Los integrantes del 15M ceutí mantuvimos un interesante y
amplio diálogo sobre la educación en Ceuta. Se trataba,
entre cosas, de discutir sobre nuestro apoyo a la
convocatoria de huelga en el sector educativo que va a
celebrarse el próximo martes, 22 de mayo. Las razones de
este paro en la enseñanza fueron expuestas por algunos
entusiastas y comprometidos miembros de la comunidad
educativa de Ceuta que han decidido sumarse al movimiento
15M. Según expusieron, los recortes en gastos de personal y
la supresión de programas experimentales, junto con las
reformas educativas anunciadas por el gobierno, van a tener
una incidencia muy negativa en la maltrecha educación ceutí.
Como se ha dado a conocer hoy mismo (19/05/2012), Ceuta
vuelve a encabezar el listado de los territorios con mayores
índices de fracaso escolar y abandono prematuro de los
estudios obligatorios. Ante este penoso panorama no parece
lógico ni sensato reducir los medios materiales y humanos
para reconducir unos resultados educativos que, de no
corregirse, anuncian un futuro no demasiado halagüeño para
nuestra ciudad. Dicho esto, alguno de los presentes en el
debate quisimos ampliar el marco de discusión planteando una
crítica al sistema educativo vigente en España. Se trataba
de dilucidar si el actual modelo de educación fomenta la
democracia o, por el contrario, sirve para perpetuar un
sistema socioeconómico injusto, insostenible y
deshumanizado.
Para los más críticos entre los intervinientes en el debate
sobre la educación en Ceuta, la enseñanza tal y como se
practica en nuestro país, y en general en la mayor parte de
los países de nuestro entorno, es en realidad un instrumento
perfecto de absolutismo político, cuya aceptación general,
según expuso Lewis Mumford, es “fatal para el ejercicio de
un juicio independiente, el disenso crítico o el pensamiento
creativo”. Lamentablemente, nuestras aulas, en vez de formar
a ciudadanos plenos, conscientes de sus responsabilidades
cívicas y críticos con la realidad que les ha tocado vivir,
matan cualquier tipo de iniciativa personal y contribuyen a
la formación de hombres y mujeres atávicos, competitivos,
individualistas, conformistas, consumistas y acríticos.
Justo el tipo de ser humano que interesa para el
mantenimiento del vigente modelo económico que nos ha
llevado a la actual crisis sistémica.
El movimiento 15M es plenamente consciente de que la
democracia política no será posible si no va acompañada de
una democracia económica y educativa. Si la democracia pudo
surgir en Grecia hace 2.500 años fue porque supieron unir la
cultura espiritual y la moral. Según Werner Jaeger, uno de
los más reputados conocedores de la educación o paideia
griega, “las cosas humanas a que dirigía su atención
culminaban siempre, para los griegos, en el bien del
conjunto social, del que dependía la vida del individuo”.
Para Sócrates, el verdadero educador tiene que ejercer como
un médico de almas para quien el saber es el “alimento del
espíritu” y que se preocupa ante todo de conocer qué será
provechoso para éste y qué será perjudicial. Por tanto, se
trata de una educación que antepone la sabiduría al
conocimiento y lo práctico o utilitario al fomento de las
virtudes cardinales del ser humano: piedad, justicia,
valentía y moderación.
Esta visión de la educación que representa la enseñanza de
Sócrates se vio, ya por aquel entonces, enfrentada a la
escuela de los Sofistas. Este tipo de educación, que se ha
convertido en la habitual de todos los tiempos y lugares,
embute en el espíritu humano, al buen tuntún, toda clase de
conocimientos. Tal y como comenta Werner Jaeger, “el
movimiento sofista había surgido de la necesidad de dar una
cultura superior a la alta capa gobernante y de la elevada
valoración de los méritos de la inteligencia humana. La
finalidad práctica de los sofistas, la formación de hombres
de estado y dirigentes de la vida pública, había favorecido
esta nueva orientación en una época como aquélla, preocupada
fundamentalmente por el éxito”. Ni que decir tiene que la
tendencia marcada por el sofismo es la que se impuesto en la
cultura occidental, siendo desde su dominio un freno
insalvable para el pleno desarrollo de la democracia.
La democracia presupone un alto nivel de cultura y sabiduría
moral. Esto sugiere la idea de hacer de la educación el
punto de Arquímedes en el que es necesario apoyarse para
mover el mundo político. Este aspecto ha sido recientemente
analizado, de manera brillante, por Antoni Brey, Daniel
Innerarity y Gonçal Mayos, en el libro que lleva por título
“la sociedad de la ignorancia y otros ensayos”. Nosotros en
lo que quisiéramos incidir es en la vertiente ética de la
educación, lo que nos lleva a reclamar un nuevo modelo
educativo que se preocupe de formar a ciudadanos sabios y
responsables de sí mismo y del bien de la sociedad en su
conjunto. Para hacerlo posible necesitamos un educador
comprometido que, siguiendo la doctrina socrática, se
dedique a persuadir “a los jóvenes y sus viejos de que no se
preocupen tanto ni en primer término por su cuerpo y por su
fortuna como por la perfección del alma” (extraído de la
Apología de Platón).
Somos plenamente conscientes de que una escuela como la
descrita con anterioridad no entra en los planes ni de la
izquierda, ni de la derecha ni del centro político de
nuestro país. Está situada en un plano que se ha empezado a
explorar en algunos sectores de la pedagogía en España, de
la mano de uno de nuestros más célebres filósofos: Emilio
Lledó. Parte de sus planteamientos en materia educativa
están recogidos en su obra “ser quien eres. Ensayos para una
educación democrática” (2009), un auténtico alegato a favor
de la revitalización de la Paideía y el diálogo, además de
constituir una sugestiva reivindicación de la memoria. En
este libro podrán encontrar la descripción de los principios
que pueden conducir a una educación democrática basada en la
promoción de la inteligencia y en el aliento de la libertad.
Para concluir, y respecto a la huelga del próximo martes,
tengo que manifestar que mi visión de la educación, -como ha
quedado patente a lo largo de este escrito-, está bastante
alejada del modelo imperante en nuestro país. Con esta
escuela y con esta universidad va a ser difícil construir
una sociedad verdaderamente democrática. Por ello debemos
exigir un cambio radical en el paradigma educativo y la
ciudadanía tiene que ser el motor que impulse esta
revolución en el sector de la educación. No obstante, sería
contraproducente caer en una especie de adanismo
irresponsable que desecha todo lo anterior simplemente
porque no se ajusta a mi concepto de la educación. Ninguna
persona o colectivo con cierto grado de sensatez tiraría
abajo todo lo construido y desecharía los medios humanos y
materiales disponibles. Lo inteligente es emprender acciones
inmediatas con los agentes a nuestro alcance, tomando
posición de las estructuras existentes y utilizándolas para
los nuevos propósitos educativos. Es por este motivo por lo
que me opongo al desmantelamiento de la educación pública.
Aunque no me guste el funcionamiento del edificio educativo,
pienso que su estructura es indispensable para la
construcción de la educación democrática a la que aspiró y
considerado debe reclamar el movimiento 15M.
* Miembro del 15M ceutí
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