Está todavía aquí y bien puede
retornar de un momento a otro”, advertía éstos días el jefe
de gobierno marroquí y secretario general del partido de la
Justicia y el Desarrollo (PJD), el islamista Abdelilah
Benkirán. El mismo domingo 22 y junto a sus ministros Baha y
Khalfi, Benkirán mantuvo un importante encuentro con el Rey,
en el transcurso del cual el joven soberano Mohamed VI
recordaba la obligación de “respetar la Constitución”,
llamando la atención sobre el “pluralismo lingüístico,
cultural y político” del país... Por su lado el jefe del
Ejecutivo marroquí matizaba: “La monarquía tiene hoy mismo
necesidad de ver a los ciudadanos -y no solamente el PJD-
aspirar a reformas y hacer los sacrificios que sean precisos
para ello... Pues los reyes no están siempre rodeados por
las personas que precisan. Pueden encontrarse en su entorno
adversarios que serían los primeros en abandonarlos”. Por lo
demás, el aviso de Benkirán está en sintonía con lo que éste
escribano del limes viene señalando: por un lado, el proceso
de reformas abierto en el Magreb y el mundo árabo-islámico
hace un año no ha terminado, si bien ha sido el islamismo
político en sus diferentes formulaciones el que ha parecido
llevarse el gato al agua... Por otro y como se ha recordado
más de una vez en esta columna, ¿no son acaso los cortesanos
la ruina de muchas monarquías?, como constató el 14 de abril
de 1931 camino del exilio el rey Alfonso XIII.
Una de las claves del aviso de Benkirán, “La Primavera Árabe
no ha terminado”, es evidente: el proceso en Marruecos, en
barbecho y mantenido hoy de forma alambicada y testimonial
por la izquierda extraparlamentaria, puede relanzarse y
superar a ésta y sus proyecciones ideológicas generalmente
convergentes con Europa, si vuelve a desembarcar en el mismo
la amplia “familia islamista”: desde los adilistas de
Justicia y Espiritualidad (formación a caballo entre el
sufismo y los Hermanos Musulmanes) al salafismo radical, sin
olvidarnos del otro Islam “tapado” en Marruecos, el shiísmo,
con más presencia soterrada de la que parece. ¿La
Monarquía…? Sin duda además de poseer la legalidad y buena
parte de la legitimidad religiosa (¿alrededor del 60%...?),
seguirá movilizando al Islam tradicional marroquí, plasmado
en el morabitismo, las zauias y cofradías de corte sufí
como, entre otras, la Buchichiya y la Tiyanía.
Pero profundizando un poco más, ¿en realidad a quién está
dirigido el aviso de Benkirán…? Recordemos que el 19 de
febrero de 2011 y a última hora, fue el propio Abdelilah
Benkirán en su papel de secretario general del PJD quien
vetó la asistencia de la “chabiba” (juventud) de su partido
a la gran manifestación de Rabat, en la que sin embargo
participaron importantes parlamentarios del PJD como el
actual ministro de Justicia y Libertades, Mustafá Ramid, por
cierto éstos días amenazado de muerte por un grupo
terrorista (Attawhid Wal Yihad), lo que ha obligado a Ramid
a reforzar su seguridad mientras se veía, contrariado,
“privado de mis desplazamientos en tren” (Mustafa Ramid es “casaui”,
casablanqués para entendernos).
Hay movimientos de fondo en el campo islamista marroquí:
desde la creación de nuevos partidos políticos abiertamente
salafistas (neosalafistas son, históricamente el Istiqlal y
también más marcado el propio PJD), a la eventual
legalización de la formación del jeque Yassin, Justicia y
Espiritualidad. Por su parte el ministro de Asuntos
Islámicos y Habús, Ahmed Taoufiq, refuerza el “Islam
oficial” (aumentando en 300 dirhams el sueldo de los imames),
mientras prepara una batería de respuestas al anárquico
mercado populista de“fatwas” como las promulgadas desde
Casablanca por el obseso y descarado imam Zanzami y en
Marrakech el oscuro, turbio e inquietante Mohamed Maghraoui,
mentor de una clandestina y encubierta “policía religiosa”.
Que Alláh nos pille confesados. Visto.
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