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OPINIÓN - JUEVES, 21 DE JUNIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mangancia y trinconeo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ni siquiera la victoria de España frente a Croacia –por cierto, convendría invitar este verano al alemán Stark, árbitro del partido, a pasarse unas vacaciones ‘caribeñas’ superiores a las que ha venido disfrutando Dívar: presidente del Consejo General del Poder Judicial-, ha impedido que la gente se olvide de la crisis y que hable de corrupción más que nunca.

Mangancia y trinconeo son palabras que han vuelto a recuperar protagonismo en todas las conversaciones. La gente, en tiempos tan difíciles, no tiene pudor alguno en decir que si los de arriba trincan, estando menos necesitados, ¿por qué no trincar todos?

Robar es, como dice la persona que tengo a mi lado, la tentación fácil en tiempo donde son ya legión los damnificados por culpa de la corrupción de muchos gobernantes. Gobernantes, banqueros, funcionarios, particulares… (ladrones profesionales o aficionados).

Hay muchas formas de ser corrupto. De entre ellas destaca la de concederles privilegios a los próximos: entiéndase por próximos a familiares, amigos y personas con las que los políticos están en deuda por variados motivos. Ya sea porque éstas les abrieron los caminos para situarse en la cresta de la ola, bien para comprar silencios, o con el fin de que sea el testaferro de turno quien vaya llenando la faltriquera que un buen día podrán repartirse como lo que son…

Suena a tópico, pero es cierto que la corrupción de los gobernantes, en última instancia, es culpa de los gobernados. Primero, por no ejercer su vigilancia obligatoria. Segundo, por atribuirles poderes excesivos. Quien así se expresa, se queda tan pancho tras decir lo que ha dicho. Como si fuera fácil evitar un mal tan contagioso como el mal que desciende de lo alto, de quienes deberían ser ejemplares, y son, además de corruptos, corruptores.

Sí, los políticos corruptos son corruptores. No hay más que ver la admiración que entre la masa despierta cualquier ladrón de guante blanco. Causa incluso envidia en la sociedad que está dispuesta a dejarse corromper. Con el fin de vivir a lo grande.

Hay políticos, muchos, que no se conforman con estar tan bien remunerados. Es decir, ganando dineros que no han ganado nunca y que nunca ganarán cuando dejen un oficio que va camino de convertirse en un refugio de pícaros. Si no lo es ya. Bien es cierto, que los pícaros, antecesores suyos, con los que tanto hemos disfrutado en los clásicos, “robaban para vivir; éstos, para vivir mucho mejor”.

Y mientras ellos están viviendo mucho mejor, esto es los políticos, sin privarse de nada, llenos de promesas incumplidas y de palabras empeñadas, los demás nos despertamos cada mañana angustiados por lo que nos pueda ocurrir: el hijo que llama porque ha sido despedido de su empleo; la hija que había hecho planes y se encuentra con que le han bajado el sueldo hasta límites que tendrá que hacer malabares para poner la olla diaria, debido a que el marido lleva ya la tira de tiempo sin trabajar y se ha quedado sin paro; el amigo que llora en silencio la tragedia de verse sin tajo a una edad en la cual nadie le va a tender una mano laboral… Y así podríamos seguir enumerando casos y situaciones lamentables que están a la orden del día.

Mientras la tragedia continúa, los corruptos de todos los partidos, que no son pocos, emponzoñan el ambiente. El aire que respiramos. Sobran muchos políticos.
 

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