Como cualquier otro lunes mis
ideas a la hora de escribir más que mustias están
atiborradas de recuerdos de un domingo donde los
espectáculos deportivos me han sorbido la sesera. Todo
comenzó con el Madrid-Sevilla y continuó con la final de
tenis Nadal-Ferrer y acabó con el Rayo Vallecano
enfrentándose al Barcelona. Donde más que un partido parecía
un homenaje a Guardiola: que ahora mismo, si se lo
propusiera, sería lo que le diera la gana en una España que,
alentada por los medios de comunicación, tiene arrodillada a
sus pies.
Lo de arrodillarse me ha servido para recordar tiempos
pasados. Cuando para los españoles la Guerra Civil debía ser
el resultado lógico de los pecados cometidos con
anterioridad. Y acudo presto a buscar lo que decía, y que
conservo en mi blog de notas, un párroco granadino, cada
Viernes Santo, cuando principiaban los años del miedo: “Nos
hemos descuidados en cumplir nuestros deberes con un
verdadero espíritu de sacrificio, rehusando llevar esa
pequeña cruz y ahora tenemos que soportar una cruz pesada”.
Y de pronto, a pesar de que los lunes, como ya he dicho,
ando más escaso de ideas que nunca, y me cuesta lo indecible
elegir un tema para escribir de él, mira por dónde es
Mariano Rajoy quien me echa una mano con sus
declaraciones de político con dos pares… Rajoy se ha
dirigido a los que protestan: “Cada viernes, reformas; y el
que viene, también”. Y se lo han comido a besos los
partidarios de Esperanza Aguirre.
Ya ven, el ‘maricomplejines’ de Rajoy (Jiménez Losantos,
dixit) ha principiado ya a torear sin coger la muleta de los
recortes por el pico y se nos ha puesto en plan Margaret
Thatcher. Tan valeroso como para propalar que no cederá
ni un ápice ante las acometidas de quienes le afean que sólo
es capaz de ser valiente con los débiles y postrarse ante
los poderosos.
Rajoy, tras haber elegido los viernes como el día ideal para
orear sus malas noticias, se nos ha presentado, quizá sin
querer, como ese párroco granadino que les regañaba a los
españoles, allá en los años del miedo, al decirles a los
socialistas que deberían avergonzarse de hablar cuando son
ellos los culpables de cuanto está pasando. Es decir, que la
pesada cruz que MR nos está haciendo llevar es debido a que
Zapatero nos dejó derrochar dinero a mansalva. A mí que me
registren…
Pero hay más: el presidente del Gobierno, más a voz en
cuello que nunca, nos recuerda que sus recortes no cesarán
en mucho tiempo; que se irán produciendo cada viernes y que
demos gracias a Dios porque están concebidos para beneficiar
a los más pobres y apretarles el cinturón a los más ricos. Y
se ha quedado tan pancho.
Quienes se están frotando las manos son los dirigentes
sindicalistas. Los cuales, por más que sean lo que son (unos
tipos entregados en cuerpo y alma a llevárselo calentito
como empresarios de una empresa llamada sindicato),
comienzan a recordar lo que ellos dijeron en su día:
“Cuidado con Rajoy y los suyos: éstos vienen a congelar
pensiones, bajar salarios, abaratar despidos, aumentar los
impuestos indirectos y reducir el gasto social”.
El Primero de Mayo, pues, tendrá como protagonistas a un
Gobierno cuyo presidente está sometido a la dictadura de
varias mujeres, encabezada por la señora Merkel, y a
los dirigentes de los sindicatos: despreciados pero
amparados por su claque. Así nos va.
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