No es que trate de meterme en camisa de once varas hablando
de salud, por más que me impartieran en su momento unos
inútiles cursos de nutrición ortomolecular, pero el haber
pasado con creces el medio siglo da cierta experiencia y el
que durante parte de este periodo cualquier virus o bacteria
patógena que pasara a mi vera exclamara llena de malos
instintos “¡Hombre, aquí está Nuria, vamos a hacerle una
visita!” me hace de cierta manera experta en calamidades y
situaciones de riesgo. Pero lo mejor de las dolencias es
aprender a evitarlas y acudir a un buen médico amigo de las
medicinas alternativas (y de paso de la convencional) y a un
mejor boticario. Los consejos que me han dado desde siempre
pasan por vigilar mucho la alimentación y tratar de evitar
el huevo en verano por el riesgo de salmonellosis, mucha
higiene en frutas, verduras y ensaladas y más cuidado aún
con el sol si se está tomando algún medicamento porque puede
provocar reacciones cutáneas y mucha loción antimosquitos ya
que cualquiera sabe de donde viene el bicho y lo que puede
traer. Decir que hay que extremar la higiene y que los
mejores jabones y geles son siempre los de farmacia no es
ninguna novedad. De paso diré que siempre he admirado a
quienes se atreven a ir con sandalias, por no decir con “la
chancla” y los pies descubiertos a nivel del asfalto, será
que a muchos la simple idea nos causa aprensión tal vez por
un ramalazo hipocondriaco más que evidente.
Pero lo que más me atemoriza es el aire acondicionado cuando
entro en cualquier local porque siempre me interrogo acerca
de que si los responsables son personas limpias o puercas y
si los filtros habrán pasado los controles de sanidad, más
la incomodidad de los aparatos mal graduados que hacen que
entres en una tienda, unas oficinas o una cafetería y el
aire esté más helado que las tripas de una sepultura y
además es un frío poco saludable porque en muy pocas
ocasiones acompañan los aparatos con depuradores de aire o
con ozono que es “lo más”. Temo a la legionella porque es
bastante mortal y a las neumonías en general porque son muy
jodidas, así que aporvecharé los consejos de mi amigo Javier
Carrillo de Albornoz que es un médico sabiondo y esta semana
trataré de vacunarme contra la neumonía ya que me ha dicho
que la vacuna es muy eficaz. No obstante considero que lo
más interesante es que el estrés de la vida diaria (al que
siempre uno el estrés horroroso que producen los móviles que
hacen que llevemos la oficina a cuestas 24 horas al día) no
provoque una bajada de las defensas con la consiguiente
“gripe por estrés”) que consiste en una especie de resfriado
matinal cronificado con brotes de herpes en la boca o en la
nariz ¿La solución que me han recomendado? Todas las mañanas
mi cápsula de zinc de Arkocapsulas que me dispensan en la
farmacia Arcos de calle Jáudenes, mi cápsula de Inmunoferon,
las vitaminas B por un tubo y la echinacea que aumenta las
defensas, al igual que la vitamina C que hay que tomar de
medio en medio gramo y todo ello con la fría reprobación de
Javier el médico de las vacunas que me aconseja la despensa
de la naturaleza y hartarme de cítricos ¿Pero cuantas
naranjas ecológicas hay que comer para llegar a dos gramos
puros de vitamina C? Para quienes no somos capaces de
masticar y engullir kilos de alimentos saludables lo mejor
es alargarse a por nutrientes a la botica. ¡Y si en algún
lugar consideran que el aire está demasiado frío, quéjense!
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