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OPINIÓN - VIERNES, 11 DE MAYO DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

“Mis Amigos” Andalucía en la Gran Vía de Ceuta

Por Nuria de Madariaga


Siempre trato de hablar de lo que sé o he experimentado en primerísima persona y en el caso del bar “Mis Amigos” que se encuentra enclavado en el centro de la Gran Vía ceutí, léase en plena Milla de Oro urbana, puedo considerarme una “experta” en el tema ya que es un fragmento desgajado de la cocina malagueña, sevillana o gaditana y conocí a Pedro, el propietario y a su esposa cuando buscaba, llena de anhelo “los sabores del hogar”. Y eso que esta escribidora es de poco comer, pero ¿Quien puede resistirse a una tapa humeante recién salida del perol de los callos picantes? Igualitos en las tascas sevillanas de los Remedios y nada tienen que envidiar a los que te pueden servir en la Plaza de Cascorro madrileña. ¿Y el choco con sus patatas guisadas y su salsa? En Málaga se llama “jibia” aunque Pedro que es cocinero insiste en que el choco es una cosa y la jibia otra. ¿Y la mano de este mago de la cazuela andaluza? Oro molido. De la cocina que está en el primer piso van bajando cacerolas de vapores olorosos y enloquece la rosa de los vientos que es una manera culta de decir, que con los aromas el comensal pierde un poco la noción de en qué España se encuentra, si en la peninsular o en la extrapeninsular, que son de idéntica leche, con la salvedad de que en la una se pagan peajes y en las otras billetes de barco.

¿Mi plato predilecto en “Mis Amigos léase “Casa de Andalucía en Ceuta”? No lo sé. Pedro es el que me va diciendo y cómo diría mi santa madre “me obliga a comer de todo” poca cantidad, pero de todo. ¿Y esos “bocaditos” de embutidos ibéricos de ultracalidad? ¿Y esa pata de jamón omnipresente con su tabla jamonera, su cuchillo y ese corte en lascas que parecen de papel? Pata negra auténtica. Y los jamones vuelan porque son la Gloria de Dios y los salchichones de varias clase y el lomo embuchado y los choricillos y esa morcilla que es puro testimonio de la Iberia profunda. Por mí comería de “bocaditos” pero el problema de “Mis Amigos” es que los clientes acaban conociéndose y nace amistad y buen ambiente a cualquier hora del día y ya se sabe que “donde hay confianza...”. En la Gran Vía es de los últimos en echar la persiana y constituye una especie de parada obligatoria para quienes salimos tarde de ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente “Pedro, un bocadito pequeño de lo que sea” respuesta “No. Hoy hay choco buenísimo, así que una cazuelita de choco” Parpadeo “¿Pero el choco es carne o es pescado?” Porque me sonaba “choto” a carne y cuando el cocinero me puso lo que él estimó oportuno y consideró más beneficioso para mi salud, apoyado por su esposa que, por cierto, estaba dándole un festival a una cazoleta de guiso de choco, al masticar determiné que aquella delicia culinaria era nuestra jibia malagueña de toda la vida que cocinan los pescadores de las playas del Palo con unas manos y un arte que parecen ángeles benditos.

¡No me he quitado yo hambre en “Mis Amigos”! ¿Y las coquinas con esa salsilla al vino y el toque de ajo? ¿Y las patatas picantes? ¿Y las pipirranas que no las hacen mejor en Chipiona? ¿Y las ollas de guiso de carne? ¿Y las tablas de embutidos ibéricos o de quesos de diez clases distintas? ¡Sálvenme los Santos Serafines de pecar por gula! Pero aquellos que sean “de buen comer” ahí se pueden poner las botas. Cómo cuando llegan los marineros rusos que se pirran por nuestra buena “pringá” por los sabores patrios que llevamos grabados a fuego en el ADN que no tiene nada que ver con el DNI, son cosas distintas y a veces muy distantes. Pero el caso es que los ruskis van paseando, huelen y se extasian ¿Y esa terraza con mobiliario postinero y un sombrillón cómo una inmensa seta blanca? Tapear a la fresquita de la sombra, veo a la clientela degustar vinos, yo degusto coca cola o café, veo pasar esas cazuelas y esas tablas grasientitas y sabrosas y me dispongo a almorzar lo que Pedro tenga a bien.
 

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