Fue en la pasada Navidad, cuando un grupo de amigos
valoramos la posibilidad de hacer un viaje al Perú, con la
referencia de Machu Pichu como símbolo de una cultura y una
historia diferentes. Ante semejante atractivo, buscamos
fechas, agencias y presupuestos para lo que se nos antojaba
podría ser un viaje fascinante.
Así, el 29 de marzo salimos de Madrid con destino Lima, en
un vuelo de 12 horas de duración, que por mi falta de
experiencia en esos vuelos tan prolongados ya suponía un
primer desafío.
Lima es una enorme ciudad de 8 millones de habitantes, donde
lo primero que te llama la atención es el tráfico y la gran
cantidad de taxi y autobuses que circulan en todas
direcciones. La plaza de armas es el centro neurálgico de la
capital y reflejo constante de la presencia española, ya que
el Perú fue el Virreinato más importante de las Américas.
Visitamos después Arequipa, donde los grandes volcanes
Andinos parecen proteger y arropar a la ciudad, y ante la
formación de esta cadena montañosa y su impacto en la
naturaleza y en las personas, nos hizo empezar a comprender
la enorme influencia mágica en las culturas precolombinas,
que veían en la naturaleza y en sus grandes fenómenos
violentos unos dioses que podían influir en sus vidas y que
pretendían calmar con todo tipo de construcciones, ritos,
sacrificios, etc.
El lago Titicaca nos sorprende con la visita a la Isla de
los Uros, una etnia precolombina que habita en islas
flotantes construidas sobre sedimentos de Totora, una planta
acuática que crece en el propio lago. Esta manera de vivir
nos dejó a todos sobrecogidos, ya que es inevitable la
comparación con los modos de vida actual, ya asentado el
siglo XXI. El resto del viaje por el lago y la visita a la
Isla Taquile nos mantuvo en un mundo de costumbres
ancestrales y ritos desconocidos para todos nosotros.
El turismo de aventuras tuvo su mayor exponente con la
visita a la Cruz del Cóndor, situada en un cañón donde los
avistamientos de estas aves Andinas son frecuentes. Toda la
ruta fue una aventura.
Estuvimos a 5000 mts. de altitud, nevando y con los efectos
del mal de altura que hace que la vida se desarrolle a
cámara lenta.
Recorrimos cañones, desfiladeros, carreteras inundadas por
el deshielo, montañas alucinantes, y realizamos un esfuerzo
físico en muchos casos agotador. Era en esos duros momentos
cuando valoraba el esfuerzo de mi mujer por venir a este
viaje a Perú, ya que ella sabía que a mí me iba a encantar.
Otro de los grandes alicientes del viaje eran los templos
incas, situados en lugares donde los sacerdotes reconocían
la presencia de una energía especial que hacía necesario
establecerlo. Y daba igual el lugar, porque lo importante
era la energía.
Así los lugares elegidos, ya fuese en la selva amazónica o
en lugares remotos, había que construir estos templos, con
unas enormes piedras cuyo peso y tamaño hace, incluso con la
tecnología de hoy día, muy difícil el transportarla desde
lejanas canteras hasta los templos. ¿Fue una técnica inca
hoy desaparecida, fueron extraterrestres? Personalmente y
después de haber visto las piedras, creo más en la teoría de
los extraterrestres, pero, de momento, no lo sabemos con
exactitud.
Y por último, como broche final, la visita a la ciudadela
Inca de Machu Pichu (Montaña Vieja), Palacio del Inca,
Templo y posiblemente fortaleza militar.
Situada a medio camino entre la cordillera andina y la selva
amazónica y a la que se accede después de un viaje
fascinante en tren, bordeando un río de aguas bravas y que
posiblemente sea el origen del Amazonas. Después de hora y
media de tren, accedes en autobús a la ciudadela, Patrimonio
de la humanidad y considerada una de las 7 maravillas del
mundo moderno. Es difícil permanecer indiferente después de
visitar Machu Pichu, su impacto es vital. La grandiosidad de
las edificaciones, el esfuerzo humano que supuso su
construcción y las creencias místicas en que se apoyaron,
hacen de él un lugar inolvidable.
De vuelta a España, pusimos en orden nuestras ideas, eso si
tras otras 12 horas de vuelo, pero esta vez de noche, lo que
lo hace más llevadero. Una sensación que percibimos durante
todo el viaje fue el sentimiento negativo hacía lo español.
Nunca oímos hablar de la Madre Patria o de España o los
españoles. Siempre se hacía referencia a los conquistadores,
palabra a la que se solían añadir algunos calificativos poco
cariñosos. Sin embargo se hablaba de las culturas
precolombinas con auténtica admiración y considerándolas
víctimas de la conquista y de los conquistadores.
En cierto modo se está valorando más aquellas culturas, pero
en cualquier caso hay que entender que de ahí viene esa
relativa animadversión que encontramos hacia lo español. Y
esa idealización puede que se esté convirtiendo en algo
radical. Tan radical que llevó a uno de los guías a indicar
que los sacrificios humanos que realizaban los Incas no eran
producto de una sociedad cruel y violenta, sino que eran
ofrendas voluntarias de seres humanos para aplacar la ira de
los dioses.
Semejante razonamiento, impulsado por un maquiavelismo
refinado, sería muy parecido a los actuales terroristas que
se inmolan voluntariamente, pero que en realidad son
sometidos a una educación radical, xenófoba y excluyente que
les impulsa, cuando ya tienen una cierta edad, a suicidarse.
Espero que con el tiempo, se vuelva a valorar la gran
aventura de América, y sobre todo no se juzgue a los
españoles y a España por los hechos ocurridos en un momento
histórico determinado, pero haciendo ese juicio tomando como
referencia los Valores que hoy, en pleno siglo XXI,
defendemos como universales y atemporales.Los hechos
ocurridos en los siglos XV, XVI y XVII si deben ser
juzgados, que lo sean, pero tomando como referencia los
valores dominantes de aquellas épocas.
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