Desde hace cuatro o cinco años,
vengo colaborando de manera regular en este diario que me
dio así la oportunidad de expresar mis opiniones políticas,
culturales, religiosas, deportivas o de cualquier otra
índole que, libremente, he querido ir exponiendo, como digo,
con cierta regularidad. Pero esa regularidad se ha truncado
durante los últimos meses. Mas bien se ha adaptado a mis
nuevas circunstancias, que vienen dadas por la enfermedad
grave de mi hija a la que, por encima de todo, he dedicado,
con su madre, sus hermanos, hermanos políticos, amigas
(¡cuanto amor y entrega le vienen dedicando May Pizones,
Clemen Rocaber, así como todos sus compañeros de la
Tesorería Territorial de la S.S.!) todo el tiempo necesario
para su atención y tratamiento. Ha sido un ir y venir a
hospitales (Galvez, Xanit Internacional, Hospital San
Antonio, Clínica Croasa, Hospital Santa Ana, Clínica Delfos),
y otros centros de análisis o tecnológicos para la detección
de la grave enfermedad de la que se encuentra en tratamiento
y, gracias a Dios, en avanzado estado de curación. “En la
necesidad es donde se demuestra la amistad” (según el dicho
popular) y a mi hija y toda la familia se lo han demostrado
con creces todos sus amigos.
Pero esta primera aparición en nuestro diario después de tan
larga ausencia, se me ha planteado al oír los comentarios
mediáticos de la asignación tributaria a la Iglesia Católica
a través de la declaración del Impuesto de la Renta de las
Personas Físicas y, fiel a la costumbre que me he impuesto
año tras año, me veo en la obligación de comentar, siquiera
sea para animar su participación a la ciudadanía, la ingente
acción que lleva a cabo la entidad religiosa, no solo en
nuestra nación sino también en zonas de reconocida pobreza
en los lugares mas recónditos de la tierra, de la enseñanza
con sus acreditados centros escolares, así como también la
asistencia que se presta en hospitales y sanatorios de
enfermedades infecto-contagiosas (Hermanas de la Caridad),
centros de acogida de enfermos terminales y psiquiátricos
que no tienen cubiertas estas prestaciones por la Seguridad
Social (Hermanos de la Cruz Blanca), atenciones quirúrgicas
y tratamientos de deformaciones congénitas o malformaciones
traumáticas (Hermanos de San Juan de Dios), comedores y
casas de acogida para inmigrantes, madres solteras, toda
clase de desvalidos residentes, drogodependientes y
ex-carcelarios, que acuden a estos centros gestionados por
la Iglesia donde son atendidos en las demandas mas
perentorias de sus necesidades sanitarias, de vestido y
alimenticias, todo ello sin distinción de raza, color,
religión, ni inclinación política, y sin que sea preciso
quitarse la corbata para ello, aparte de la enseñanza y
prestación religiosa a mas de mil millones de seguidores de
la doctrina de Jesucristo repartidos por el orbe terrestre.
Por todo ello, si nos sentimos solidarios con los mas
necesitados por el solo hecho de reconocer y aportar nuestra
ayuda a quienes directamente se encargan de facilitarlas a
través de la vía fácil de la declaración del IRPF,
rellenando la casilla correspondiente, habremos cumplidos
para que puedan cubrirse, por medio de aquellos que tan
humanitariamente dedican su tiempo y fuerzas principalmente
sacerdotes, monjas y seglares sin otro interés que el
servicio a Dios, las acciones que tienen encomendadas y que
se cubren , como ha quedado dicho, con las aportaciones para
el Programa de Sostenimiento Económico de la Iglesia
Católica, a través de la citada asignación tributaria del
IRPF.
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