Blanca y en botella. ¿Qué puede ser? Lógicamente la leche.
Mesa para las votaciones integrada por empleados del propio
García Gaona, de entrada ilegitimada por la ausencia de
interventores ni durante la propia votación ni en el
posterior recuento de los votos. ¿Que puede ser? Lógicamente
las elecciones de la FFC, es decir, ¡la leche!. Y eso que no
estamos en la Venezuela de Hugo Chavez, sino en la
pluridemocrática España, donde si algo no faltan son
garantías de todo tipo para hacer que hasta la elección del
presidente de la comunidad de propietarios de un bloque, se
atenga a una serie de requisitos formales que son
irrenunciables y a unos postulados capaces de acreditar la
total transparencia de cualquier votación. Así cómo el
derecho inalienable a la privacidad de los votantes que han
de contar con un espacio reservado para elegir su papeleta.
¡Complicaciones y burocracias! debieron pensar los
responsables de la FFC, dispuestos a simplificar al máximo
el proceso, salpicándolo de paso de todos los vicios
formales.
Los bastantes cómo para que prospere la impugnación, se
declare la nulidad de la votación y haya que volver a
comenzar desde el principio. ¿Puro afán de incordiar, por no
decir joder, a quienes acudieron a depositar su sufragio,
porque tendrán que regresar a un nuevo llamamiento? ¿Modas y
modos, modismos, personas, paisajes y paisanajes bananeros y
bastante inadecuados a los avances del siglo XXI? Bananero,
con su toque caciquil a modo de caipirinha bien revuelta de
“tics” antidemocráticos.
La mesa claramente parcial, la ausencia de interventores, la
inexistencia de cabinas, la puerta que se cerraba y se
abría, el recuento sin testigos y la total opacidad, lo
único que faltaba era la santera con el turbante y la
gallina para hacer la macumba al son de ritmos afrocaribeños.
¿Será tal vez porque Garcia Gaona quiere acoplar unos nuevos
usos culturales a nuestro actual “crisol de culturas”?
Y para mayor bochorno la presencia del fedatario público
para levantar acta de las presuntas irregularidades. El
tener que llamar “al Notario” es el último recurso antes de
llamar directamente a la policía para denunciar el “desmadre
a la fefecé”.
¿Pero no se dan cuenta de que lo único que genera ese
bananerismo absurdo es un insano cachondéo? El personal se
burla ante los “amañamientos” que son exponente de
ambiciones personales. ¿Y es que no es sana la ambición? Sí,
lo es porque constituye una motivación a la hora de
conseguir logros determinados, pero se vuelve insana cuando
para lograr los objetivos últimos hay que recurrir a “chanchullerías”.
¿Y de qué tipo pueden ser esas “chanchullerías” desde la
perspectiva doctrinal? Hay dos tipos básicos:
1º.- Inteligentes, solapadas, maquiavélicas e incluso
sibilinas, pero siempre respetando las formas todo lo
posible para no correr el riesgo de impugnaciones y
anulaciones.
2º.- En plan burdo y “evidente” con mucho comportamiento de
la España del “landismo” de por medio, extremadamente
“cantoso” muy de Torrente y con cierto sustrato del Malecón
de la Habana, pero sin señoritas diciéndoles a los turistas
eso de “¡Mi amol...!”.
En este segundo supuesto suelen mandar a llamar al Notario
que irrumpe con los folios, levanta acta, se entera de los
desaciertos, apercibe, da fe pública y proporciona todos los
instrumentos precisos para que prospere una impugnación.
¿Cálculo de probabilidades? Validez 0- Anulable 10.
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