Cinco denegaciones de entrada en España, tres detenciones y
decenas de comprobaciones de documentación e identidad. En
apenas dos horas de ‘turno africano’ con el Cuerpo Nacional
de Policía (CNP), EL PUEBLO ha comprobado cuánto de singular
tiene el trabajo policial en la frontera exterior sur de
Europa, uno de los más diferentes a los que un agente pueda
enfrentarse. Este diario ha acompañado a un turno de la
Brigada de Extranjería de la Jefatura Superior ceutí tarde y
mañana en un paso fronterizo, el del Tarajal, entre dos
mundos, entre Europa y África, España y Marruecos, un lugar
por el que transitan seis millones de personas cada año. En
un sitio así puede pasar casi de todo. Y a veces, pasa. Sólo
el turno de noche suele ser algo más “aburrido”, comenta el
jefe de servicio. Incluso para un ceutí acostumbrado a
cruzar, resulta llamativo el funcionamiento interno de esta
maquinaria fronteriza, invisible la mayor parte del tiempo,
en la que sólo se repara como transeúnte cuando algo falla.
Camino de la frontera, por la N-352 hay tráfico intenso,
pero fluido. Todo parece indicar que será una tarde
tranquila, aunque en este servicio nunca se sabe. El turno
comienza a las 14.00 horas. En el de la mañana hay un grupo
“complementario”, que se encarga de reforzar el control de
pasaportes en el último filtro. En el primero hay cuatro
tornos o molinetes a los que se accede por otros tantos
pasillos entre verjas: para porteadoras, porteadores,
“retorno” y espacio Schengen. El de retorno es para que las
“devoluciones” de quienes tengan prohibido acceder a
territorio español puedan regresar sin “atascos”.
Hay que cuidar cada detalle para que el flujo de miles de
personas y cientos de vehículos que confluyen en algunos
momentos en la frontera sea fluido sin dejar de ser seguro.
“A los extranjeros se les realiza un control exhaustivo, a
los nacionales, mínimo, como marca el Tratado de Schengen”,
explicaría después uno de los dos jefes del CNP en la
frontera.
De ocho a diez u once de la mañana se da el tránsito más
intenso. El primer filtro, con dos policías en cada
molinete, se abre a las siete, y a partir de entonces
comienzan a entrar porteadores, la mayoría mujeres, y
también empleadas en el servicio doméstico o vendedoras
ambulantes que se mezclan con otros marroquíes vecinos de
visita a familiares y amigos ceutíes o que van de compras.
Este paso fronterizo soporta un flujo anual de seis millones
de personas; sólo en peatones, sin contar los vehículos,
serán entre 3.000 y 4.000 transeúntes diarios, apunta el
responsable del servicio, que también se refuerza con
agentes de la Brigada de Respuesta a la Inmigración
Clandestina (BRIC), de la Comisaría General de Extranjería y
Fronteras. Estos realizan un control exhaustivo de vehículos
y otro aleatorio de pasaportes de viandantes, que pueden
analizar con medios informáticos en el ‘Docucenter’. Este
control se suma a los anteriores y a veces se complementa
con el cotejo mediante un detector de falsificaciones.
Desde hace cinco años, tras la apertura del paso del Biutz,
que da acceso directo a los polígonos comerciales del
Tarajal, la frontera tiene un tránsito más fluido. Las
porteadoras, cargadas con sus enormes bultos adosados al
cuerpo, colapsaban el tránsito. Ahora no está permitido el
paso por la frontera de estos trabajadores. El Biutz está
abierto de lunes a jueves hasta las 13.00 horas. “El horario
se adapta a las necesidades de los marroquíes”, apuntan los
policías españoles, que conocen por sus colegas del otro
lado las incidencias y costumbres de su país, por ejemplo,
si es fiesta, algo que influye directamente en el tráfico
que tenga la frontera. El viernes es el día festivo para los
musulmanes, el del rezo principal de la semana, por eso no
hay Biutz.
