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OPINIÓN - MARTES, 15 DE MAYO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Se habla de gafes
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mi amigo Pepe Jiménez “El Bigote”, que en paz descanse, cada vez que hablaba de gafes solía extender los dedos índices y meñiques de la manos. Y cuando yo le preguntaba por qué hacía semejantes gestos, me respondía que, aunque él no creía en gafes, sí consideraba prudente echar mano de la conjura habitual. De modo que le haré caso.

Mi amigo, lector empedernido de ABC desde que tuvo uso de razón, era devoto fiel de las columnas de Jaime Capmany. Demostración palpable de estar en posesión de muy buen gusto. Ya que las columnas del maestro murciano daban siempre motivo para la risa y, por tanto, para levantarle la moral a cualquier pobre de espíritu.

Capmany tenía fama bien ganada de descubrir un gafe a mucha distancia. Conocimiento que achacaba a las buenas relaciones tenidas en Italia, durante la etapa que vivió en Roma, con el profesor Occhipinti; especialista consumado en gafes, cenizos, aguafiestas, malas sombras, etcétera. Y sus derivados, claro está: sotanillos, manzanillos y otras especies de las cuales hay que cuidarse muchísimo. Ya que son portadores de tan mala fortuna como para que disfruten de la condición de gafados de alto nivel.

Yo he conocido a muchas personas que han preferido ser tachadas de cualquier cosa, por más que no fuera de buen gusto, antes que saberse incluidas en la cofradía de las que tienen mal bajío. Fue sonado el mal momento que vivió Luis Yáñez, político socialista, cuando la majestuosa pluma de Capmany lo destacó como “el gafe de la Bética”, cuya simple presencia era causa inexorable de naufragios, apagones y toda clase de catástrofes. Y qué decir de Leopoldo Calvo Sotelo que, al tomar posesión, desencadenó un golpe de Estado…

En Ceuta, ustedes lo recordarán, hubo un concejal de Festejos que todos los actos acababan yéndosele a la deriva. Por una u otra causa. Era gafe. Pero no para él. Que supo en todo momento aprovecharse de las circunstancias de su cargo. Su cenizo, en este caso, se cebaba en los demás. En todo los que ansiaban la llegada de los festejos para divertirse.

Hay gafes que están llamados a que no les salga nada bien a ellos. Por lo que pueden entrar en el apartado de los calificados como ‘pupas’. Y, por tanto, no son peligrosos. Y hasta de vez en cuando llegan a disfrutar de la ausencia de mala suerte. Y entonces, verbigracia, resulta que va el Atlético de Madrid y gana la Liga de Europa a un Athletic cuyo entrenador, Marcelo Bielsa, sufre en silencio lo que dicen de él en Argentina: que por ser mufa -gafe en España-, nunca gana una final. Pronto tendremos la oportunidad de comprobarlo en la Copa del Rey.

Cuando se habla de lo ocurrido en la Liga, es decir, de ese final agónico en el cual el Villarreal se fue al garete en apenas dos minutos, suena, desgraciadamente para él, Miguel Ángel Lotina como entrenador que lleva años atrayendo la desgracia del descenso allá donde va. Ni siquiera le vale haber intercalado éxitos sonados entre sus fracasos. Que han sido, conviene decirlo, varios. De ahí que lo hayan apodado de tan mala manera que, si vuelve a entrenar, más que motejarlo de M.A.L.O., Alatriste y Rey del descenso habrá que reconocerle un valor espartano.

Quienes me conocen y saben qué pienso de los gafes, desearían que hablara de uno tan principal cual cercano. ¡Lagarto, Lagarto! (Ah, Tito Vilanova debería hacer un cursillo acelerado sobre gafes).
 

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