El pasado día cuatro del presente mes, fallecía en la
Residencia que los PP. Agustinos tenemos en Palencia, el P.
Montes. Había nacido el 6 de junio de 1917; tenía, pues, 95
años -menos dos días- de edad. El P. Antonio era muy
conocido aquí por los casi veinte años que pasó destinado en
Ceuta.
Antonio era el mayor de nueve hermanos, cinco de los cuales
viven. A los doce años de edad orienta su vida por la senda
estrecha de la Vida Religiosa, debiendo interrumpir sus
estudios filosóficos-teológicos a causa de la contienda
nacional. Uno de sus tíos carnales, que también había estado
destinado en Ceuta, el P. Severiano Montes, fue mártir en la
guerra española de 1936. Él fue movilizado en marzo de 1937.
Y en agosto del 38 es herido gravemente, lo que le supone un
internamiento de seis meses en hospitales de Zaragoza,
Burgos y Santander. Posee cuatro medallas.
En 1939 se reintegra de nuevo a la Vida Religiosa para
terminar de cursar las disciplinas teológicas y recibir los
diversos ministerios, ordenaciones y profesiones. Una vez
ordenado sacerdote, inicia el apostolado de la enseñanza:
tarea que le ocupará toda su vida. En el colegio San Agustín
de Ceuta estuvo destinado en dos ocasiones: desde 1953 al
1966 y desde 1984 al 1991. Estuvo siempre preocupado por la
enseñanza en general y de La Lengua Española en particular:
Gramática, Léxico, Sintaxis, la correcta expresión oral y
escrita; sin olvidar La Literatura (prosa y verso).
Quienes le conocieron de cerca, afirman de él que era hombre
culto e inteligente, lector empedernido, de buena
conversación, excelente profesor, polemista... Estaba
licenciado en Lenguas Clásicas, y diplomado en francés.
Algunos profesores compañeros suyo le recuerdan como un buen
amigo, “a pesar de ser mi jefe”. Una gran persona, a pesar
de sus rarezas que también tenía. Amante del colegio, de la
Orden, “severo y, sin embargo, cariñoso”. Otros, le
recuerdan leyendo el breviario a lo largo de la 1ª galería
del colegio, observando al mismo tiempo qué pasaba en el
patio, si había algún alumno fuera de clase o algo fuera de
lugar. Fue siempre una persona dispuesta para cualquiera que
lo necesitara.
Después de marcharse de Ceuta, continuaba interesándose por
lo que acontecía en el Colegio y en la Ciudad a través de
las numerosas amistades que había dejado, y “aprovechando
las ocasiones en las que íbamos a Madrid con motivo de algún
cursillo”. Cuando se enteraba que algún colaborador del
colegio de Ceuta viajaba a Madrid, donde estaba destinado,
lo buscaba para compartir con él mesa y mantel. “Teníamos
amenísimas charlas sobre el Colegio, sobre la Ciudad y sobre
las personas que él conocía, pues dejó aquí buenas
amistades”. Y es que el P. Montes se interesaba por todo y
por todos.
Un tumor pulmonar, maligno y solapado, con insuficiencia
respiratoria, fue el causante del desenlace final. Se
despidió de este mundo como había vivido en él: de prisa y
sin molestar a nadie. El P. Antonio pasó por la vida como un
hombre cabal. Su temperamento fuerte no le impidió nunca
vender afabilidad, sonrisa y entusiasmo continuos. Cuando
Montes levantaba la voz, es seguro que alguna
injusticia manifiesta se movía por el ambiente. “Se nos ha
ido un gran erudito, un excelente fraile y un buen amigo”,
nos comentan quienes le han conocido.
La Comunidad agustiniana celebrará una Misa por su eterno
descanso, el lunes 18 de junio, a las 20:00 horas, en la
parroquia de Los Remedios. Que Dios Nuestro Señor lo tenga
en Su Gloria, para interceder por nosotros.
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