Por las “jaulas” que regulan el tránsito a pie no pueden
pasar por las tardes personas con grandes bultos, sólo con
bolsas. Este es el caso de algunas mujeres que trabajan como
asistentas, y que, de regreso a casa, aprovechan el viaje
para llevar alguna mercadería. Mientras observamos el paso
de transeúntes, el policía apunta: -“¿Ve? Esa mujer que
lleva cuatro mantas está esperando a alguna conocida para
pasarle una y que no le pongan problemas al otro lado”. El
policía cuenta que el ir y venir de porteadoras ha bajado
“bastante” desde que abrieron el puerto de Tanger Med, y que
además, ahora ganan menos dinero. Un porteador puede sumar
20 euros al día y hacer tres y hasta cuatro viajes entre los
dos países.
Por eso, porque muchos de estos miles de trabajadores
marroquíes son conocidos para los agentes con más tiempo de
servicio en la frontera, los años de experiencia en el
Tarajal cuentan, y mucho. En el Grupo 3, al que acompañamos,
hay una mezcla de veteranía y “novatos” . Dos de ellos
comparten tarea de control de pasaportes en el único filtro
abierto por la tarde. El más antiguo lleva siete años, y su
compañero le pregunta. –¿Fnideq?, al comprobar un pasaporte.
–“Sí, Fnideq, es un pueblo limítrofe, tiene acceso libre
aquí”. Una vez que ha pasado el vecino de Fnideq, continúa
con sus explicaciones: -“Aquí cerca están Fnideq, Rincón (Mdiq)…”.
-“Hola, ¿cómo estás? ¿Bien?¿Has estado malita? Vaya, hombre…
Sí, sí, hay que beber agua, que hace calor”. El agente más
experto conoce ya a muchos de los que cruzan cada día la
frontera, como la señora mayor a la que se dirigía. –“Vienen
por necesidad”, explica otro compañero sobre las
porteadoras.
La cola no discurre por la tarde al fuerte ritmo de la
mañana, pero tampoco cesa. Una mujer se baja la parte
inferior del velo que le cubre el rostro ante el policía al
mostrarle el pasaporte.
-“Que no, que con la silla no se puede…” El agente más
experto advierte de nuevo a una joven que poco antes había
tratado de “colarse” con un minusválido en una silla de
ruedas por la parte de los vehículos. A esas horas no dejan
pasar sillas “porque luego las utilizan para cargar bultos y
forman lío”. El objetivo de todos es lograr que el paso sea
lo más fluido posible. Tanto el jefe de servicio como el
colega marroquí con el que conversábamos en esos momentos
saltaron como un resorte al ver el intento de acceder a
Ceuta por uno de los carriles de vehículos con la silla. En
ese punto de la frontera, en la franja que es “terreno de
nadie”, también suelen colocarse de refuerzo compañeros de
la UIP cuando hay mucho tránsito, para evitar esas
situaciones. La mujer lo intenta por segunda vez minutos
después, tras guardar una pequeña cola, por el filtro de
peatones. –“Que no que no, que ese anda mejor que yo”,
asegura el policía más experimentado ante la sorpresa de los
periodistas y también de su propio compañero. La mujer
retrocede, sale del pasillo y el hombre, en efecto, se
levanta de la silla y comienza a caminar ligero con ayuda de
una muleta. -“¿Ves, si lo sabía yo?, zanja con una sonrisa
el agente. Su compañero bromea: –“Esto es mejor que
Lourdes”.
Pronto surgen algunas incidencias, de las que a diario se
producen en este flujo continuo de personas entre dos países
con una de las diferencias de renta más grandes del mundo y
la mayor de la OCDE, con distintos idiomas, diferentes
religiones, costumbres…
Al jefe le dan un pasaporte para que lo compruebe en la
oficina. Está renovado en abril, pero al policía veterano le
suena la cara, cree que su portador, un marroquí de mediana
edad, tiene prohibición o denegación de acceso a España. Una
marca en el pasaporte, un sello particular, señala estos
casos. Hay nueve situaciones que pueden dar lugar a la
denegación de acceso a territorio Europeo. La lista está
pinchada en un corcho en la oficina del CNP en la frontera.
