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OPINIÓN - DOMINGO, 3 DE JUNIO DE 2012

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


Lunes. 28

La última vez que hablé con Ginés Serrán Pagán fue hace ya muchos años. Tantos, que ha sido vernos, por casualidad, en el Hotel Parador La Muralla, y ponernos a pegar la hebra sin tomarnos un respiro, teniendo como testigo al director del establecimiento: Pedro Fernández Olmedo. Ginés es antropólogo, pero no se me ha ocurrido preguntarle si es especialista en todas las disciplinas concernientes a los humanos. Porque suelen ser muchas. Ginés es escultor, escritor, pintor…, y siempre está trabajando en muchas cosas a la vez, recorriendo mundo, como se decía antes, y repartiendo clases magistrales. Hablando con él, que es un placer, estuve a punto de incurrir en el tópico de llamarle renacentista o leonardesco, pero pronto me di cuenta de que Ginés Serrán Pagán, con un caletre privilegiado, no ha tenido tiempo todavía de inventar el último grito en avión. En suma: que me lo he pasado más que bien conversando con un tipo encantador. Con un artista de muchos quilates. Y con una persona tan amena que uno, que presume de charlar por los codos, decidió, en esta ocasión, ser todo oído, ante Ginés, para aprender.

Martes. 29

Corrían los años ochenta cuando yo tuve la oportunidad de conocer a Pío Aguirre Zamorano. Nos caímos bien desde el momento en que coincidimos en un local que yo regentaba. Sin que yo supiera que era juez. Hasta que un día hube de acudir al edificio judicial, situado, en aquellos entonces, en la calle de Padilla, y quedé enterado de que lo era. Luego, llegó a Ceuta Fernando Tesón Martín. Y Pío me presentó a su sustituto. Hoy, en las escalinatas del Hotel Tryp –por cierto, su comedor está cada vez más desatendido-, he tenido la suerte de tropezarme con los dos magistrados. Y he recordado con ellos cómo nos conocimos. Pío Aguirre Zamorano, que es vocal del Consejo General del Poder Judicial, estaba en la ciudad, una vez más, para participar en la Tercera Jornada Jurídica de Ceuta, dirigida por el presidente de la Sala Sexta de la Audiencia provincial de Cádiz en Ceuta, Fernando Tesón Martín. Con el éxito de siempre. Ni que decir tiene que, aunque han pasado ya muchos años desde que Pío y yo nos conocimos, los recuerdos afloraron. Ah, le dije al vocal del Consejo General del Poder Judicial lo mucho que sigo apreciando a Fernando Tesón Martín.

Miércoles. 30

El fallecimiento de Ángel Muñoz Vega me hace acudir presto al tanatorio. Donde hay ya muchas personas tratando de acompañar a sus deudos en momentos tan sentidos. En un momento determinado, se me presenta la ocasión de hacer un apartado con Francisco Verdú Abellán, jefe de Gabinete de la Delegación del Gobierno. Es la primera vez que hablo con él. Aunque, según Verdú, no pocas veces hemos coincidido en celebraciones, pero sin cruzar palabra alguna. De modo que aprovecho la ocasión para decirle que, tras su nombramiento, como jefe de Gabinete de la Delegación, he oído nada más que alabanzas relacionadas con su persona. Y su respuesta, como cabía esperar, es para quitarle importancia al hecho. Los pocos minutos que he podido charlar con Verdú Abellán me han servido para hacerme una idea de cómo es el funcionario que goza de tan buen cartel en la ciudad. Pegando la hebra estábamos cuando se acercó a nosotros Francisco Antonio González e Isidro Hurtado de Mendoza. Y allá que la charla transcurrió ya por otros cauces. Ah, he visto al Delegado del Gobierno tan entusiasmado como siempre. Es decir, tan entusiasmado como el primer día. Y, claro está, le he deseado toda la suerte del mundo en su cometido.

