Juan Luis Aróstegui, tras
hacerse con las riendas de Caballas, consiguió muy pronto lo
que estaba deseando desde hacía ya muchos años: convertirse
en el opositor más furibundo que pudiera tener el gobierno
presidido por Juan Vivas. Pues al actual líder de la
formación política, dirigida otrora por Mohamed Alí,
le ha encantado siempre ser el centro de atención de sus
conciudadanos. Sin embargo, éstos le han venido desdeñando
en las urnas. Por lo tanto, nadie debería extrañarse de que
a nuestro hombre se le haya ido agriando el carácter hasta
límites inconcebibles.
Ni siquiera la consecución de un escaño de concejal, después
de muchas intentonas fallidas, parece haberle satisfecho. Y
hasta puede que esté sobreponiéndose a un amago de
frustración. Ya que Aróstegui sabe muy bien que, de no
haberse camelado a Mohamed Alí, nunca habría vuelto a formar
parte de la oposición municipal. Una oposición necesaria. A
todas luces. De no ser así, los gobernantes, que tienden a
hacer de su capa un sayo, tendrían el camino expedito para
seguir cometiendo desmanes.
La función fiscalizadora de Caballas es atosigante para las
autoridades locales, porque Aróstegui y Alí –éste, más
crecido que nunca- no cesan de denunciar irregularidades.
Las autoridades se defienden diciendo que Aróstegui denuncia
de manera imprudente, por el mero afán de desacreditar a
personas e instituciones. En cambio, el susodicho se
defiende propalando que Caballas está ejerciendo un control
político del quehacer gubernamental de modo eficiente, con
valentía y acierto. Aunque nuncan cuajan sus presuntas
pesquisas corruptas, en los juzgados.
A mí me agrada sobremanera que el Gobierno local sea
sometido a continuas inspecciones por parte de Caballas; si
no fuera así, esto es, si no se le investigara por parte de
la oposición, seguramente terminaría siendo algo parecido a
la Federación de Fútbol de Ceuta: un desastre en todos los
sentidos.
Precisamente, durante los últimos días, Caballas, por medio
de sus voces más autorizadas, o sea, las de Aróstegui y Alí,
no ha dejado títere con cabeza. Le ha atizado de lo lindo a
Luz Elena Sanín, senadora del Partido Popular,
llamándole racista y xenófoba; demasiado castigo para lo
denunciado por ella. Le ha dado fuerte y flojo al
propietario del Hotel Ulises; quizá porque Karim Bulaix
se ha dejado ver mucho con el ex delegado del Gobierno,
José Fernández Chacón, a quien Aróstegui detesta con
avaricia. Tanto o más que a Francisco Márquez; del
cual, cuando se encarta, hace el chiste adecuado. Tampoco se
han olvidado los dirigentes de Caballas de acusar a las
autoridades de despilfarrar dos millones de euros, si acaso
deciden adjudicarle a una empresa la gestión del Auditorio.
Y algunas cosas más, sin duda, que se me habrán quedado en
el tintero.
En cambio, cuando se van a cumplir nueve días de la
reelección de García Gaona, como presidente de la
Federación de Fútbol de Ceuta, Aróstegui y Alí se han
guardado muy bien de decir esta boca es mía. Han mantenido
al respecto un silencio sepulcral. Cuando son conscientes de
que ese organismo recibe subvenciones municipales y no se
sabe cómo se emplean. Eso sí, disfrutan alardeando de ser
enemigos acérrimos del primer equipo de la ciudad. Y hasta
brindan por su desaparición. Y, si se produce, saldrán
diciendo que es un logro de ellos. De Caballas, claro está.
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