LUNES 23.
Con Ángel Gómez suelo yo coincidir cada dos por tres
por la avenida de López Sánchez Prado. Y raro es que no le
demos a la sinhueso durante unos minutos. Así que hoy no iba
a ser menos. Lo primero que le he dicho a Gómez es que sé de
buena tinta que muy pronto volverá a ocupar su despacho como
jefe de la Policía Local. Es decir, como superintendente. Y
Ángel deja entrever una media sonrisa de satisfacción que le
delata. Cierto es que el primer paso debe consistir en que
se anuncie en un pleno la supresión de la plaza de director
de Protección Civil. Así, el paso siguiente consistirá en
que AG recupere su sitio primigenio. Para el que fue
designado un día por Ricardo Muñoz: Alcalde que
apostó por Gómez para que renovara una Policía Local que no
cumplía los requisitos de modernidad exigibles. La jefatura
de Gómez fue siempre motivo de polémica. En el recuerdo
están las desavenencias con el alcalde Francisco Fraiz.
Pero nuestro hombre, seguimos refiriéndonos a Gómez, siempre
tuvo recursos suficientes para salir ileso de los cargos que
había contra él. Yo le digo que tiene tantas vidas como los
gatos. Y el superintendente pone cara como de no haber roto
un plato en su vida. Y, además, cambia de conversación para
recomendarme no sé cuál vino de la Ribera del Duero.
Martes. 24
Caminando con mi perro voy por la avenida del Ejército
Español, a esa hora vaga de mediodía, cuando oigo que llaman
mi atención desde un coche que se ha estacionado en sitio
adecuado para que yo pueda prestarles atención a sus
ocupantes. Me ciega el sol y no consigo saber quién es la
persona que me ha dicho que desea saludarme. Y así se lo
hago saber. Y es entonces cuando Luis Márquez se da a
conocer y decide bajarse del vehículo para venir a mi
encuentro. Y a fe que me produce una enorme satisfacción
volver a hablar con él. Tras haber estado muchos años, pero
muchos, sin hablarnos. Mejor dicho: creo que fue él quien me
retiró la palabra por una opinión que yo di sobre algo que
ocurrió en un partido entre el primer equipo local y el
Córdoba; hace ya un porrón de años. Algo que nunca entendí.
Porque Luis Márquez y yo estuvimos muy unidos durante mi
primera temporada como entrenador de la Asociación Deportiva
Ceuta. Hasta el punto de que Márquez se sentó por primera
vez en el banquillo de los entrenadores conmigo. Fue en el
campo del Poblense, en Mallorca, siendo Serra Ferrer
entrenador de los de la Puebla. Luis, que nunca había vivido
el fútbol desde posición tan privilegiada, se convirtió en
asiduo acompañante del equipo y en persona muy querida por
los futbolistas. Relación que le vino que ni pintiparada
para compartir sinsabores y alegrías futbolísticas entre
bastidores. Desprendido, con ganas de bromas a cada paso, y
siempre ilusionado ante la posibilidad de que su equipo
consiguiera la victoria, LM supo adaptarse muy pronto a la
disciplina del grupo y jamás contó nada acerca de los
problemas internos que se suscitaran. El saludo de Márquez
me ha agradado muchísimo. Y así se lo he referido a mi amigo
Luis Parrilla mientras tomábamos el aperitivo en
sitio de costumbre.
Miércoles. 25
Pedro Fernández Olmedo, director del Hotel Parador La
Muralla, ha pasado ya por esta galería en varias ocasiones,
ya que si alguien merece la insistencia del homenaje, el
homenaje de la insistencia, es precisamente mi estimado
Pedro; al que he visitado para ver qué tal anda de sus
dolencias, y me ha dicho que va tirando… Y me lo ha dicho
con esa calma tan suya que yo tanto valoro. “Pues nada se
adelanta, y tú lo sabes mejor que nadie, me dice, con estar
todo el día preocupado”. Pedro, que es lector de mis
secciones, me comunica que ha leído la columna que le
dediqué el martes pasado a José Muñoz Rangel -ceutí
residente en Alcalá de Henares y que viene todos los veranos
a disfrutar del jardín del Parador-, e inmediatamente marca
el número de teléfono de MR para que pueda yo agradecerle el
que haya tenido el detalle de enviarme el libro escrito por
su hijo Ramón, cuyo título es ‘La tierra dividida’.
Y, claro, JMR, con la amabilidad que le caracteriza, me da
las gracias y me cita ya para seguir manteniendo nuestras
charlas diarias, durante sus vacaciones, en ese delicioso
rincón del Hotel Parador La Muralla que es su jardín.
Jueves. 26
Llevaba ya cierto tiempo sin charlar con Blas Rosúa
Moreno. A quien conozco desde hace la friolera de
treinta años. Y lo he visto más contento que otras veces.
