Vivir unidos ya es una garantía
humana. El futuro de la integración es más una cuestión de
mano tendida que de mercado. Lo malo es cuando la ciudadanía
se subordina a los escándalos, se acostumbra a ellos, y
convive con ellos. El desenfreno, la falsedad y el vicio han
colmado los mercados de poder. Las cuentas no pueden cuadrar
y nadie se fía de nadie. La corrupción es noticia
permanente. Nos hacemos trampas unos a otros. Los rescates
no funcionan porque tampoco existe un proyecto europeo
común. Nada es común en este Europa diversa y dispersa.
Además, a mi juicio, a esta unión de naciones le falta un
liderazgo aglutinador, con capacidad de acción y reacción,
que pueda poner orden a esta furia dominadora de comercios.
Más Europa, menos mercados. O lo que es lo mismo; más
europeísmo, menos frialdad. Las familias son más que
transacciones. El deber de todo gobierno europeísta, aparte
de promover el crecimiento y los puestos de trabajo, es
trabajar en conjunto y de forma transparente. Puede que sea
fundamental no gastar más de lo que no se tiene, pero
también es vital no entorpecer el mecanismo de las
instituciones en beneficio de intereses partidistas. Pienso
que debemos corregir la corrupción de estructuras sociales y
detener la expansión de la violencia. En un espíritu
corrompido no cabe el hermanamiento. Algo que se precisa
para hacer Europa juntos.
Las raíces y causas de esta crítica situación de Europa,
avivada por la crisis del euro, son profundas y múltiples.
En última instancia, se fundan en un debilitamiento de los
valores humanos comunes y de los principios éticos
universales. Frente a estos acontecimientos, nadie puede
permanecer indiferente, y toda institución pública debe de
colaborar en su misión de servicio. No olvidemos, para
desgracia nuestra, que de Europa han surgido en un corto
espacio de tiempo dos guerras mundiales. Es fundamental,
pues, establecer una conciencia europeísta, que hoy no
existe, y partiendo de ahí, poner orden, verdad y luz, en
las cuestiones centrales de convivencia y solidaridad. No
puede darse avance social sin aplicar la ética de las
responsabilidades y desestimando la voz de los más débiles
ciudadanos. Por tanto, el progreso llega cuando el
pensamiento y la conducta caminan moralmente unidos, en las
relaciones económicas y mercantiles, para encaminarse al
bien de la ciudadanía.
Leo que Estados Unidos anda preocupado ante el desorden
europeísta. A todos nos afecta todo. Sería bueno que la
actual crisis del euro fomentase una coordinación de
políticas internacionales, con especial énfasis en la
creación de empleo; pero ahora, a mi juicio, se ha producido
otra torpe decisión europeísta. Aceptada la ruta de que
austeridad y crecimiento van de la mano; Alemania, Francia e
Italia, se ponen a tomar decisiones por sí mismas. Excluir
jamás ha dado buenos caminos de entendimiento. Con esta
actitud, se puede seguir abriendo la brecha de una Europa
dividida, dominada por los mercados y vendida a ese poder de
mercado. Desde luego, para que la eurozona salga de la
crisis, todas las voces deben escucharse y ha de ayudarse a
las naciones a buscar las reformas necesarias, protegiendo a
la población más vulnerable en todo momento.
Europa, que presume de civilización y ofrece más inseguridad
que seguridad e inquietudes que esperanzas, tiene que
cimentar nuevas estructuras de unidad y de unión, donde
nadie puede quedar excluido. La estrategia pasa por un
crecimiento inteligente, donde la investigación tiene que
jugar un papel fundamental, sostenible e integrador. El
aporte formativo para una nueva ciudadanía europeísta es
vital, pues ha sido cegada por comportamientos consumistas y
por actitudes poco ejemplarizantes. La verdadera renovación
tiene que partir de la cúspide, esa que dice representar a
los ciudadanos, y que ha hecho caer en graves errores de
juicio y de deshumanización.
Está visto que la recuperación del euro no será tal sin la
recuperación del empleo y de un empleo de calidad. Las
inversiones mal dirigidas crean deudas y generan desastres,
y mucho más en una era de austeridad, donde todos debemos
utilizar sabiamente los recursos que tenemos, en la búsqueda
del interés general y de las personas en cuanto a su
dignidad. En todo caso, para salir de una crisis es
fundamental la colaboración, cooperación y coordinación, o
sea hacer más Europa.
Sin duda, nos encontramos en un momento decisivo para crecer
como europeos. Necesitamos, en consecuencia, hallar el
sentido de una acción colectiva y responsable. Únicamente
con esta acción social podremos salir reforzados de nuestros
problemas comunes. No es bueno que Grecia salga del euro. Lo
diga quien lo diga. En una familia nunca sobre nadie. Y esta
nación, considerada como la cuna de la civilización
occidental, de hecho para Occidente este país es el lugar de
nacimiento de la democracia, forma parte de la estirpe
europeísta. Por desgracia, vivimos en una Europa donde la
cuestión del respeto de los derechos humanos está lejos de
ser una realidad obvia. Todo parece girar alrededor de los
mercados y de una economía excluyente. Ha llegado el momento
de recobrar una ética ciudadana solidaria. Sólo cuando
Europa recupere su familia (al completo), recuperará su
riqueza. No nos dejemos confundir.
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