Fideua, macarrones con nata, patatas bravas, gambas de
Huelva y ‘rebujito’. Sevillanas que apenas se escuchan con
el sonido de las palmas, de las risas, de las
conversaciones. Un año más, Ceuta llega a el Rocío y mayo
huele a romero. Más de un centenar de ceutíes se unen a la
romería desde la Plaza de Doñana, donde se ubica la casa de
Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Ceuta. El camino ha
sido corto, desde Almonte. Quizás el año que viene se
decidan a hacerlo por la senda que cogen los gaditanos,
explica Eduardo Ayala, secretario de la Hermandad.
Casi ochenta asistentes por parte de la Hermandad, varios
ceutíes residentes en la península se han acercado también,
como Maribel del Real, que viene de Jaén. Es domingo y
minutos antes de esa comida compartida, la emoción ha
inundado el porche de la casa. Los hermanos algecireños han
rendido homenaje a Ceuta haciéndole entrega de un cuadro con
la Virgen, que conmemora los 25 años de la hermandad
caballa.
Pedro Moreno, alcalde del Simpecado, lleva esos 25 años
haciendo el camino. Se acerca a la aldea tres o cuatro veces
al año, y cuando llega la romería, nunca falta. La afición
le viene, rememora, de la época en la que dejó Ceuta para
estudiar en Sevilla. Sebastián Rojo, otro de los hermanos,
lleva 15 años haciendo el camino. Dice que la sensación “no
se puede explicar, hay que vivirlo”. La medalla colgada al
cuello, el sonido de una caja, el calor pegadizo y los pies
que se cuecen con la botas rocieras. Quedaba poco para el
salto de la verja, el momento cumbre del Rocío. En la
madrugada del lunes, los rocieros se amontonaron en la
ermita al grito de ‘Viva la Blanca Paloma’. Uno año más, los
ceutíes se unieron al canto, y a la emoción.
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