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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE MAYO DE 2012

 

OPINIÓN / SNIPER

Tetuán, entre la Medina y el Ensanche
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

El calor ya empieza a apretar y la campiña, poco a poco, va perdiendo el alegre verdor tomado de las escasas y últimas lluvias, adquiriendo ese color entre amarillo y pardo tan propio del estío. Tetuán se levanta en obras, mientras el aumento de los efectivos de seguridad alrededor de la popular plaza del Feddán (en sus tiempos plaza de España y ahora plaza Hassán II) presagia la próxima llegada a la Blanca Paloma de la Yebala del joven soberano Mohamed VI. La inmensa mayoría de los tetuaníes pasen quizás de ello pero los “tituaníes” y tomen nota del matiz, se preguntan qué aspecto acabará tomando la ciudad en la que han crecido ellos y sus ancestros y en la que, a buen seguro, acabarán la mayoría el resto de sus días. También pensamos algo parecido los “tituaníes” de vocación, pues como al fin y al cabo advertía mi abuelo Moisés “nacerás donde Dios quiera pero morirás en el pueblo de tu mujer”, o sea que ya sé lo que procede cuando toque. La inversión es pequeña, con 2 x1 m2 en el viejo cementerio español basta. Y sin problemas de luz ni agua. Largo descanso cara a la eternidad.

La huella española, morisco-andalusí en la Medina y la vieja Mellah y más moderna en el Ensanche, salta a la vista por doquier. Si la Medina, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1997, encara su futuro en un marco normativo y proteccionista, el Ensanche del Protectorado aun está a la espera de una ordenación visionaria y respetuosa que proteja sus edificios y ponga en valor un tejido arquitectónico que, de alguna manera, complementa al de la Medina. Al fin y al cabo y a diferencia de las ciudades francesas de Marruecos, levantadas normalmente a distancia de los núcleos urbanos tradicionales, los planificadores españoles diseñaron el Ensanche como una continuidad de la Medina, un sabio y armonioso complemento de lo viejo y lo nuevo, extraordinario y único, que permite a propios y extraños saborear el ritmo de la historia. Por ello este escribano del limes entiende que en materia proteccionista el viejo Tetuán se ha quedado con el trabajo a medias, pues la guinda al patrimonio de la Medina no es otra que el patrimonio del Ensanche como memoria viva de lo que fue ese Tetuán, la ciudad de las tres culturas, ejemplo y paradigma de esa convivencia de la que ahora tanto se alardea.

Ciudades hay muchas y urbanismos también. Pero la protección integral del patrimonio tetuaní supone un valor añadido a la ciudad misma, un revulsivo para su desarrollo y vector de un tipo de turismo que potencie su crecimiento. Sin protección integral, urbanística y del medio natural, no puede hablarse hoy de desarrollo sostenible ni de futuro. Urge en primer lugar una documentada catalogación urbanística, pero no como mero inventario de inmuebles sino que lleve añadido un marchamo de protección con su cuadro legal, evitando con ello el deterioro y eventual derribo de edificios únicos, como lamentablemente ya está sucediendo. Tetuán cuenta con dos recursos añadidos: obviamente el interés de sus habitantes, los “tituaníes” comprometidos con su espacio urbano, pero también con el marcado interés del propio rey Mohamed VI, amante de ésta ciudad y su entorno y que ha convertido a Tetuán en la capital estival del Reino. No debe obviarse el desvelo real, por lo que son las máximas autoridades de la ciudad (desde la Wilaya al Ayuntamiento pasando por la Agencia Urbana) las primeras interesadas en salvaguardar el rico patrimonio de la misma. De nada sirve un plan de protección de la Medina si el Ensanche se hunde en la incuria. Uno va de la mano del otro. Y el joven soberano alauí que tanto se está desvelando por su país, bien merece que las autoridades de Tetuán ofrezcan lo mejor de sí mismas convirtiendo la ciudad en la joya de la corona. Inch´Aláh.
 

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