Fue un lunes de abril, día 12,
de1982, cuando yo tuve la oportunidad de conocer a Ramón
Rato. Nuestro encuentro se produjo en la barra del Hotel
La Muralla. RR arribó a Ceuta para supervisar el trabajo que
se venía realizando para inaugurar una emisora de radio que
sería incorporada a la cadena que llevaba su nombre. Aunque
me dijo que la emisora ceutí sería nominada como Radio
Perla. Y me explicó el motivo.
En el preciso momento en que el progenitor de los Rato
decidió contarme pasajes de su vida, yo me percaté de que
estaba ante un tipo que disfrutaba relatando sus vivencias.
Unas vivencias muy ligadas a la derecha y que incluían en
ellas la amistad que mantuvo con Millán Astray. A
Ramón Rato se le llenaba la boca hablando del general
legionario. A quien le debía favores cuando éste ocupó el
cargo de Jefe Nacional de Propaganda. Lo que hizo posible
que Millán Astray lo reclamara para incrustarlo en Radio
nacional de España, en Madrid, tras hacer sus pinitos
radiofónicos en Radio Toledo.
Ramón Rato no se cortaba lo más mínimo en declararse
mujeriego. Y sus ideas como empresario se basaban en la
siguiente forma de pensar: el empleado ganará lo que merezca
y los merecimientos los suscribo yo. Así, los empleados de
RR estaban sometidos a la voluntad de un hombre que tenía
prisas por hacerse cada vez más rico.
Bajo las directrices marcadas por Ramón Rato, van creciendo
sus hijos. Uno de ellos, Rodrigo Rato, se convierte en
político que comienza a destacar a la vera de un José
María Aznar que lo cuida con esmero. Hasta el punto de
que Rato se nos revela cual político que tira dardos
envenenados contra sus opositores y que, encima, hace uso y
abuso de su ironía y de una mala leche impropia de la tierra
asturiana de la cual procede.
Tras ocupar cargos importantes en el Gobierno de Aznar, RR,
mediante el visto bueno de los socialistas, se convierte en
director gerente del Fondo Monetario Internacional. Un cargo
que es el no va más de los cargos. Remunerado, además, con
una pastizara de las que causan mareos a granel. Y un buen
día, cuando los poderosos principian a decidir que la clase
media debe desaparecer del mapa, el tal Rato decide que lo
mejor es salir pitando del FMI.
Su huida es tratada con enorme benevolencia por la prensa.
Debido a que RR cae bien a los periodistas de una derecha
que está convencida de que nuestro hombre fue el “gran
artífice del milagro económico español en los ocho años de
Gobierno de Aznar”.
De entre todos sus admiradores, destaca la periodista
Carmen Gurruchaga. La misma que ha vuelto a decirnos que
la labor de RR en Bankia ha sido admirable. Digna de
tributarle un homenaje del tipo Guardiola. Por su
capacidad y lealtad. Con mujeres así, defendiendo lo
indefendible, ya podría Rato empezar a cavilar sobre cómo ir
segándole la hierba bajo los pies a Mariano Rajoy.
Vamos a ver. Después de haber sido Rodrigo Rato lo que fue
cuando Aznar gobernó, y tras haberse sentado en el sillón
presidencial del FMI y de Bankia, con resultados ya
conocidos; es decir, con espantadas al estilo de Cagancho
en Almagro, espero que alguien me diga si este hombre merece
seguir siendo considerado una lumbrera en el panorama
político español. Pues de ser así, o sea, de ser tenido por
una cabeza privilegiada, lo justo sería que se le diera la
oportunidad de quitar de en medio a Rajoy.
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