Cosa rara, pues Blas es poco dado a dejar entrever sus
emociones. Pero pronto quedo enterado del motivo por el cual
goza de un estado de ánimo superior. Resulta que Blas sirvió
en Regulares. Y, además, durante mucho tiempo ha asistido a
maniobras para desempeñar tareas de cantinero. Sobra decir,
por tanto, que BRM está muy ligado a Regulares. Lo cual le
ha supuesto, debido a su extraordinario comportamiento, una
mención en el último acto celebrado en el patio del cuartel.
Un viernes que nunca olvidará Blas. Dada la emoción que le
supuso el detalle que tuvo con él el coronel jefe del Grupo
de Regulares de Ceuta número 54, José Faura Salvador.
Viernes. 27
Me paran por la calle para decirme que me han visto en
televisión cuando yo tenía menos años. Más o menos veinte.
Que no son pocos. Y cuando pregunto acerca del motivo de esa
mi aparición en Ceuta Televisión me dicen que se debe a que
están recordando programas futbolísticos de los años
noventa. Concretamente de 1993. Y mira por dónde, una hora
más tarde, coincido con Manuel González Bolorino y María
José Navarro en Pedro´s. Y Manolo me pone al tanto de
qué va el asunto. Y lo siguiente, como no podía ser de otra
manera, es echar la vista atrás para recrearnos en la tarea
que emprendimos con una escasez de medios que no impedían,
debido al entusiasmo que poníamos en acometerla, el logro de
retransmisiones de partidos cogidos al azar por medio de una
parabólica. Y como siempre que nos toca recrearnos en ese
pasado, raro es que no salga a relucir una de las mejores
anécdotas: me encontraba yo viendo un partido en el José
Benoliel, total y absolutamente ajeno a la televisión,
cuando se presentó Manolo González Bolorino para comunicarme
que estaba a punto de comenzar el primer partido de Liga en
el recién inaugurado Estadio de Anoeta entre la Real
Sociedad y el Atlético de Madrid. Cuando me senté ante el
televisor el partido había empezado. Y, por tanto,
desconocía alineaciones y todos los datos referentes a ese
encuentro. Pero pronto me hice con las riendas del
espectáculo. Así que se dio el caso de que no pocos
aficionados creyeran que yo estaba en San Sebastián
presenciando el partido en directo. Muchas son las anécdotas
que podría contar de aquellas intervenciones mías en una
televisión donde todo estaba cogido con alfileres. Podría
seguir relatando situaciones que a muchos aficionados
actuales podrían sonarles a broma, pero creo que ya está
bien por hoy. Aunque como espectador de partidos, y en vista
de los increíbles medios técnicos con que cuentan quienes
actúan en las televisiones, le he dicho a González Bolorino
que a veces me produce grima oír los comentarios de los
glosadores. Son, en bastantes casos, amén de parciales,
contadores de pamemas.
Sábado. 28
Los intelectuales que decidieron opinar sobre Napoleón
no dudaron en atribuirle un poder de seducción excepcional,
ya que todos los hombres se le ponían inmediatamente al lado
con entusiasmo y se dejaban dirigir por él. Goethe se
expresaba así: “Sin duda, su personalidad era superior. Pero
la razón principal de su poder de atracción consistía en
esto: que los hombres estaban seguros de conseguir sus fines
guiados por él. Por esto se le adhirieron, como se adhieren
a aquel que les infunde una creencia análoga. Los actores se
adhieren a un director nuevo cuando creen que les dará
buenos papeles. Es una vieja historia que repite
perennemente: la naturaleza humana es así. Nadie sirve a
otro porque sí; pero si creer que sirviéndole se sirve a sí
mismo, entonces lo hace a gusto. Napoleón conocía
perfectamente a los hombres y sabía sacar de sus debilidades
el partido conveniente”. El adiós de Pep Guardiola ha
despertado tanta expectación como cursilería en las
opiniones relacionadas con el hecho. Guardiola, a pesar de
hablar más como un cura que como entrenador, es tan
inteligente como para haberse dado cuenta de que medio
vestuario empezaba a desconfiar de él. Es decir, que ya no
era el Napoleón de los banquillos para sus hombres. Y lo
mejor, en estos momentos, es seguir las andanzas de
jugadores como Piqué y Alves para comprender
el motivo que ha tenido para desertar un técnico tan
laureado. Cuando llegue su momento, a Tito Vilanova
le corresponderá tomar las decisiones drásticas que no ha
querido tomar su amigo del alma: Guardiola. De lo contrario,
lo pasará mal. Ah, los hay tan hipócritas que achacan el
adiós de Pep a los malos modales del entrenador del Madrid.
Son los hipócritas que hacen posible que muchos pensemos que
una sociedad de fanfarrones es plausiblemente concebible;
porque una sociedad de humildes sería inhabitable y
peligrosísima. Algo que no se cansaba de repetir,
precisamente, un catalán famoso: Josep Pla.
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