Cuando estaba leyendo la prensa
local, toda ella, lo cual quiere decir los periódicos de
papel y los digitales, he visto la fotografía de José
María Campos con sus auriculares puestos, entrevistando
a José Torrado; presidente de la Autoridad Portuaria,
en un programa radiofónico.
Ignoraba yo que José María Campos estuviera ejerciendo cual
comentarista fijo en dicha emisora. De haberlo sabido antes,
puedo asegurarles que habría sido oyente fijo desde el
primer día. Por más que las actuaciones en la radio de don
José María, como analista, se sucedan en horario que me
hubiera obligado a tener que suprimir otras obligaciones.
Pues a ver quién provisto de algo de sentido común, y con
deseos de aprender, no es capaz de sacrificarse para poder
acudir cada día, o los días en los que nuestro hombre
reparta lecciones magistrales y variadas a través de las
ondas, a escuchar atentamente a quien lleva años y años
diciéndonos cómo ha de regirse esta ciudad, en todos los
aspectos, sin que los políticos le hayan prestado la menor
atención. Así nos ha ido.
Pero no siempre las lecciones magistrales del señor Campos
resultaron baldías. Pues hubo un tiempo, cuando Ceuta Unida,
formación que contaba con Rafael Montero, cual líder
de tronío (!), en que lo primero que éste hacía cada mañana
era caminar hasta la playa de Benítez, con su amigo y
consejero, Josemaría, con el fin de bañarse ambos en las
frías aguas de un mar abierto que, según ellos, les ponía
las meninges en condiciones de pensar lo mejor para Ceuta.
Lo que no sé es si consiguieron que Juan Luis Aróstegui,
muy cercano ya al editor del periódico decano, también
accediera a darse baños de mar tan fríos como para salir
convertidos en témpanos. Bloques helados dispuestos a
ejercer el bien por encima de todo.
Tampoco el actual presidente de la ciudad, que entonces
mantenía ya unas relaciones extraordinarias con los
susodichos, ha despreciado nunca los consejos de quien más
sabe de todo en esta tierra: don José María Campos. Es más,
recuerdo un día en el cual salió a relucir la conversación y
pude enterarme de que con los ricos, y si además eran
personas ilustradas, cultas, y en posesión de un olfato
indecible para los negocios, sólo cabía seguir sus consejos
y decirles que sí a casi todo lo que mandaran. Corrían los
años ochenta y nuestro presidente, Juan Vivas, era el
funcionario más destacado y celebrado de esta ciudad. Por lo
que sabía de qué iba la cosa.
La cosa iba de listos. Sí; de personas despiertas e
inteligentes. Conviene hacer la aclaración porque,
seguramente, los habrá malpensados que crean que a los
señores citados los estoy tratando yo de manera despectiva.
Ni por asomo. Que ya me guardaría yo muy bien de llamarlos
listillos, listorros o listorrones. Porque no lo son.
Pues bien, al ver a Campos con los cascos puestos,
convertido en periodista -por cierto, profesión que a él le
chifla -, lo primero que se me vino a la mente fue algo que
está almacenado en la alacena de mi memoria: que hubo aquí
un periódico -‘Diario Ceuta’- en el cual creo que mandaban
mucho Campos y Olivencia. Y cuyo director, Vicente
Almenara, fue víctima de algo que contaré cuando me
apetezca. Prueba palpable del buen hacer de ambos señores.
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