Para que una ciudad se considere atractiva para el turismo
todo sabemos que se han de conjugar muchos factores, la
belleza paisajística es fundamental, la existencia de un
centro urbano cuidado y con jardines y rincones atractivos
es fundamental, porque a ningún visitante le gusta pasear
por lugares cochambrosos, el tener playas paradisíacas es la
guinda del pastel y que nadie le ponga un “pero” a la playa
de la Ribera ni a sus metros cuadrados de arena, de hecho
los suficientes metros como para montar algún chiringuito
tipo “chill out” con mucho mojito, mucha caipirinha y
ensaladas tropicales y de frutas, ya saben tipo paseo de
Pedregalejo en Málaga o garitos ibicencos de la Ibiza con
“z” de toda la vida y no de la “Eivissa” que resulta
impronunciable y de lo más sosón. Los turistas van buscando
lo que van buscando, incluso los del turismo espiritual que
andorrean por el interior de los vientres de piedra de las
catedrales románicas, allá por el Pirineo, ni a esos les
amargan unas buenas tapas y un lingotazo al atardecer en
algún lugar con vistas que satisfaga las ansias estéticas
que a su vez se ven optimizadas por la ingestión de
reconfortantes bebidas espiritosas.
¿Será por comer y por beber en Ceuta? El atractivo de la
gastronomía mediterránea nadie se lo puede negar, los
productos son (raro lujo) naturales y ecológicos y las
terrazas de los bares representan un imán para quienes
vienen de visita y demás son un elemento idiosincrásico en
nuestra cultura meridional, no exactamente “BIC” que es bien
de interés cultural, sino más bien “BICV” que es la conocida
marca y denominación con copyrigth de los considerados cómo
Bienes de Interés para la Calidad de Vida y si el consejero
de Turismo no se ha enterado que se ponga las pilas ‘Duracell’.
De hecho estrujar a las terrazas de los establecimientos con
excesivo rigor impositivo es cómo retorcerle el pescuezo a
la gallina de los huevos de oro: torpe, necio y
desafortunado.
Hasta aquí un “todo” de atractivos capaces de motivar,
siempre que se cuente con la colaboración de los
comerciantes para que los sábados y los festivos con
previsión de afluencia de público, permanezcan abiertos,
iluminados y lustrosos ¿Ejemplo? Marbella. Y les aseguro que
quienes llenan los comercios abiertos en festivo no son
todos guiris ni turistas, sino ciudadanos que aprovechan el
no tener que ir a trabajar para hacer sus compras y es
precisamente durante los fines de semana cuando más se vende
y la gente gasta con más alegría porque durante la semana es
muy difícil “escaparse” por el trabajo y porque los niños
tienen que ir a la escuela. ¿Y es que no disfrutan los niños
yendo de compritas, a merendar y al cine? Con el plus de que
la escuela infantil Mi Pequeño Mundo oferta para esos días y
caso de que los padres vean que sus hjos se pueden fatigar
con el trajín o aburrirse en las tiendas, actividades
recreativas, juegos, música, canciones, teatro, disfraces y
su incomparable parque infantil con una gigantesca piscina
de bolas.
Pero no basta con que desde hace un par de semanas el centro
histórico comience a desperazrse con las tiendas que son
franquicias abiertas, porque no resulta suficiente. ¿Y cual
debería ser la postura de la Ciudad para conseguir el open?
Ayudar, apoyar, subvencionar, premiar a las terrazas y a los
comercios con desgravaciones y darle buen grano a la gallina
de los huevos de oro, que se harte.
|