En estos momentos, que lee usted esta mi primera tribuna de
opinión en El Pueblo de Ceuta, comienza oficialmente mis
colaboraciones en este diario independiente. Agradeciéndole
en primer lugar al señor gerente Ángel Muñoz Tinoco, que me
abriera las puertas de par en par de su despacho y
redacción, para que exponga mí sentir y pensar con absoluta
libertad de expresión con arreglo a lo dispuesto en el
constitucionalismo español y demás leyes nacionales y
autonómicas, así como, en lo plasmado en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Estampándose el
compromiso el pasado lunes con un apretón de manos, que es
como lo hacen siempre los hombres rectos, cabales e
íntegros.
Siendo evidente, a raíz de ese acontecer, que me encuentre
contento y feliz, porque disponer de esta ventana a la
libertad de expresión no es cualquier cosa. Debiendo hacer
extensivo mi agradecimiento, al señor presidente del Consejo
de Administración José Antonio Muñoz, y a cuantos
profesionales de las distintas áreas hacen posible, que este
periódico vea la luz diariamente.
Mi primer contacto con en El Pueblo de Ceuta, acaeció a raíz
de que un gran amigo ceutí, me enseñara en Algeciras donde
resido, el ejemplar número 5.881 del martes 17 de abril
pasado. Causándome muy buenas vibraciones nada más sentir
con las yemas de mis dedos el tacto de sus páginas. Hasta el
punto, que por la noche, visité las distintas secciones de
su edición digital, agregándolo al grupo de mis periódicos
favoritos.
Confieso, que con Ceuta me une una cierta química, desde que
visitara por primera vez esa maravillosa ciudad siendo un
niño. Por lo tanto, siempre que puedo viajo con grupos de
personas ceutíes por distintos lugares de España. Habiendo
realizado el último del 26 de abril al 3 de mayo pasado a
Ibiza. Debiendo destacar que de regreso, un compañero de
viaje ceutí conocedor de mis facetas literarias y
periodísticas, me sugirió que escribiera en un diario de
Ceuta, para que el seguimiento que me hacía por Internet,
hacerlo a través de un periódico local.
Esa indicación me caló tanto, hasta el punto, que al día
siguiente, viernes 4 de mayo, me puse en contacto telefónico
con la redacción de El Pueblo de Ceuta, atendiéndome
maravillosamente bien doña Tamara Crespo, formalizándose mí
desembarco definitivo en este diario el lunes pasado, como
ya indiqué inicialmente.
Y al ser usted estimado lector de El Pueblo de Ceuta, la
esencia de mí ser como escritor, pintor o poeta. Le
confieso, que si me presento ante usted cubriendo mi cabeza
con un sombrero, no es por falta de respeto, sino porque en
verano tengo miedo de que los rayos solares derritan mi masa
encefálica, y en invierno, por el contrario, el frío me la
congele.
Siendo muy adverso para mí, que una ventolera mandara el
sombrero a la Cochinchina, porque me quedaría sin una de mis
señas de identidad. Con la que me protejo de ciertas
inclemencias naturales y sociales, similarmente como lo
hacen las tortugas con sus caparazones.
Por lo tanto, cada domingo en mis tribunas de opinión, en el
lugar que me ha sido asignado junto a la editorial del
periódico, me desnudaré totalmente ante usted, escribiendo
desde lo más profundo de mis objetividades libres de
alforjas y encofrados. Y en determinadas ocasiones sacaré la
miel que llevo en mis genes sin que empalague, porque las
circunstancias existentes actualmente en España en muchos
contextos no están para alabanzas, sino para todo lo
contrario.
Y al no ser palmero de nadie, iré espolvoreando la tinta
roja de mi estilográfica sin prisas pero sin pausas con un
lenguaje popular, dirigido muy especialmente al pueblo
llano, honrado y trabajador. Y desparramaré con bastante
frecuencia mi acidez e ironía, para despertar las
conciencias dormidas. Porque mientras millones de españoles
pasan hambre, no teniendo dinero ni para hacer frente a las
necesidades primarias y básicas. Muchos presuntos y no
presuntos despilfarradores de los dineros públicos, al tener
pagada la luz de forma vitalicia, no se acuerdan de cuando
algunos de ellos estaban demacrados por la falta de
nutrientes.
Le diré, estimado lector, que al estar siempre situado en la
otra orilla de los poderes establecidos, es evidente, que en
mi hambre mande yo y en mi dignidad también. Causa para que
le pusiera de nombre a esta sección ‘Desde la otra orilla’,
conjugándose en esa denominación circunstancias diversas que
motivaron a Crescencio Torés dejar escrito sobre mí, que
“estoy condenado a escribir, lo que otros no se atreven
decir”. Gracias.
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