Guardo una circular, publicada en
los años de Maricastaña, relacionada con el fútbol. Que reza
así: “El popular deporte del fútbol, arraigado profundamente
hoy en España, obliga a los Ayuntamientos a no mostrarse
indiferentes ante el mismo y supervisar el desarrollo de las
competiciones en que los equipos de sus localidades estén
encuadrados, sobre todo en aquellas poblaciones que tienen
equipos en categoría nacional”.
“De todos es sabido, continúa la circular, que el fútbol
moviliza grandes contingentes de aficionados y que la
inmensa mayoría de éstos, por pertenecer a la clase obrera y
media, que encuentran en su disfrute una expansión a su duro
trabajo cotidiano, es económicamente débil e impotente para
afrontar el importante gasto que supone el fichaje y
formación de equipos que les distraigan, mantengan durante
la semana su pensamiento en la marcha de sus actuaciones y
les alejen de los vicios y corruptelas que el aburrimiento
trae consigo”.
La circular data de los años cincuenta del siglo pasado, que
ya son años, y cambiando lo que haya que cambiar, no tengo
ningún reparo en decir que podría servir perfectamente como
defensa del primer equipo de la ciudad ante los políticos
que están deseando ponerlo en decúbito prono. Esto es,
bocabajo. Y si es posible con una piedra encima lo más
parecida a la que hay en algún lugar del Valle de los
Caídos. A fin de que no pueda erguirse nunca más.
Y si acaso sale algún portavoz moderno de la cosa a decirme
que la circular aludida es una antigualla repleta de caspa,
y que no pega ni con cola en los tiempos que corren, echaría
mano de lo último que se ha publicado en relación al fútbol
como remedio terapéutico para quienes padecen ciertas
enfermedades. Cuyos dolores y malestares disminuyen
muchísimo durante los partidos.
Bien. Aunque uno suele poner todas estas noticias en
cuarentena, no deja de ser cierto que antes de un partido de
fútbol del equipo de sus amores, cualquier aficionado vive
ilusionado con que llegue el momento y está predispuesto a
rendir más en cualesquiera actividades. Verbigracia: yo soy
del Madrid. Sí, ya sé que lo he dicho muchas veces.
Muchísimas. Pero no me importa repetirme, ya que si alguien
merece la insistencia de la repetición es, sin duda alguna,
el equipo merengue. Por lo tanto, cada vez que juega mi
equipo, a mí me tiene estimulado mucho antes de que empiece
el partido. Partido que vivo entusiasmado y algo dominado
por los nervios de saber lo que está ocurriendo. Mas son
nervios tan necesarios como cuando uno está algo estresado.
Y para qué decirles a ustedes, queridos lectores, si encima
gana mi equipo. Entonces, me paso varios días viviendo en
una nube.
Me imagino que los aficionados de la AD Ceuta, es decir, los
aficionados de verdad, que son más de los que algunos
piensan y menos de los que el club querría, desean
fervientemente que su equipo, el de sus amores, no sea
enterrado. Como está previsto por parte de los gobernantes.
Pues ello redundaría en contra de la salud de muchos de sus
seguidores. Por tal motivo, no me resulta nada extraño leer
que los aficionados están acudiendo prestos a firmar para
apoyar al primer equipo de la ciudad. Bajo el lema de que
hay que salvarlo. De no ser así, muchas personas quedarían
huérfanas de momentos gratificantes. Lo cual, además de ser
injusto, es contraproducente para la salud. Según un
estudio.
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