En unos años, con Primo de Rivera al mando, en los que
asociarse estaba restringuido, se permitían, sin embargo,
las casas natales. Estas se convirtieron en ‘tapaderas’ de
otras actividades. Así nació en el año 1923 el centro ‘Hijos
de Ceuta’, que en realidad era un casino y centro cultural,
según relata el cronista oficial de la Ciudad Autónoma, José
Luis Gómez Barceló. “Era un casino con su sede en la casa
Trujillo y que pasó por épocas mejores y peores”, rememora.
Organizaban muestras, tertulias, conciertos. “El ‘salón
verde’ fue la primera sala de exposiciones que tuvo Ceuta”,
explica Gómez Barceló. “En los buenos tiempos pasó gente
como Clara Campoamor, Matías Prat, actores, músicos...”,
explica el cronista, sobre un centro que, siendo apolítico,
estaba vinculado a la derecha. “Quienes se podían permitir
el lujo de pertenecer a la asociación eran los
conservadores, principalmente civiles”, matiza. “En los años
veinte y treinta fue muy bien, con la burguesía local; con
la dictadura, la sociedad se cerró mucho; y a partir de la
democracia este tipo de asociaciones comienzan a
desaparecer, porque responde a un tipo de ciudades
provincianas. Con las posibilidades de los años ochenta deja
de tener sentido”, relata.
El centro acogía numerosas exposiciones temporales. La
tradición era que el artista que venía a exponer al ‘Casino’
regalase una de sus obras, para compensar que el centro no
le cobrara por exponer. “Con todas estas obras se fue
creando un patrimonio, que cuando el centro estuvo en mala
situación económica vendió al Ayuntamiento. Parte de este se
encuentra en el almacén del museo”, explica Gómez Barceló.
La última etapa estuvo dirigida por Juan Orozco, ya
fallecido. Su primo Rafael Orozco, presidente de la entidad
en los ochenta, recuerda aquellos años en los que, bajo su
dirección, el centro pasó de trescientos a quinientos
socios. Su padre había sido uno de los fundadores. Para él
-”y para muchos otros señores”, aclara- fue su “segunda
casa”.
Al principio sólo podían acceder los hombres. Las mujeres
entraban en ocasiones concretas, como cuando se celebraba un
certamen del que fueron pioneros: el concurso de dulces
navideños. Los militares de la ciudad estaban casi todos
inscritos. De hecho, el centro recaudó el dinero para
renovar los banderines de la Legión. “Era un centro muy
clasista; había que ir con chaqueta y corbata; y a las cenas
de gala, con esmoquín los hombres y con traje largo, las
mujeres; después, con la democracia, se abrió la mano”,
explica Orozco, que en aquella época era teniente de alcalde
de Cultura. En 2004, el centro cerró por motivos económicos.
Al principio, la Ciudad se ofreció a pagar el alquiler, pero
“se echó para atrás cuando los partidos de la oposición
dijeron que era un casino de señoritos”. “Teníamos muy
buenos muebles, una gran biblioteca, un piano... que cuando
cerramos se llevó a un almacén, éramos la sociedad decana de
Ceuta”, explica. “Nos dedicábamos a la cultura y al ceutismo,
a reivindicar la españolidad de Ceuta”, recuerda Orozco,
para quien el cierre del centro supuso una gran tristeza.
|