Hablar con el patriarca Enrique Ribas. director artístico
del Circo Royal es una experiencia casi literaria, habida
cuenta de que con su historia y la de sus antepasados puede
escribirse, no una novela, sino el reflejo de una saga de
artistas con siglos de trayectoria. Del carromato con el que
los abuelos de sus tatarabuelos recorrían nuestra geografía
a los primeros camiones utilizados por la “troupe” y de ahí
a al nacimiento hace sesenta años del propio Enrique Ribas
bajo las gradas de su circo en pleno espectáculo porque su
madre, también artista, abandonó la pista para dar a luz
ayudada por la partera del pueblo. Y del paritorio, con
minutos de vida, a ser presentado por su orgulloso padre
ante el público asistente al espectáculo. No extraña que
este director polifacético que ha desempeñado todos los
oficios sobre la pista, de trapecista a equilibrista, de
músico a payaso representando incluso a España en certámenes
internacionales de clows, orgulloso padre de un campeón
mundial de kick boxing Bruno Ribas y excepcional locutor y
presentador, no sorprende en absoluto que se defina a sí
mismo diciendo que “lleva el serrín de la pista del circo en
la sangre”.
Que el mundo mágico del circo es una vocación, un pálpito y
un sentimiento es algo que no se puede poner en duda y toda
la familia Ribas, siglo tras siglo, lo ha sentido y sigue
sintiéndolo en la persona de su pequeño nieto, un niño
talentoso que da clases junto al resto de los más pequeños
de la troupe en la gran caravana habilitada como escuela y
dirigida por una profesora del Ministerio. Y podría decirse
que en todos los niños del circo late una vena artística
heredada, porque compatibilizan cursos y estudios con una
vida de arte y belleza paralela, son niños afortunados y eso
mismo debió pensar la princesa Estefanía de Mónaco cuando se
casó con un artista de circo y vivió durante años con sus
tres hijos en una roulotte, para que los principitos
“aprendieran” la vida de esfuerzo, sacrificio, fantasía,
disciplina, superación y amor por los animales que conlleva
el compartir el día a día con una troupe internacional. Ocho
nacionalidades distintas se cuentan en el Circo Royal y
otros tantos idiomas, el elenco es de primera categoría y es
uno de los dos únicos espectáculos donde los trapecistas se
atreven con el “triple salto mortal” que es un auténtico
prodigio estético. Distinto, eso sí, a la gélida perfección
del Cirque du Soleil del que he presenciado en directo dos
representaciones distintas y es más pura coreografía y
exquisito ballet que un “circo-circo”.
El Royal que se alza en la explanada de la Marina es más
tradicional, tiene espectáculo equino y ayer estuvimos
visitanto precisamente a todos los animales que viven cómo
marqueses ¡Esos caballos blancos cómo la nácar que responden
a sus nombres y tienen cara de saber latín! Y los graciosos
ponis que parecen perritos y se les ve muy mimados, de hecho
había un grupo de padres con niños visitando a los animales
y jugando con ellos. Pero la verdad es que el tipo de
instalaciones que disfrutan los animales del circo son
incluso mejores que las de un zoológico y los artistas
equinos, caninos y los saurios se ven vivaces y bien
alimentados. ¿O es que alguien va a dudar de mi cualidad de
declarada amiga de los animales? Nadie y quien lo haga es
por envidia o por vapores etílicos, pero les cuento que los
perros son los más graciosos, astutos y felices que he visto
en mi vida ¿Y los cocordilos? Puede contarlo el propio
Consejero de Sanidad el doctor Hakim porque en la roulotte
del director Enrique Ribas estábamos el reportero Fidel Raso
y servidora admirando los coloridos y suntuosos trajes de
gala cuando llegó la comitiva de Sanidad para examinar las
instalaciones. ¿Y cómo se quedaron cuando entraron en la
enorme caravana de los cocodrilos y vieron el césped
artifical, las piscinas con fuentes y las paredes decoradas
con pinturas de escenas tropicales para que los bichos se
sientan a gusto y ambientados? ¿Y lo que comen los saurios?
