La Federación de Fútbol de Ceuta
ha tenido siempre fama de no llevar contabilidad, o llevarla
tan mal, como para que sus libros de anotaciones fueran
considerados como impresentables. Tan mala reputación le
viene de lejos a un organismo que fue manejado por un
presidente, a su manera, durante años, años y años.
Muchas fueron las veces que a mí me denunciaron de qué
manera se pagaba en la federación: hasta firmando los
receptores de los dineros en una servilleta. Los trapicheos
en la federación han sido tantos cual distintos los modos de
interpretarlos para beneficio propio. Es decir, para
procurarse un bienestar económico el amo del cotarro.
Los trapicheos que se han venido llevando a cabo en la FFC,
desde hace ya la tira de tiempo, eran sobradamente
conocidos. Pero nadie se atrevió nunca a decir ni pío. Por
miedo. Pues sabido era que denunciarlos equivalía a ser
perseguido con saña por el periódico decano. Refugio
acorazado de un hombre que hacía y deshacía a su antojo en
la federación.
Cada vez que al entonces presidente de la federación se le
pedía que dijera si las cuentas del organismo estaban
asentadas en los libros correspondientes, como mandan los
cánones de la cosa, bramaba contra quien se atreviera a
poner en duda su manera de manejar los dineros. A mí, por
ser insistente en la petición, se me dijo de todo. Debido a
mi deseo de saber qué se hacía con las subvenciones
municipales. Entre otros dineros.
Nada más tomar Antonio García Gaona posesión de la
presidencia, lo primero que hice fue recordarle que a él le
tocaba acabar con una época de oscuridad en todos los
sentidos. Y que lo más apropiado era hacer una auditoría.
García Gaona nunca accedió a sanear un organismo que estaba
metido hasta el cuello en el ocultamiento de las entradas y
salidas de dineros. Un desastre de administración económica.
García Gaona acabó por decirme, más o menos, en
conversaciones privadas, que en vista de que él había
querido como a un padre al anterior presidente se sentía
obligado a hacer borrón y cuenta nueva. En realidad, Antonio
era consciente, y lo sigue siendo, de que las cuentas de la
federación no se podían airear por gozar de la condición de
impresentables.
Pero hay más, mucho más… Me explico: hubo un tiempo donde yo
mantuve buenas relaciones con alguien muy ligado al actual
presidente de la FFC, y fui testigo de algo que si bien no
me sorprendió sí me causó bochorno. Porque me percaté de un
tejemaneje que me hizo entender las razones por las que
nunca las cuentas de la FFC podrían ser presentadas en
sociedad.
Permítanme, por razones obvias, que no aclare en que
consistía el tejemaneje comercial, aunque sí diré la
conclusión a la cual llegué por lo averiguado: semejantes
trapicherías no podían hacerse sin el consentimiento de
otras personas que estuvieran, en autoridad, por encima de
GG y de un cargo de Turismo. Y acerté.
Acierto que ha vuelto a evidenciarse tras leer en las
páginas de este periódico lo que Viajes Trujillo facturó a
la AD Ceuta siendo Felipe Escane presidente. Una
facturación millonaria (1.790.084 euros). No obstante, a la
máxima autoridad del asunto no se le ocurrió decirle al
presidente de la FFC que estaba infrigiendo normas. Y se le
siguió subvencionando. Y, naturalmente, ya no cabe que salga
el político de turno a contarnos el cuento del alfajor.
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