Porque tras el estío de este año,
probablemente seco, caluroso y lo que es seguro con el
Ramadán a cuestas, lo que arrea tras tanto vaivén desde
Egipto a Marruecos es el invierno islamista. Si la mal
llamada Primavera Árabe eclosionó a su aire, con el
embriagante olor de los jazmines, derribando tiranías como
la de Gadafi (ésta con apoyo occidental) y regímenes
presidencialistas como los de Túnez o Egipto, al carro de la
misma subieron pronto y con decisión formaciones religiosas
de diferente pelaje si bien con un objetivo común: la
reislamización de la sociedad. ¿Y quién está moviendo los
hilos…?. Mientras el régimen iraní de los ayatollahs
sostiene la sangrienta dictadura siria, pugna por acabar de
satelizar el hermoso país de los cedros, Líbano, e intenta
difundir la versión shiíta del islamismo doudecimano, la
feudal y fanática Arabia Saudí junto al inquietante Emirato
de Qatar alientan con petrodólares (porque sin dinero no hay
islamismo) y al ritmo de Al Yazzira las versiones más
radicales del sunnismo: en el primer caso los movimientos
salafistas (que Marruecos se vaya calzando los machos) y en
el segundo los Hermanos Musulmanes y organizaciones afines.
En nuestro vecino país del sur, el presidente Abdelilah
Benkirán volvió a poner el huevo tras sus polémicas
declaraciones del pasado 22 de abril, volviendo el día 27 a
reiterar su aviso ante militantes del PJD: la “primavera
árabe” puede retomar las calles “si la injusticia volvía”,
una forma de decir a mi entender “si el PJD es desalojado
del gobierno”. El esquema de pensamiento de Benkirán es el
siguiente: “O nosotros, el PJD, o el caos”, pues un eventual
triunfo de la primavera árabe en Marruecos nos llevaría a lo
desconocido (sic), razón más que suficiente argumenta el
presidente marroquí, “para que Baha y yo nos opusiéramos a
que el PJD se manifestara en las calles el 20 de febrero de
2011”. No todos en el PJD debían estar de acuerdo con ello,
pues la “chabiba” (juventud) fue malamente disuadida a
última hora y, entre otros cualificados diputados, los
actuales ministros de Justicia y Libertades, Ramid junto al
titular de Exteriores, El Othmani, se manifestaron codo a
codo el 20 de febrero de 2011 en Rabat…
En Ceuta, siempre Ciudad Querida, está ciudad de raigambre
española que va camino de convertirse en una comunidad
islamista radical al amparo nominal de la bandera roja y
gualda, uno de los líderes mediáticos y portavoz de la
espesa secta de la Yamaâ Al Tabligh, sidi Laarbi Maateis,
nos alumbraba el pasado 2 de mayo con su emboscado
pensamiento: en síntesis, “España es un estado aconfesional,
pero la confesión religiosa está por encima de eso y a
nuestro juicio debemos ser respetuoso con ella”. Es decir,
la Constitución y el resto de normas jurídicas son, a juicio
del Tabligh, de menor rango que las leyes de Dios, es decir
la sharía o ley islámica. El señor Maateis clama contra la
adopción de niños musulmanes por familias de otra confesión…
¿Y?. En España la norma de obligado cumplimiento al respecto
es el Código Civil, que se lo aclare si no el diputado Alí
Lemague quien, aunque también sea islamista como Maateis y
admirador de la ideología de Sayyid Qutb, entiende de leyes.
¿O va al señor Maateis a enmendarnos la plana…? Claro que al
respecto el señor Maateis no ha llegado al extremo de un
fanático, extremista y mal educado político tetuaní pese a
su rango de profesor universitario, bien conocido en la
ciudad de las Siete Colinas en la que ha dado más de una
conferencia e incitado en alguna ocasión a soldados ceutíes
de confesión musulmana (por ejemplo a finales del pasado
verano en Benzú) a desertar del Ejército español, quien
prefiere que un niño musulmán ¡se muera! (sí, se muera la
criatura) antes de ser adoptado por una familia cristiana.
Escrito está y escrito queda: no son opiniones, son certezas
basadas en la evidencia. Visto.
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