Cuantos más años gobierne una
autoridad más difícil resulta quitarle el poder, y mucho más
si gobierna por mayoría absoluta, con la oposición anulada.
Es lo que viene ocurriendo en Ceuta desde hace ya muchos
años.
Desde hace muchos años se viene festejando la presidencia de
la ciudad, porque si se mira hacia atrás, todo lo anterior
nos parece un desastre que llega a su punto culminante
cuando en las sesiones plenarias se armaba la de Dios es
Cristo: peleas, líos, ruidosos enfrentamientos y señoras
perdiendo la verticalidad por mor de la histeria causada por
los insultos recibidos.
En aquellos tiempos, años ochenta, es verdad que Juan
Luis Aróstegui y el editor del periódico decano tenían
algo más que ascendencia sobre el entonces gerente de
Procesa: Juan Vivas. Una ascendencia que hacía
posible que el gerente tuviera que decir amén a casi todas
las propuestas que le presentaban los susodichos.
De aquella época, aún recuerdo cómo Aróstegui llegaba al
despacho de Procesa, en la calle Independencia, tratando de
que Vivas le enseñara el camino por el cual poder transitar
para obtener réditos de su cargo como concejal. Era él, el
actual dirigente de Caballa, quien procuraba por todos los
medios dorarle la píldora al funcionario. A fin de ganarse
la confianza de un Vivas que sabía todo lo habido y por
haber de cómo funcionaban las cosas en la Casa Grande. Es
decir, en el Ayuntamiento.
Aróstegui, en cierto momento, decidió reunirse con un
gerente de la empresa de la limpieza, cuya sede central
estaba en Murcia, en sitio tan inapropiado como era un
sótano del Hotel La Muralla, y su imprudencia, le costó
tener que salir corriendo del establecimiento.
El motivo de la carrera de Aróstegui no lo puedo explicar.
Por razones obvias. Por más que el gerente de la empresa de
la limpieza, que era de cuidado, no tuvo el menor
inconveniente en contarme a mí las razones que había tenido
el político del PSPC para haber acudido a la cita
clandestina.
Razones que jamás he aireado. Porque entiendo que las
personas puedan pasar por necesidades que le exijan ponerse
al borde del precipicio. Al borde de deslizarse por la
ladera de la perdición. Sobre todo en aquellos años. En los
que la corrupción no estaba tan extendida como ahora. Así
que me alegré muchísimo, créanme, que no llegara a buen fin
aquella reunión de Aróstegui y el gerente de una empresa de
la limpieza, con sede en Murcia, que tenía la mala costumbre
de poner a prueba la honradez de los políticos.
Por lo tanto, cuando el líder de Caballa menciona su pasado
a la vera de Vivas, y sus visitas a Procesa en los años
ochenta, mis recuerdos afloran. Y tales recuerdos me ofrecen
una estupenda panorámica de cómo era Aróstegui como político
y Vivas como funcionario. Eran distintos a lo que son
actualmente.
Y me explico: Vivas ha crecido a la sombra de una entrega
total y absoluta de unos votantes que le están concediendo
la oportunidad de hacer historia como alcalde. Pero parece
que no acaba de coger la onda. Sobre todo de un tiempo a
esta parte.
En lo tocante al líder de Caballa, Aróstegui, nunca tuvo el
respaldo de los ceutíes. Y ese rechazo le fue agriando el
carácter. Y ha terminado por convertirse en un tipo
impopular que, incluso cuando lleva razón, la gente se la
quita. Una tragedia. Sin duda alguna.
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