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OPINIÓN - VIERNES, 18 DE MAYO DE 2012

 

OPINIÓN / ANALISIS

¿Acabar con la precariedad de las trabajadoras?
 


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Cierto es que las ávidas arcas de la Seguridad Social necesitan ingresos con carácter urgente y cuanto mayor número de afiliados coticen, mucho mejor. Pero también es evidente que el servicio doméstico en Ceuta y en Melilla llevado a cabo por asistentas transfronterizas es un fenómeno que presenta una idiosincrasia específica que nada tiene que ver con el resto de España. Es una confluencia de intereses: a las familias les interesan empleadas de hogar a precios razonables y a las trabajadoras marroquíes les interesa ganar un sueldo.

Hasta ahora las relaciones de empleadores y empleados en el servicio doméstico se han basado en la simple palabra, con excepción en la Península de las asistentas o internas extranjeras, sobre todo sudamericanas y ucranianas que sí han necesitado un contrato de trabajo para poder acceder a la residencia y a los derechos que ello conlleva. Indudablemente el servicio doméstico es una actividad con horarios laborales mucho más flexibles, sobre todo en el caso de las asistentas en régimen de internas que es algo que en el resto de España se está casi perdiendo porque los sueldos son prohibitivos para una familia de economía media. En Ceuta, afortunadamente los salarios son más razonables e incluso con el esfuerzo por parte del empleador de pagar las cuotas de la Seguridad Social del empleado, la relación laboral continúa siendo ventajosa en el sentido de que no se alcanzan los precios de la Península.

En lo relativo a la contratación de extranjeras cuando en Ceuta existen numerosas mujeres en situación de paro que podrían desempeñar la misma actividad que una transfronteriza, el criterio que prevalece es la de la libertad del empleador para decidir quien quiere que entre a trabajar en su casa y a qué persona en concreto se confía la responsabilidad de cuidar a los niños o a los abuelos y hacerse cargo de las tareas del hogar. ¿Cuantas veces hemos oído el hacer referencia a una empleada doméstica con la frase “es cómo de la familia”? Porque realmente la empleada pasa a convertirse en parte del núcleo familiar con una relación laboral basada en la confianza, de ahí que los casos de empleados infieles a sus empleadores que se aprovechan de las circunstancias, por ejemplo, para realizar un robo o un hurto, aparezcan con la agravante de “abuso de confianza” cómo circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal. Pero, leyes aparte, sí es cierto que muchas ceutíes que se encuentran en el paro podrían trabajar contratadas por familias. De hecho la situación de crisis ha hecho que muchas trabajadoras que se han quedado sin empleo por el cierre de sus empresas han tenido que acudir a las agencias que se ocupan de buscar servicio doméstico para las casas y pasar de estar detrás de un mostrador o incluso en una oficina, a trabajar “por horas” o emplearse en cuidar a ancianos o a personas incapacitadas. Trabajos que antes parecían desempeñar tan solo las inmigrantes están pasando a ser ocupados por mujeres de una clase media empobrecida, cuando no arruinada, por la crisis. Exactamente igual que pasa en las campañas agrícolas donde los parados españoles están sustituyendo a los extranjeros ¿Y resulta insolidario dar trabajo a extranjeras teniendo a cientos de españolas en el paro? Son circunstancias muy especiales e impera la libertad de elección de las familias, unas familias que a los precios de la Península tal vez no podrían tener a una empleada de hogar.
 

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