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OPINIÓN - JUEVES, 10 DE MAYO DE 2012

 

OPINIÓN / ANALISIS

Una absolución esperada y bien motivada


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

El juicio oral de esta causa, delicada, porque se trataba de una acusación entre compañeros de la Benemérita hizo correr hace unas fechas ríos de tinta. No era un tema fácil de dilucidar ya que tenía un fondo oscuro de intereses encontrados, represalias e inmensa mala leche.

Lo cierto es que desde estas páginas anunciamos que no considerábamos “excesivamente creíble” la versión del denunciante y mucho menos aún al conocer la segunda parte y el quinario que hubo de padecer el, hoy capitán, por haber contraído matrimonio con una señora musulmana. Recalcar lo de “señora” en honor a la familia de esta dama, personas de reconocido prestigio social y cultural. Así mismo andaban por medio antiguas inquinas por el buen trato siempre dispensado por el acusado, a los detenidos, en unos tiempos bastantes turbulentos en esta ciudad y en los que no se era institucionalmente, garantistas en exceso. Así una conjunción de factores, más lo que hoy se evidencia cómo una presuntamente clara denuncia falsa, sentaron en el banquillo a un buen Guardia Civil y mejor abogado.

Evidente “olor a chamusquina” mucho encono en las acusaciones, disturbios mentales por medio y lagunas por doquier. Lo suficiente cómo para que el ponente haya bordado una sentencia absolutoria de las que hacen Jurisprudencia. En plan “atado y bien atado” con mucho Fundamento de Derecho de por medio, meticulosa hasta superar los límites de lo imaginable y rotunda hasta hacer que cualquier intento de recurrir aparezca de entrada cómo absurdo e infundado. ¿La postura de quien, durante años ha soportado el suplicio de ver su buen nombre puesto en la piqueta? Lo ignoro por el momento, pero no hay que olvidar que es abogado y de los batalladores y lo mismo no se conforma con un “aquí no ha pasado nada” y con poder al fin respirar con alivio porque se ha hecho justicia. ¿Y cual es el precio por verse durante años pendiente de un juicio y de una sentencia definitiva? Inconmensurable. No existe precio para paliar la preocupación, el sentimiento de impotencia y la amargura al ser injustamente acusado y encausado. Y en un asunto bastante proceloso, con denuncias que se entrecruzaban, superiores que en su día dejaron mucho que desear, prejuicios raciales y religiosos intercalándose e infinitos dobles fondos y dobles morales. ¿La presumible sensación de F.L.G.? Más que alivio, agotamiento, porque estos procedimientos que se alargan en el tiempo extenúan a los encausados y desgastan psicológicamente, por más que, el hoy absuelto de todos los cargos, sea por su profesión, vocación y talante, un hombre de los que no se suelen ni arrugar ni achicar, con la salvedad de que unos de sus niños se ponga enfermo aunque sea con un catarro. Por el resto sobran agalla y retranca.

El pálpito es que la resolución judicial que absuelve a este capitán de la Benemérita de un delito contra la integridad moral y denuncia falsa, es una especie de despliegue de conocimiento jurídico y de sólida argumentación, bien estudiada y casi desintegrada en cuanto a los hechos, a modo de simbólica compensación moral. La sentencia es de las que “merecen la pena” porque existe el doble mérito de haber hecho justicia y de haberla hecho en uno de los temas más confusos que puedan haber pasado por la Audiencia de Ceuta. Los testimonios parecían relatados “a medias”, las pruebas eran “medianas” y cogidas con alfileres por parte de la acusación, aquello no se mantenía ni poniéndole cemento armado, con el plus del morbo maligno de ser un asunto entre Guardias Civiles en el ejercicio de sus funciones. El fallo resulta difícil de recurrir, porque los recursos de casación tienen que ir muy sólidamente fundamentados y “atacar” esa sentencia es casi imposible. Demasiadas horas encima del procedimiento y mucho virtuosismo penal. ¡Chapeau!
 

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