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OPINIÓN - MARTES, 8 DE MAYO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La corrupción en el fútbol
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Sé quién es Quique Pina. Por más que nunca haya cruzado palabra alguna con él. Sé que el presidente del Granada se maneja muy bien cuando se trata de ascender a equipos. Lo que le concede el derecho a ser tenido cual experto profesional de cuanto está relacionado con un deporte cuyos secretos y entresijos son tantos como para que se hayan convertido en vericuetos. Porque acceder a ellos resulta tarea difícil y complicada.

Precisamente por ese conocimiento que le otorgo a QP de las interioridades del deporte más atractivo y universal, sobre todo de su sentina, la perplejidad me pudo cuando vi al presidente del Granada largar en la previa del partido frente al Madrid, en Canal Plus. Pues su táctica, en momentos donde todas las miradas convergían en él, la de propalar las miserias de una Liga donde los amaños, según Pina, son frecuentes, era muy arriesgada. De hecho, su denuncia hizo que sus jugadores, tras escapársele una victoria que tuvieron a su alcance, arremetieran contra Clos Gómez; árbitro nacido en Zaragoza y al que le achacaban ser un fanático seguidor del equipo de su tierra

El presidente del Granada, aunque eligió mal momento para denunciar a voz en grito y ante tan grande audiencia, la podredumbre que reina en el fútbol, no hizo sino dar fe de algo que viene siendo un secreto a voces desde hace ya la tira de tiempo: que la venta y compra de partidos son una realidad y que las componendas de todo estilo se suceden en el tramo final de la Competición.

En el tramo final de una Liga, allá en los años setenta, quien escribe se vio obligado a denunciar un hecho corrupto que implicaba a directivos del equipo al cual yo entrenaba y que fue escándalo nacional e internacional, porque era la primera vez que se cogía a un tío haciendo entrega de una bolsa repleta de billetes para que mis jugadores se dejaran perder frente al Mestalla.

De aquel caso, de corrupción, recuerdo cómo Pablo Porta, presidente de la RFEF, entonces, dedicó elogios encendidos, y públicos, a mi comportamiento. Por haber denunciado el hecho. Luego, casi inmediatamente, me pasaron una llamada suya para decirme que bien podía haberme quedado callado. Que mi acto de honradez sólo iba a ser motivo de complicaciones para todos. Y que yo sería el primero en sufrir las consecuencias (de aquel primer soborno descubierto, pueden tener información, si lo desean, en el ‘Diario As’; periódico que más atención le dedicó a hecho tan lamentable).

En la temporada 79-80, el Portuense, entrenado por mí, jugaba en Vall de Uxó. Su entrenador, Pesudo, me dijo lo que le ofrecía la Agrupación Deportiva Ceuta por ganarnos o empatarnos. Equipo que envió a dos emisarios con el dinero. Cuyos nombres me reservo. El partido acabó empatado. Los emisarios salieron corriendo con la pasta y a Pesudo se le quedó cara de tonto. Pero una semana antes, en Sevilla, la ADC perdía por dos goles a cero con el Sevilla Atlético, faltando nada y menos para la conclusión del encuentro. Y acabó ganándolo. Valero, entrenador local, jamás volvió a trabajar para el Sevilla.

El Portuense no ascendió. Quedó el tercero. Por detrás de Linares y Ceuta. Años más tarde, en conversaciones privadas, me fue posible oír a varios corruptos jactarse de cómo compraron voluntades para conseguir el éxito del que siguen presumiendo. Así es… el fútbol.
 

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