El lunes pasado, a esa hora vaga
de mediodía, me topé con él. Y le dije que se le notaba
muchísimo que estaba a punto de volver a recuperar su puesto
en la Policía Local. Y a partir de ahí nos pusimos a
recordar tiempos pasados.
Tiempos en los que Ángel Gómez, siendo funcionario
del Cuerpo Superior de Policía, se ganó la confianza de
Ricardo Muñoz: alcalde de Ceuta en los años ochenta. Y
se convirtió en jefe de la Policía Local. Un puesto por el
que suspiraba algún que otro compañero del vallisoletano.
Pues AG fue nacido en tierras bañadas por el Pisuerga
Ricardo Muñoz, cuando llegaba al famoso ‘Rincón del
Muralla’, le hacía el artículo a AG, sin pararse en barras.
Lo ensalzaba de tal manera delante de las fuerzas vivas de
la ciudad que éstas se miraban como preguntándose si podía
ser posible que el alcalde hubiera encontrado un mirlo
blanco para modernizar una Policía que seguía viviendo en el
pasado.
Es verdad, pues de justicia es reconocerlo, que Gómez hizo
un trabajo sensacional. Fue capaz de reformar un organismo
que se había quedado anquilosado. De modo que muy pronto los
ciudadanos comenzaron a darse cuenta de que su labor estaba
siendo tan satisfactoria como digna de mención.
El éxito de Gómez, debido a sus muchos méritos, hizo posible
que sus enemigos comenzaran a pensar en cómo podían juntarle
chinitas con los pies. Es decir, principiaron a prepararle
disimuladamente una traición. Más o menos lo que siempre
sucede cuando alguien acierta en su cometido y lo hace
además con fuerza.
De aquel tiempo, en el cual el jefe de la Policía Local
empezó a destacar, uno recuerda que éste también cometió
errores que fueron aprovechados por los contrarios para
sacarles las tiras de pellejo. De AG se dijo de todo. Pero
supo aguantar el dicterio de las malas lenguas con entereza.
Y es que, en cuanto se descuidaba, el jefe de la Policía
Local se encontraba con la frase mordiente, que trataba de
ridiculizarle. De ofenderle gravemente.
En medio de ese ambiente, créanme que no fue fácil mi trato
con Gómez. De ningún modo. Y doy fe de que ambos tuvimos que
hacer malabares para que nuestro desencuentro no hubiera
sido para siempre. Y es que AG, aprovechando que tampoco yo
soy rencoroso, supo capear el temporal. De manera que
llevamos muchos años sin perdernos la cara. Y nos va bien.
Aquí cabe decir que los dos sabemos de qué pie cojeamos y
que es mejor conllevarnos que vivir enfrentados.
Enfrentado estuvo Ángel Gómez con Francisco Fraiz:
alcalde que juró en público, y yo estaba presente, que iba a
acabar, de una vez por todas, con el protegido de Ricardo
Muñoz. Juramento en vano. Pues que Fraiz se tuvo que tragar
sus amenazas. Y es que tumbar a Gómez no está al alcance de
cualquiera. Después de Fraiz, otros políticos trataron de
castigar con el ostracismo al Jefe de la Policía Local. Y
terminaron comprendiendo que era tarea imposible.
Ahora, cuando el superintendente Gómez está a punto de
regresar a su puesto de mando, conviene que no olvide lo que
le dije el lunes pasado: que ser agradecido es lo menos que
se le puede pedir a una persona inteligente. Y AG tiene
demostrado que piensa bien. Por lo cual me cabe esperar que,
llegado el momento, no cometa el error de hacer
discriminaciones.
|