En efecto, el policía había acertado. –“Menudo elemento,
este es peligroso, ¿eh? Tiene diez años de prohibición”,
explica el jefe a uno de los funcionarios en labores
administrativas.
La dependencia nos la muestran en un momento en que está “a
tope”. Dos policías sentados frente a otros tantos
ordenadores buscan información de los pasaportes
“sospechosos” y atienden una ventanilla donde también
gestionan los “pases de favor”. Esos documentos,
“archivados” en una caja con sobres amarillos numerados,
sirven para unas horas, hay que devolverlos al regreso. “A
veces alguien tiene una urgencia y se le ha caducado el
pasaporte, por ejemplo. Nosotros procuramos no dar muchos
pases”, explica la policía. Si al día siguiente se detecta
que alguien no ha devuelto el papel, se da parte a las
autoridades marroquíes.
En la oficina hay en ese momento, hacia las 16.00 horas, dos
detenidos que están esposados. De uno se ha comprobado que
pesa sobre él una orden judicial de busca y captura dictada
por un juzgado de Ceuta. Se le ha identificado al sellar el
pasaporte para poder embarcar con destino a la península. La
Estación Marítima es la “verdadera” frontera, puesto que los
marroquíes que pasan a diario a la ciudad autónoma -sin
necesidad de visado en caso de ser de la provincia
limítrofe-, sólo pueden circular por la ciudad y han de
regresar a dormir a su país. Esos no necesitan sello, pero
para salir de Ceuta es obligatorio para todos. Los
pasaportes se cotejan en dos bases de datos, el SIS (Sistema
de Información Schengen), por si existe orden judicial o de
expulsión internacional, y en la nacional, llamada ‘Argos’.
Mientras, el otro detenido comienza a alterarse, hace como
que lloriquea y se mira la esposa que le ata al banco.
–“Jefe, jefe, yo nada, nada, ¿eh, jefe?”, repite mientras
espera a que comprueben sus datos. –“¿Qué tú nada?..., pues
bien que le sacabas el cuchillo a los compañeros, ¿eh?”, se
oye desde fuera replicar a una funcionaria. Y es que uno de
los agentes de la BRIC le ha encontrado un cuchillo. “Él
dice que es para desatar los bultos, pero claro el compañero
se lo ha traído, no puede pasar con un cuchillo”, explica el
responsable de grupo.
Finalmente, el joven se pone violento. Muy violento. Al
quitarle las esposas para tomarle las huellas dactilares,
sale corriendo de la oficina, trata de huir, se le oye
gritar. Algunas mujeres se paran, una intenta hablar con él.
Entre cinco policías apenas pueden reducirle, es alto y
fuerte. Los transeúntes no aciertan a traducir lo que grita
en árabe, no saben español. El resultado de las maniobras
para controlar su arranque histérico es una mujer policía
con un fuerte golpe en el brazo y otro compañero al que el
reloj le ha salido destrozado volando por los aires. La
policía está enfadada: -“Para que luego digan cómo les
tratamos. Mira cómo se ha puesto. Lo que aguanto yo..., que
cuando estoy allí (en los filtros) me dicen, tú eres una
mujer, vete para tu casa”. La agente se va al hospital a que
le hagan un parte de lesiones para denunciar al agresor, que
pocos minutos después de resistirse de forma tan alterada se
muestra de nuevo tranquilo. Finalmente sería detenido por
atentado a la autoridad.
Por la mañana, el tránsito, entre el Tarajal y el Biutz, a
un par de kilómetros de distancia a pie, sigue incesante. En
muchos casos, la mayoría, es circular. Las porteadoras
entran a Ceuta y no superan la rotonda que conduce el
tráfico a la ciudad, acceden a los polígonos, por el pasillo
de entrada a la frontera, donde hay una puerta que da a la
zona comercial, se cargan de bultos, salen por el Biutz e
intentan repetir el camino todas las veces que pueden.
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