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OPINIÓN - VIERNES, 1 DE JUNIO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Bienes municipales
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo que más odio es la deslealtad. Hay quien nace tonto o feo, o bajito, muy bajito, pero nadie nace desleal ni sinvergüenza. A eso se llega con dedicación y alevosía, perfeccionándose por el uso y el abuso. Mis palabras suenan fuerte en la reunión en la cual me encuentro.

Quienes me conocen, porque llevo casi treinta años alternando en esta tierra, viviéndola a pecho descubierto, saben que no me suelo parar en barras cuando me corresponde opinar acerca de cómo actúan los políticos. Sin miedo alguno a que éstos se ensañen conmigo. No sería la primera vez que quien escribe sufre la persecución de políticos mediocres en todos los sentidos.

De entre esos políticos, hay uno que siempre que pudo se cebó conmigo. Vamos, que procuró siempre hacerme rodar por la ladera conducente a la ruina. Sin conseguirlo. Gracias a Dios. Porque de haber logrado declararme derrotado, humillado y desterrado, nunca habría podido disfrutar yo de una tierra pequeña y marinera.

En una tierra pequeña, marinera, y de suma importancia geoestratégica, se hace cada vez más necesario que surja un líder con capacidad suficiente para estar a la altura de las circunstancias exigidas por el lugar. Un líder que sea capaz de aunar voluntades. Un líder de verdad. Con los atributos suficientes para ejercer el cargo con ejemplaridad. Con prudencia, por supuesto que sí; pero también con el valor justo para cumplir con los compromisos adquiridos.

Lo que no vale, bajo ningún concepto, es creerse carismático por la cantidad de votos recibidos en las urnas. Y dejarse llevar por esa circunstancia para hacer como gobernante de su capa un sayo. No: no, y mil veces no. Habría que gritar a esa forma de actuar.

Cierto es que, según dice un escritor famoso por la cantidad de libros que vende, el carisma se utiliza para engañar. O para vencer sin convencer, como la fuerza bruta. El carisma envuelve en soledad a quien lo posee, o a quien, sin poseerlo, lo utiliza.

“Lo peor de los carismáticos -de malísimo tienen mucho- es la naturalidad con la que se atribuyen todo lo bueno sin mezcla de mal alguno (como el cielo) y se sacuden todo lo malo sobre la banda por ellos elegida. Indiferentes al albañal y los males que suscitaron, siguen sonriendo, como si no ocurriese nada, cada vez con una sonrisa más de talco y dentera”.

Con una sonrisa de talco y dentera hemos asistido esta semana a la declaración de un concejal, cuando se le ha preguntado por las razones habidas para concederle dos bienes municipales, por la cara, al editor del periódico decano. Bajo la complacencia de un señor al que las aclamaciones lo están llevando a ser tenido ya por alguien que ha implantado una minidictadura en la ciudad.

Los efectos de esta pequeña dictadura, aunque a menudo graves, suelen pasar en silencio porque los humillados y ofendidos carecen de amplificadores para hacer patente la injusticia, y el minidictador cuenta de antemano con la garantía de la impunidad. Lo cual es axioma. O lo que es lo mismo: verdad no necesitada de demostración.

No es el caso que nos ocupa. Pues creo que ‘El Pueblo de Ceuta’ aprovechará el momento para decir ¡basta ya! ¡Basta ya de que se otorguen bienes municipales -por la cara- al editor del periódico decano!
 

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