesta siempre a pegar la hebra con el personal de
este periódico. Un periódico donde se le ha respetado
muchísimo.
Pues bien, a Yolanda Bel, consejera de Presidencia,
Gobernación y Empleo, creo conveniente decirle que tener un
amigo periodista es tan conveniente como necesario. No vaya
a ser, dado los tiempos que corren, tempestuosos en todos
los sentidos, que, ante cualquier contratiempo callejero, se
vea más sola que la una. Lo cual sería muy perjudicial para
su carrera política.
Resumiendo: estimada YB, que estamos deseando, como ha sido
costumbre suya, que vuelva a poner su caletre al servicio de
lo práctico, del sentido común y del buen entendimiento con
una Casa que siempre la trató como usted merecía. No vaya a
ser, créame, que nos necesite y no podamos atenderla. Ah,
cante, por favor…
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