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OPINIÓN - MARTES, 29 DE MAYO DE 2012

 
OPINIÓN

¿Trato de favor o tráfico de influencias?

Por Juan Merino


Cuando se juega con ventaja o, como los grandes ventajistas, con cartas marcadas, en el fondo y en la forma, no parece que la limpieza sea sinónimo de transparencia. Y este es uno de esos casos.

Conocido es el dicho de que “nadie da duros a pesetas” y, en el caso que nos ocupa, tampoco hay ningún tonto -perdonen-, por ninguna de las dos partes. Quiere decirse que, llegados a este extremo, algo no parece lógico: alquileres a la baja- bajísima en zona céntrica privilegiada donde el beneficio es para la empresa de un medio de comunicación que se ve claramente favorecida por una adjudicación por la que tantos suspirarían, ha de obedecer no a una cuestión prosaica ni de un altruismo descomunal. Ha de haber o, se intuye, algo más. Y no nos llamen malpensados. Las bicocas o chollos no existen.

A la crítica coalición “Caballas”, tan sensible en cuestión de “Violines por la paz”, esta operación de arrendamiento le ha de sonar a gloria bendita o a música celestial, porque ni se ha inmutado. Suponemos que no será porque el tratamiento informativo del benefactor, en este caso, es de su agrado o, tal vez, porque Juan Luis Aróstegui es asiduo colaborador del medio. Sea por lo que fuere, su sentido crítico esta vez, ha quedado atrofiado sin considerar nada lesivo para los intereses de la institución por la que tantas veces han salido en defensa legítima y en pro de los intereses generales.

Para otras asociaciones que limosnean un local decente donde instalarse como la que lidera Carmen Barranco esta adjudicación les ha de poner muy “contentos” al comprobar el trato igualitario que reciben, desconociendo, tal vez, que unos son más iguales que otros.

Habrá quien piense que el transfondo podría ocultar algún trato de favor o alguna otra forma de primar intereses que no son, precisamente los generales, por mucho que se quiera ejercer la ceremonia de la confusión con ese Museo de la Prensa “que redundará en beneficio de los ciudadanos”, como describe el aludido Decreto de adjudicación.

No es de recibo que hechos de esta naturaleza se den en una sociedad democrática, donde el ejercicio “digital” trata de soslayar, en muchos casos, los procedimientos establecidos como normales y se acuda a la excepcionalidad para darle virtualidad a lo que, cualquier mente sabe calificar por su nombre.

El insulto a la inteligencia de las personas, como sucede en este caso, no es un juego de listos, sino una artimaña burda de quienes pretenden tomarnos a todos por tontos. Y encima, quieren que, a ser posible, guardemos silencio y pongamos nuestra mejor sonrisa dedicada a Rafael Montero y sus ocurrencias.

Ya saben, “El silencio de los corderos”. Claro que, mientras cuente con cómplices...ancha es Castilla.
 

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