Cuando se juega con ventaja o, como los grandes ventajistas,
con cartas marcadas, en el fondo y en la forma, no parece
que la limpieza sea sinónimo de transparencia. Y este es uno
de esos casos.
Conocido es el dicho de que “nadie da duros a pesetas” y, en
el caso que nos ocupa, tampoco hay ningún tonto -perdonen-,
por ninguna de las dos partes. Quiere decirse que, llegados
a este extremo, algo no parece lógico: alquileres a la baja-
bajísima en zona céntrica privilegiada donde el beneficio es
para la empresa de un medio de comunicación que se ve
claramente favorecida por una adjudicación por la que tantos
suspirarían, ha de obedecer no a una cuestión prosaica ni de
un altruismo descomunal. Ha de haber o, se intuye, algo más.
Y no nos llamen malpensados. Las bicocas o chollos no
existen.
A la crítica coalición “Caballas”, tan sensible en cuestión
de “Violines por la paz”, esta operación de arrendamiento le
ha de sonar a gloria bendita o a música celestial, porque ni
se ha inmutado. Suponemos que no será porque el tratamiento
informativo del benefactor, en este caso, es de su agrado o,
tal vez, porque Juan Luis Aróstegui es asiduo colaborador
del medio. Sea por lo que fuere, su sentido crítico esta
vez, ha quedado atrofiado sin considerar nada lesivo para
los intereses de la institución por la que tantas veces han
salido en defensa legítima y en pro de los intereses
generales.
Para otras asociaciones que limosnean un local decente donde
instalarse como la que lidera Carmen Barranco esta
adjudicación les ha de poner muy “contentos” al comprobar el
trato igualitario que reciben, desconociendo, tal vez, que
unos son más iguales que otros.
Habrá quien piense que el transfondo podría ocultar algún
trato de favor o alguna otra forma de primar intereses que
no son, precisamente los generales, por mucho que se quiera
ejercer la ceremonia de la confusión con ese Museo de la
Prensa “que redundará en beneficio de los ciudadanos”, como
describe el aludido Decreto de adjudicación.
No es de recibo que hechos de esta naturaleza se den en una
sociedad democrática, donde el ejercicio “digital” trata de
soslayar, en muchos casos, los procedimientos establecidos
como normales y se acuda a la excepcionalidad para darle
virtualidad a lo que, cualquier mente sabe calificar por su
nombre.
El insulto a la inteligencia de las personas, como sucede en
este caso, no es un juego de listos, sino una artimaña burda
de quienes pretenden tomarnos a todos por tontos. Y encima,
quieren que, a ser posible, guardemos silencio y pongamos
nuestra mejor sonrisa dedicada a Rafael Montero y sus
ocurrencias.
Ya saben, “El silencio de los corderos”. Claro que, mientras
cuente con cómplices...ancha es Castilla.
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