Contar los motivos por los que secundaré la huelga de la
enseñanza me llevaría a relatar la historia de mi vida…de mi
niñez, de mi infancia, de mi adolescencia, de mi etapa
universitaria, de los muchos años que me recorrí como
interino la geografía española, de la época de las
oposiciones, de las luchas sindicales, de los encierros en
los institutos, de una huelga de hambre que marcaría para
siempre la conciencia de la dignidad, de la solidaridad, del
trabajo colectivo por levantar, entre todos, los cimientos
que sostienen un país libre: la educación.
Veía a mi madre, cuando era niño, ir a su escuela. Las cosas
no andaban bien en casa y, después de muchos años, tuvo que
ponerse a trabajar. Con más de 40 años y cuatro hijos se
puso a estudiar las oposiciones mientras esperaba todos los
años el nombramiento de interina o la posibilidad de una
sustitución. Entre fogones, platos sucios y una opresión en
el pecho sobre la amenaza de perder su trabajo estudiaba en
la inmensidad de la noche, preparaba sus clases con las
luces agonizantes del día y los amaneceres
sigilosos….Aquellos años vivimos muchos conflictos en la
enseñanza. La dictadura recién acabada hizo que los
trabajadores fueran recuperando una conciencia de clase tan
enterrada durante largos años de silencio.
Recuerdo en el instituto los primeros aires de libertad:
alumnos y profesores debatíamos sobre el sistema educativo,
las reformas, la esperanza de hacer desde las aulas la
revolución social que necesitaba nuestro país . Éramos
conscientes de la importancia de la unidad, de la necesidad
de compartir intereses y proyectos. No olvidaré jamás una
huelga de profesores no numerarios que consiguió paralizar
durante más de un mes la enseñanza. Padres, profesores y
alumnos fuimos eslabones que logramos formar una cadena
indestructible….
Terminando el bachiller llegaron los ecos del golpe de
estado. Creo que comenzamos a valorar más lo que habíamos
conseguido: la escuela libre, pública, laica, debería ser un
bastión para una sociedad democrática, crítica y solidaria.
Una sociedad que formara personas en los nuevos retos con
los que empezábamos a caminar.
Llegó la Universidad, la Facultad de Filosofía, los debates
ideológicos, las reivindicaciones por las tasas, por las
becas, por los programas de estudios. Tal vez el referéndum
contra la OTAN nos devolvió de nuevo la sensación romántica
de que el pueblo siempre debería estar unido en momentos
clave…..
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, comencé a trabajar como
profesor interino en Andalucía. Fueron 12 años, tal vez, los
mejores años de mi vida… La docencia era una pasión, un
aliciente para creer en la utopía…las clases de Filosofía
eran campos abiertos de opinión sobre los temas que
suscitaban interés y que provocaban rutas existenciales para
descubrir quiénes éramos cada uno de nosotros: el sentido de
las cosas, el futuro, el compromiso para con los demás….
Y en aquellos años también aprendí que los derechos hay que
conquistarlos y que, una vez conquistados, hay que
defenderlos con uñas y dientes… fue un febrero de 1992,
muchos profesores llegamos a clase y se nos comunicó que
habíamos sido cesados para recolocar a otros compañeros.
Nuestros contratos fueron anulados de golpe y porrazo…
Empecé una huelga de hambre que duraría 18 días: encierros,
asambleas, manifestaciones…conseguimos contar a la sociedad
lo que estaba pasando en la enseñanza con un colectivo de
trabajadores....Conseguimos muchos apoyos, nos hicimos oír,
nos hicimos ver, nos hicimos notar, se habló de nosotros, se
pensó en nosotros, se discutió sobre nosotros….De una manera
o de otra, ganamos la batalla a la administración accionando
el inmenso poder de la opinión pública que decide tomar, de
una vez por todas , cartas en el asunto: la calidad de la
enseñanza, la precariedad de muchos profesores, la falta de
sustitutos, la no adjudicación de vacantes, las cargas
horarias injustas, los turnos de mañana, tarde y
noche…..Creo que todos llevamos la antorcha y creo que
comenzamos a creer en nosotros mismos, en la posibilidad de
hacer un frente común con lo que considerábamos inalienable:
La enseñanza pública y todo lo que ello significa.
Ya han pasado más de 20 años de aquellos acontecimientos y
sigo intentando despertar voces dormidas entre mis
compañeros que se ven derrotados antes de la batalla, que
creen que nada se puede hacer porque no están dispuestos a
hacer nada, que critican a los sindicatos desde fuera y no
desde dentro. Voces dormidas que no se rebelan contra los
que quieren cegarnos con sus razones infames para clausurar,
de manera acallada, la escuela pública, de calidad, libre,
gratuita y democrática:
Yo, el martes iré a la huelga…..
Por mis compañeros interinos que perderán su puesto de
trabajo.
Por todos los profesores que serán desplazados de los
Centros y tendrán que dar asignaturas en la que no están
realmente formados.
Por los opositores que no tendrán la posibilidad de una
oferta pública de empleo.
Por los sustitutos que llegarán tarde, mal y nunca a los
Centros.
Por las clases masificadas.
Por un aumento de la jornada laboral que conlleva un
desgaste del profesorado. Los alumnos no son números, son
personas.
Por los compañeros del convenio que verán recortados sus
contratos ( trabajadores sociales, bibliotecarios,
profesores de informática…)
Por los compañeros que consiguieron una reducción de jornada
después de tantos años de servicio y perderán ese derecho.
Por las becas y ayudas que la administración no concederá.
Por el aumento de las tasas universitarias.
Por la calidad de la enseñanza.
Por el respeto a la labor docente.
Decía García Márquez que lo más importante que aprendió a
hacer después de 40 años es a decir NO cuando es No. Hago
mías las palabras de Platón cuando en la” República” habla
de la justicia: “ la peor forma de justicia es la justicia
simulada”.
Todos y cada uno de nosotros vamos en el mismo barco. Todos
somos responsables en la medida de nuestras posibilidades de
construir una escuela de todos y para todos….El silencio nos
convierte en cómplices.
* Profesor de Filosofía del I.E.S “ Siete Colinas”.
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