Un día de plenilunio del mes de
mayo, justo cuando el planeta se encuentra situado
exactamente entre el sol y la luna, es el día más sagrado
para los budistas. Conmemoran el nacimiento de Buda, su
iluminación y tránsito. El reconocimiento internacional, por
parte de Naciones Unidas y otras oficinas del mismo ámbito,
rindiendo homenaje al budismo, bien merece una evocación
meditada. Se trata de una de las religiones más antiguas del
mundo, cuyo aporte espiritual a la humanidad es hondamente
conocido. Nuestra propia naturaleza transcendente no se
puede ignorar como algunos pretenden. Somos algo más que
materia en una sociedad cada vez más globalizada, por
especies multiétnicas y multiconfesionales, donde la
religión puede constituir un importante factor de unidad y
de paz para la familia humana.
Sin duda, el mundo tiene hoy una necesidad de Dios como
jamás. Tiene hambre de valores éticos y espirituales, y las
religiones pueden contribuir a saciar esa búsqueda para la
construcción de un orden social más justo. Celebramos, pues,
este cinco de mayo el día de Vesak, y lo trasladamos al
lector para su reflexión personal, para ver entre todos,
cómo podemos mejorar las condiciones de nuestro planeta y la
de sus moradores. Nuestros destinos están entrelazados en un
mundo interdependiente, en el que las armas destinadas para
matar son el mayor error, puesto que, únicamente, son las
armas morales las que imprimen concordia y paz. Ya decía
Buda que el “odio no disminuye con el odio, el odio
disminuye con el amor”. Precisamente, es ese amor puro,
perenemente ascendente y místico, un derecho sagrado a la
vida y a una vida espiritual, el que merece la pena madurar,
con la libertad necesaria de un caminante que piensa.
Caminar en la búsqueda del encuentro de unos y otros, sin
fanatismos, con la esperanza de hallarnos todos con todos,
en ese rico patrimonio espiritual que nos ofrecen las
grandes religiones del mundo, sin venganzas, más allá del
rencor y la ofuscación, avanzado estos tres pasos, como
señaló el fundador del budismo: “Primero: Habla con verdad.
Segundo: No te dejes dominar por la cólera. Tercero: Da,
aunque no tengas más que muy poco que dar”. No sé si de esta
manera se llega antes al reino de los dioses, pero estoy
convencido de que es más fácil alcanzar el corazón humano.
Obrando así, a través de los juicios de la conciencia, desde
la misma raíz del centro del alma, es mucho más realizable
comunicarse, entenderse y comprenderse.
Desde luego, siempre es saludable abrir la mente a nuevas
ideas, compartir las opiniones con otros. La historia nos
traslada biografías de personas que lo han dejado todo, para
vivir en estado de pobreza y de pureza, en la búsqueda del
Absoluto que está por encima de la apariencia de las cosas
sensibles, se han liberado de ataduras y han buscado las
cosas de arriba aquí abajo. Al igual que esas gentes
desprendidas de todas las materialidades de este mundo, bien
podría por ahí comenzar el cambio; contemplando la belleza
que nos circunda, no teniendo nada y teniendo todo el
universo como techo, sabiendo que nuestra salud espiritual
es tan importante como el bienestar físico.
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