Hablemos claro y profundo. Antes
de nada debemos condenar una economía volcada únicamente en
el beneficio personal. El bien común nada dice para muchos
ciudadanos. Se habla de europeizar la economía social de
mercado, pero apenas se mueve ficha alguna. El presidente
del gobierno español acaba de vendernos como un logro, la
concesión de una línea de crédito europea de cien mil
millones. Si en verdad hubiese una conciencia europeísta,
ante un país con una situación muy delicada, todos acudirían
a su auxilio. Aun los países se miran hacia dentro de sus
fronteras.
No usemos palabras banales, España está en una situación
crítica. La línea de crédito europea para la banca española
es un rescate financiero en toda regla, en la medida que se
va a prestar o inyectar capital a entidades que se
encuentran en peligro de bancarrota, para salvarlas de la
quiebra, ruina o insolvencia. Se hace, pensando en el
crecimiento económico y en la creación de empleo, y, a mi
juicio, motivado por la necesidad de evitar un rescate mayor
ante la poca fluidez del crédito. Al parecer, ha sido el
gobierno quien ha presionado hasta conseguir este préstamo,
en condiciones ventajosas dicen, pero que al final pagarán
los contribuyentes. Sin duda, habrá un coste, pero debiera
ser compartido. Téngase en cuenta que jamás hay solución que
no tenga un precio. Precisamente, en 2002, el Banco Mundial
hizo un estudio según el cual los rescates financieros
cuestan un promedio de 13% del PIB al país que los lleva a
cabo.
Es cierto que sin crédito difícilmente hay inversión, y que
cuando frena el motor de la inversión, también disminuye el
empleo; pero no olvidemos el estado de endeudamiento público
y privado que tenemos y que, ahora, se acrecentará con este
préstamo de rescate a la banca, que pagaremos todos. En
cualquier caso, cuesta entender haber llegado a esta
situación de falta de liquidez bancaria, mientras se han
seguido manteniendo políticas de gasto inadecuadas. La
irresponsabilidad política en este país sale gratis y es la
causante de que hoy estemos hablando de este rescate
financiero, de la falta de futuro para muchos jóvenes, del
empobrecimiento de muchas familias que no tienen rescate
social de ningún gobierno, ni del estatal, ni del
autonómico, ni tampoco del local.
La desesperanza nos inunda al ver que la corrupción no cesa,
que las instituciones siguen desprestigiadas, y que la
austeridad la soportan todos, menos los líderes de las
finanzas, de la política o del sindicalismo. Se han cargado
la ilusión de los jóvenes, el tejido empresarial, la clase
media, y nadie se fía de nadie. España necesita lideres con
conciencia de servicio, con capacidad de trabajo y altura de
miras, responsables. España no hubiese necesitado rescate
financiero si en verdad hubiese habido una canalización del
ahorro hacia la inversión, la transparencia de los mercados
y la protección a los clientes. Por otra parte, habría que
pedir responsabilidades a aquellos gestores que hayan
incurrido en una administración de la actividad financiera
descuidada o perversa.
Sin duda hay que acelerar la reforma de las cajas de ahorros
sobre todo, y separar la obra social de la actividad
financiera, poniendo al frente a personas cualificadas en la
materia, no a políticos y sindicalistas que, con su gestión
del despilfarro, han actuado como auténticas burbujas del
desastre. Este apoyo financiero europeo debe servir para
culminar el saneamiento y la reestructuración del sistema
financiero, que ha de trabajar más y mejor, ante todo con
criterios de transparencia y análisis, de buen gobierno y de
protección a la ciudadanía, que es en última instancia el
consumidor y el que paga el buen o mal funcionamiento. La
lección que la ciudadanía debe extraer de esta ruina es, la
de zapatero a tus zapatos; dejar la entidades crediticias en
manos políticas es una irresponsabilidad total, puesto que
van a maximizar beneficios partidistas para sí y los suyos,
en lugar de beneficios económicos para el bien general.
Visto lo visto, tenemos que reconocer que no hemos sabido
gastar y tampoco hemos sabido guardar. Europa nos ha
rescatado y puede que esta hazaña contribuya a dar más
credibilidad al proyecto europeo y al futuro del euro, pero
nuestro sistema financiero español queda en entredicho y ya
veremos si vuelve a fluir el crédito. El gobierno, que goza
de mayoría absoluta, dice saber lo que tiene que hacer, y
que por ello toma las decisiones que toma, con el único afán
de recuperar el crecimiento y el empleo, hecho que no sólo
reduce la credibilidad económica de un país, es también un
gravísimo problema social. Una pésima gestión política,
junto a una crisis de valores éticos en las personas
dirigentes, ha hecho aguas los logros de muchas familias y
este sueño colectivo de bienestar social que vivíamos.
Dicho lo anterior, este rescate a España debe hacer
reflexionar a la ciudadanía. ¿Por qué han de ser rescatados
los bancos y no las familias endeudadas?. A veces no es
cuestión de inyectar dinero en el sistema, porque el sistema
está podrido y no funciona, es cuestión de discernimiento y
de nuevas proyecciones, basadas en la responsabilidad. Hoy,
con este rescate o refinanciación de la banca española,
seremos más Europa, pero menos España, puesto que estamos
sometidos a una constante supervisión financiera y estaremos
obligados a cumplir plenamente las recomendaciones europeas
para reducir el déficit, como pueden ser, subidas del IVA,
más recrudecimiento de reformas laborales, o de las
pensiones. Por tanto, considero, igualmente fundamental
rescatar políticas sociales perdidas, ahora que la crisis ha
colocado a muchos ciudadanos al borde de la pobreza y en
riesgo de exclusión, llegando incluso a perder su propio
hogar, por esa falta de modelo económico, solidario y
responsable, que debemos reivindicar.
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