Carne blanca, ternera, pollo hervido y corazón ¡Más
quisieran los mileuristas! Eso sí, los cocodrilos miran con
muy malos ojos y tienen una mueca despectiva en sus bocazas
llenas de dientes que parecen cuchillos, para mí que por
mucho que disfruten del césped artificial y las atenciones
de un hotel de cinco estrellas esos bichos tienen mala leche
y que me perdone el director del Royal al que se le ve
siempre pendiente y desviviéndose por sus animales que,
además, son visitados semanalmente por un veterinario que
cuida de su salud. Dentro del mundo mágico cirquense los
animales son unos compañeros más y todos les quieren y les
miman, tratándoles cómo a mascotas, porque aunque son
artistas son también mascotas.
¿Y qué pudo pasar para que los de El Pueblo de Ceuta
estuviéramos “horas” extasiados observando los preparativos
de la función de hoy, haciendo fotos en la roulotte-escuela,
escuchando las historias apasionantes de Enrique Ribas
sentados en la primera fila de asientos desiertos y
embelesados por la cúpula estrellada que es la carpa? Pues
que el mundo mágico “nos atrapó” y caímos en sus redes que
son las mismas que les colocan por ley a quienes vuelan en
los trapecios y cuando llegaron los de Sanidad, lo que iba a
ser una visita profesional se convirtió en un lento
recorrido, observándolo todo, subyugados por los relatos del
director que nos explicaba cada detalle y nos hacía observar
lo bonitos que son los caballos y lo lindos que son los
perros, las dimensiones del graderío y sus actuaciones dos
años consecutivos en las ciudades más importantes de
Marruecos ante un público que adora ese compendio de música,
cromatismo centelleante, risas, situaciones de riesgo,
virtuosismo profesional y guiño a los sueños que es el
Royal. “Suenan tres avisos, primero, segundo,
tercero...Todos preparados, se entra en la pista y se siente
la luz potente de los focos...¡Miren, miren, se me pone la
piel de gallina!” ¿Y cómo es el mágico Royal “contado” por
Enrique? Pues una experiencia única e impactante de la que
disfrutamos todos y más el Consejero que es un gran cinéfilo
y sabía de memorieta todas las grandes películas sobre el
tema ¿Sabían que Burt Lancaster viene del circo? Así escena
tras escena, recreando la belleza en movimiento que es cada
actuación, el lujo del vestuario de los artistas ¿Han leído
una novelaza de Gary Jennings que se llama “Lentejuelas”?
Mucho mejor que “Azteca” porque recrea la vida en un circo
europeo del siglo XIX (la familia Ribas ya llevaba mucho
tiempo dando guerra por los caminos de la Iberia Vieja) y
cuenta cómo se quedaron en Inglaterra cuando vieron por vez
primera un elefante. ¿Y qué best seller podría escribirse de
la estirpe Ribas? Sí, de los hombres y mujeres que llevan en
las venas el serrín de la pista y que están hechos a
emocionarse en cada función y a disfrutar incluso más que
los espectadores en cada una de las representaciones ¿Y a
quien no le gustaría compartir por un tiempo esa vida
nómada? Siempre teniendo en cuenta la calidad actual de las
roulottes porque la del director es más grande que un
apartamento normal y tiene dos dormitorios. ¿Y el espíritu
de “gran familia” de esa raza particular integrada por
gentes de todas las razas y que trabajan en equipo haciendo
un trabajo formidable? Subyugante el conjunto, linda y
tranquila la escuela donde se imparten las clases en español
pero donde los niños hablan entre ellos en diferentes
idiomas porque los aprenden casi sin darse cuenta, al tiempo
que el arte de un oficio que se pierde en la noche de la
Historia, saltimbanquis, juglares, titiriteros, payasos,
músicos, equilibristas, magos, contorsionistas y grandes
estrellas del mundo animal. De los caminos a las grandes
cortes europeas, del carromato y el carro tirado por mulas a
las modernas roulottes y la era tecnológica, de la helada
perfección estética del Cirque du Soeil a la chispa, la
alegría y la más pura tradición cirquense del Royal. ¿Van
ustedes a disfrutar de la magia del mayor espectáculo del
mundo? Yo allí estaré.
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