Jueves. 31

Muchas han sido las personas que le han dado su último adiós a Ángel Muñoz Vega. Entre ellas estaban Alfonso Conejo e Isidro Hurtado de Mendoza. Y acudo presto a pegar la hebra con ellos. Les he notificado la muerte de Fernando Gago; alcalde que fue de El Puerto de Santa María y que siempre estuvo dispuesto al acercamiento entre ambas ciudades. Fernando hizo su servicio militar en Ceuta. Y tanto cuando fue alcalde como teniente de alcalde, no dudó en visitar esta tierra, varias veces. La última vez vino para disfrutar de la Feria. Y se lo pasó muy bien. Con Fernando me unía la amistad de una niñez compartida en el Colegio de La Pescadería. Afable, enorme conversador, culto, y muy dado a hacer de la burla fina su mejor arma para salir de trances molestos, FG fue durante muchos años presidente de la plaza de toros del Puerto. Y daba gusto oírle contar algunas de las anécdotas vividas durante tanto tiempo dirigiendo los destinos de la lidia en el palco de un coso de leyenda. Isidro, Alfonso y yo hablamos de los tiempos que corren. Tiempos malos. Que hacen posible que vaya surgiendo lo peor de cada persona. No está, desde luego, el horno para bollos.

Viernes. 1

Me llama alguien conocido, y que me lee muy de mañana, para decirme que le gustaría saber que le ocurrió a Vicente Almenara. A quien cito en la columna de hoy. Y no tengo el menor inconveniente en ponerle al tanto de un asunto que produjo el consiguiente revuelo en Ceuta, cuando principiaban los años ochenta. Vicente, que era –y es periodista-, ejercía como director en el ‘Diario de Ceuta’. Y fue denunciado por un artículo que escribió acerca de los funcionarios de esta ciudad. El juez de turno, sin pensárselo dos veces, lo envió a la cárcel. Cárcel a la que yo iba diariamente a visitar al periodista. Ya que el hombre, a medida que pasaban los días sin salir de Los Rosales, se iba viniendo abajo a paso de legionario. Mi amistad con el director de la prisión, entonces, me sirvió para ayudar, en la medida de mis posibilidades, a Vicente Almenara. Quien me había sido presentado por Eduardo Hernández Lobillo. En la cárcel, durante mis visitas, Almenara me fue contando el motivo por el cual se atrevió a escribir lo que escribió. Y, sobre todo, me dio los nombres de quienes fueron los verdaderos hacedores de aquel parecer que le hizo a él verse entre rejas, durante una semana. El editorial del ‘Diario de Ceuta’, sobre aquel asunto, lo conservo yo como oro en paño. No tiene desperdicios. A ver si la semana próxima lo busco y lo propalo. Para que sepan ustedes de qué manera actuaban algunos personajes en esta tierra.

Sábado. 2

No nos cansamos de oír, a cada paso, que, cuando se ocupan determinados cargos, la transparencia resulta básica y además es exigible, obligatoria y necesaria por parte de quien rige los destinos de cualquier organismo. Lo cual le sienta la mar de bien a la democracia. Sin embargo, uno lleva ya la tira de tiempo reclamándole a la primera autoridad de la ciudad que haga lo que esté en sus manos, que no es poca cosa, para que el presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta, Antonio García Gaona, explique en qué invierte las subvenciones concedidas a la federación por el Ayuntamiento. Pero que si quiere arroz, Catalina. Ya que García Gaona se niega a que se sepa, de una vez por todas, en qué estado se hallan los libros de contabilidad, si es que existen, de la federación presidida por él. Cuando yo se lo recuerdo a García Gaona, personalmente, siempre me contesta de la misma manera: “Vente conmigo a la sede de la federación y te enseño los libros de contabilidad”. Y mi respuesta es, también, la misma: “Antonio, que no soy yo a quien hay que enseñarle las cuentas, sino a la gente”. Pero Antonio, que será una persona estupenda, según dice un tal Javier, que desempeña cargo de maître en el Hotel Tryp, es terco, terco con arrogancia. Arrogancia similar a la de su antecesor en el cargo. Quien solía responder, cuando se le requería claridad en las cuentas, como si fuera el Gran Capitán. Con orgullo desmedido, sí; pero nada más. Por lo tanto, estoy convencido de que a García Gaona, mientras manden quienes están mandando, que además presumen de ser imbatibles, se la trae floja todo cuanto se le diga. Él esta para lo que está… Y sanseacabó.
 

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