Cuando Juana Mari Moreno, mi
distinguida amiga y polifacética artista de melodías
profundas con sus corcheas y semicorcheas. Me comentó en
unos de los viernes de mayo pasado en los bailes del Casino,
que iba a organizar un homenaje a la memoria del poeta y
escritor Miguel Lozano Tello. Fui uno de los primeros en ser
invitado a participar diciéndome: “Pepe, prepárate algo
bonito de Miguel”.
Y eso, preparar algo bonito con mis señas de identidad es lo
que hice de Miguel Lozano Tello, porque se lo merecía, al
haber sido grande hasta el último halo de vida en la tierra,
y lo continúa siendo actualmente donde se encuentre, al
haber sido y ser un escritor y poeta de los pies a la
cabeza, brotándole sus muñones de palabras desde los nobles
pilares de sus ideales. Que no eran otros que la libertad,
la justicia, la democracia y la paz, así como, desde unos
valores morales y éticos que hoy tanto escasean, como son el
respeto, la dignidad, la honradez y la caballerosidad.
Causas, entre otras muchas más, por las que desde el primer
momento que tuve conocimiento de ese acto, no dudé en
aceptar mi participación, para rendirle mi modesto homenaje
a su memoria, a pesar de que, como bien saben los que me
conocen, no me presto a participar en actos similares o
parecidos, en los que percibo que hay falsedad en los
organizadores y beneficiarios.
Pero si participé en el de Miguel es porque vivía, sentía y
pensaba en todo momento en poeta y escritor del pueblo. Por
eso le dolía el sangrar de nuestra querida tierra. Y esa
Algeciras, por la que él se desnudó totalmente en cuerpo y
alma defendiéndola contra vientos, mareas y tempestades en
sus escritos, poemas y exposiciones públicas. No me cabe la
menor duda, que esa Algeciras, sigue llorando su pérdida.
Con Miguel, compartí más de una charla, en las que brotaron
el dolor que nos producía las muchas atrocidades que se
estaban cometiendo no sólo con la comarca del Campo de
Gibraltar y su bahía, sino también, con Andalucía y con esta
España cañí de charangas y panderetas. Siendo la última vez
que coincidíamos, pocos días antes de marcharse, sin hacer
ruido de esta vida, cuando se encontraba sentado en el banco
de la izquierda que hay en la Plaza Alta, saliendo por la
puerta principal del Casino. Y os aseguro que Miguel no era
-un poco poeta-, como lo calificara desafortunadamente, en
una tribuna que le dedicó el catedrático Alberto Pérez de
Vargas. No teniendo servidor la menor duda que Miguel,
hubiera puesto en su sitio con mucho talante y educación a
este concreto Pérez de Vargas.
Pero como no lo puede hacer, lo hice públicamente por él, en
el homenaje que le rendimos días pasados en el Casino de
Algeciras. Porque hay que honrar siempre a los muertos,
sobre todo, si han sido personas honestas y de bien.
Y eso, honrar a su abuelo, es lo que hizo también una nieta
de Miguel, la que el 13 de mayo pasado, en el artículo que
le dedicara el referido catedrático, le contestó al
catedrático con el siguiente texto: “Sr. Pérez de Vargas
creo que no ha estado acertado refiriéndose a mi abuelo como
“un poco poeta”. Creo que para escribir sobre alguien es
preciso hablar con propiedad y yo pensaba que usted lo
conocía bien. Carecía de título académico pero lo que
escribía tenía corazón, sentimiento y era un gran rapsoda.
De todas formas, muchas gracias por su artículo. Le saluda
atentamente, una nieta de Miguel Lozano Tello”.
En fin… mis felicitaciones a esta nieta de Miguel, por
defender la sangre que le corre a borbotones por sus venas y
entrañas. Pero como es más que evidente que hay de todo en
la viña del Señor, una gran mayoría de los que nos dedicamos
a escribir, vamos día a día creando como Miguel, digna y
humildemente nuestra historia. Pero otros muchos van
haciendo las suyas menospreciando la dignidad humana, en la
menor oportunidad que se les presenta.
Pero allá ellos, porque a igual que escribiera mi gran
maestro Antonio Machado, en el poema ‘He andado muchos
caminos’, de su libro ‘Soledades’. Yo también a igual que él
“he andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he
navegado en cien mares, y atracado en cien riberas. En todas
partes he visto a mala gente que camina y va apestando la
tierra… Y en todas partes he visto buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan
bajo la tierra”.
Y descansar, es lo que está haciendo nuestro amigo Miguel,
porque repito, no era -un poco poeta-, sino un especial
poeta. Y con él, con Saramago, con Miguel Hernández y con
otros muchísimos autodidactas me quedo, antes que con el
referido catedrático.
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